El azul era un color triste.
A Sofi no le gustaban los colores tristes pero desde que tenía uso de razón los usaba, quizá tenía que ver con el hecho de que el paisaje que se extendía a su al rededor era desolado. Sofía ladeó la cabeza mientras observaba el cristal de la ventana. El día había amanecido nevando, no le gustaban esos días. Significaba que no podía ir a pintar afuera y ella amaba hacerlo. Con curiosidad asomó la cabeza hasta que su vista se topó con las escaleras del ático.
La puerta estaba abierta. Con alivió tomó la caja de sus pinceles y se dirigió al pasillo. Al menos podía pintar adentro, si la puerta estaba abierta quería decir que "El extranjero" no estaba en la habitación. Y en efecto, ahí arriba no había nadie, la cama estaba pulcramente hecha aunque el escritorio tenía esparcido un montón de papeles sobre él.
Sofi despegó la vista de las pertenencias de Max y luego se ocupo de poner el caballete frente al ventanal y sacar sus pinturas y escoger que colores iba a utilizar aquella ocasión. No eran difíciles de adivinar, colores pasteles, tristes, apagados: Blanco, gris, café y como no, azul.
Cuando tuvo todo listo y tenía ya el pincel en su mano, miró el lienzo blanco y su mente dejó de pensar. ¿Qué iba a pintar ahora? ¿La nieve? Sofi se rascó la cien con el pincel y maldijo por lo bajo. Allá en su cuarto había estado tan ansiosa de ponerse a pintar y ahora que estaba ahí no tenía ni la mínima idea de que iba plasmar sobre aquel pedazo de papel.
Frustrada, frunció los labios y dejó en la mesita de nuevo la paleta de colores. Con aburrimiento se acercó la silla de madera que estaba en la esquina y se sentó con desgana. Con sinceridad, estaba cansándose de pintar planos blancos y grises. Ella quería más, mucho más que tonos azules.
Fue en su búsqueda mental que comenzó a reparar de nuevo en las cosas del escritor. La cama tenía el edredón marrón que su madre le había prestado al chico, el ropero tenía la puerta medio abierta dejándose ver la manga de un saco gris y en el piso, cerca del buró de la izquierda había una pila de libros. Sofi miró de reojo las escaleras, esperando unos minutos a oír si alguien venía y mordiéndose los labios se dirigió a ese bonche de libros. Sofi lo tomó con sumo cuidado, miró las tapas verdes, cafés y también los paisajes que tenían impresos. En uno de ellos estaba el mar. Sofi lo miró mucho más tiempo que los otros, ella no conocía el mar.
Se preguntó qué pasaría si intentaba dibujarlo. ¿Le saldría el movimiento de agua? El azul en aquella portada no era triste era más bien...calmante. Con cuidado volvió a depositar el tomo en su lugar junto a sus compañeros y los ojos castaños de la chica viajaron de nuevo al escritorio. Sofía volvió a morderse el labio con ansiedad y una vez más sus ojos rodaron a la puerta.
No se oía nada. Con nerviosismo, miró las ojos una vez más y entonces descubrió en medio de todo ese desastre el libreto que había leído la última vez. Presa de su curiosidad tomó las hojas y rápidamente comenzó a leer, con dificultad, la letra del hombre que habitaba aquel cuarto.
"Era curiosa la forma en el que el viento ondeaba su cabello. La despeinaba con gracia mientras mecía esa melena rubia y brillante. John pensó que el mismo sol estaría envidioso de ella, aunque Daniela parecía absorta mirando las olas chocar con las rocas y no parecía importarle que el viento arruinará su cabello u ondeará de más su vestido de flores. Ella era hermosa de esa manera, libre, soberbia. Y el mar en el fondo parecía repetir la canción que ella cantaba con melancolía."
Fue como ver una película, la escena que había leído había aparecido en su mente a penas terminó de leerla. Casi se sintió ahí, mirando al protagonista observar a la chica con adoración y a ella de pie mirando las olas del mar. De repente aunque no lo conociera, sabía como dibujarlo y de esta manera volvió corriendo al lienzo y escogió de nuevo los colores: Amarillo, verde, café, gris, blanco, rosa y claro, azul.
ESTÁS LEYENDO
Más Allá del Cristal
Misterio / SuspensoMás allá de las colinas cubiertas de nieve, existe un pueblo entre los montes de hielo. Ahí, el tiempo pasa lentamente marcado por el reloj de la enorme muralla que lo rodea. Pocas cosas se saben de aquel lugar y pocas cosas logran salir de sus al...