5. De Malas decisiones y encuentros fortuitos.

733 80 7
                                    

-¿Qué? -Repitió Max- ¿Quie... quieres que yo dirija la empresa?

Mariola asintió.

No lo podía creer, Max no lo comprendía, la miró incrédulo, esperando el momento en el que ella le explicará que era una mala broma. Pero en el rostro de ella no había ni un rastro que le dijese que no estaba hablando con la verdad.

— Las reglas de la mueblería son muy claras al respecto, Max.— Dijo ella, el pálido azul de sus ojos brillaron de una manera siniestra.— Nadie, absolutamente nadie que no haya nacido con bajo el apellido Ferrer, puede manejar la presidencia.

El rostro de Max era un poema.

— ¿Qué significa esto?— Experto molesto.—Mi padre sabía que no deseaba el negocio familiar, ¿Cómo pudo pensar que yo la heredaría?

— Tu padre no impuso esa regla Maximiliano.— Le explicó, pero por el rostro de su hijastro le dio entender que no le creía. — La familia Ferrer siempre fue muy celosa con sus propiedades y al pasar los años, mientras su riqueza incrementaba y necesitaban de más gente para expandirla, se vieron con la necesidad de estipular puntos que les ayudará a que nadie, absolutamente nadie, les quitará su pequeño monopolio... Y es ahí, donde entras tú Max.

Mariola dio pequeños pasos hasta situarse frente él. Si alguna vez pensó que esa mujer era dócil y maleable, ahora lo considero nuevamente. Porque la joven de treinta años que estaba justo delante de él, tenía la mirada más firme que jamás había conocido.

— Te guste o no, eres el único heredero de los Ferrer. Me guste o no, todo por lo que trabajé junto a tu padre él los últimos años, todo mi esfuerzo para que la mueblería no muriera, puede ser salvado solo por tu apellido., Me guste o no... Max—Dijo sonriéndole—Te necesito.



Sofi estaba acostumbrada al mal tiempo. Desde pequeña, la ventisca, las grandes nevadas y el terrible frío habían sido sus compañeras, pero aquella noche la nieve parecía cubrir todo en su camino, el viento aullaba sobre los cristales y el clima era el más congelante que había sentido en toda su vida. Abajo, en la sala, su madre no solamente había encendido la calefacción, sino también la estufa y la chimenea. Y aun así, la invernal temperatura cubría todo el lugar.

Sofía tiritando se puso la bufanda de color rojo que tanto le gustaba y con dificultad se colocó temblando sus guantes más calientes y acolchonados que tenía. Este debía de ser el aviso de un duro invierno, bajó las escaleras hasta que se encontró con sus padres en la cocina, su madre estaba sirviendo chocolate caliente, su hermanito trataba de alcanzar algunas galletas que su madre había dejado en las encimeras, su padre mientras tanto leía el periódico ya sentado en la mesa.

- Qué frío más feo.- Comentó Sofi, mientras movía la silla delante de su padre para sentarse.- Debería ser ilegal.

- ¿Qué significa "ilegal"? -Preguntó Mattie mientras se subía hincado a la silla junto a su hermana, estaba en esa etapa donde los nenes preguntaban de todo.

Su madre colocó las tazas llenas y la charola en la mesa- Es algo que no está permitido- le respondió pacientemente, su madre le pasó su chocolate y Mattie le soltó unos malvaviscos, le gustaba verlos hundirse.

- ¿Cómo cuando me regañas por comer mucho?

-Algo así.

Sofía miró a su padre, absorto en las páginas grises y negras de aquel diario, en la página de presentación con letras en mayúsculas, se leía lo siguiente:

"Fallece el empresario Alberto Ferrer, líder de las madererías Ferrer y las firmas del Este."

–No sabía que el señor Ferrer había muerto.– Comentó de la manera más casual posible, su padre detuvo su lectura de inmediato volteándola a ver con el ceño fruncido, Sofi le contuvo la mirada esperando un comentario de su parte, pero él rápidamente bajó la mirada y carraspeó mientras tomaba un poco de su café.

Más Allá del CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora