10. De Recuerdos y Pálidos Colores

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Aquella era una mañana de cielo triste, las nubes se extendían en el firmamento como si una sábana gris de enrollara en él. Los vestigios de sol era apenas unos luminosos rayos blancos que se fugaban entre los pequeños huecos del cielo. Sofi miraba atenta aquel efecto sobre el lago congelado que todo lo ocupaba a través del cristal.

En un lugar como los páramos de hielo, los días eran de cierta manera melancólicos. La blancura de ese invierno perpetuó te hacía sentir como si todos tus problemas se volvieran pequeños. Era un pueblo con a penas quinientas personas, todos ellos se conocían desde niños. La pequeña población rodeada de nieve y pinos se escondía tras enormes murallas que lo rodeaban y que habían sido construidas hace más de trescientos siglos, en aquellas épocas en las que los gobernaban un señor feudal y se delimitaban reinos. En la misma época en la que los días eran contados por el enorme reloj de madera roja y piedra caliza que se alzaba en la muralla.

Sofi había dibujado ese reloj incontables veces. Cuando el clima era más dócil ella solía subir hasta el mirador del pueblo que estaba cerca de la iglesia y ahí mientras se sentaba con su termo de café en las manos se disponía a dibujar la enorme muralla y el sorprenderte reloj que los vigilaba. Ahora era sólo una reliquia. Un adorno en ruinas, las columnas gigantescas de ese muro habían sido en parte destruidas para que hace cincuenta años pasarán las vías del ferrocarril que comunicaba el pueblo con la ciudad más cercana. Después de que el tren se había vuelto obsoleto habían adaptado la estación de autobuses que aún funcionaba.

Sofi solía mirar esos enormes huecos con forma de arcos con anhelo. Había ido solamente dos veces a la ciudad, su padre los había llevado cuando ella era niña y Mattie sólo un bebé. Ella recordaba muy poco y casi nada sobre ese viaje, pero desde entonces había añorado volver, ella quería irse de ese pueblo. La mayoría de las personas en los páramos no se iban, una vez terminada la preparatoria heredaban los oficios de sus padres en el pueblo. Sólo algunos como su amigo o los que sus padres eran profesionales les permitían irse a estudiar una cerrera en la Ciudad aunque para ser realistas, ellos siempre terminaban regresando para ocupar los puestos altos del pueblo...

Sofía quería irse y no regresar jamás, quería terminar la preparatoria y estudiar artes y viajar para pintar tantas cosas que leía o veía en los libros. Irse y explorar con sus propios ojos colores menos pálidos, menos blancos y grises. Algo más allá de la nieve y la enorme muralla.
Aquel día se sentía especialmente frustrada con la vida. El extraño que había ocupado el ático había sido apenas un fantasma durante los últimos dos días que había habitado junto a ellos. Sofi había puesto mala cara cuando se enteró que sus padres le habían acoplado el ático como dormitorio. No era como si ella quisiera donarle su cuarto y que su hermano y ella durmieran juntos, en eso les había agradecido a sus padres que hubiesen respetado su espacio y el de Mattie pero el ático había sido su escondite de ella. Donarlo para que el extranjero se quedará no había sido agradable en absoluto.

Sofía lo usaba para pintar puesto que era el único espacio libre de la casa para que ella pudiera acomodar los caballetes y los lienzos en libertad y era también, el único lugar en el que había una ventana que daba altura suficiente para ver el lago, las montañas, la muralla y su reloj pero sobre todo, la única ventana que daba directo a la mansión Ferrer...

Como sea, ella estaba frustrada y por más que su padre les repitiera a ella y a su hermano tratar al nuevo muchacho como familia está era su casa. Así que con valentía espero que Maximiliano bajará del ático en la mañana. Sofía había descubierto que él salía de su hogar cerca de las diez de la mañana y no regresaba hasta la hora de la cena, así que aquel día cuando estuvo segura de que eran más de las diez subió las escaleras hasta el ático y decidió bajar sus caballetes que habían estado aprisionado en esa recámara que ahora ya no le pertenecía.

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