Capitulo 58.

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Los hombres de Nicholas, prácticamente, lo había obligado a que se marchara a casa. Él había opuesto resistencia hasta el último momento, pero las razones de Andrew o Alex valían más que sus negativas. Poco importaba donde se encontrase, no podría hacer nada hasta que Joseph decidiera hacer acto de presencia de nuevo.

Estaba tumbado en su cama, vestido y sin haber movido las sábanas de su lugar. Contemplaba el techo atónito, casi sin parpadear y con un millón de imágenes corriendo veloces por su cabeza. Por primera vez en su vida, después de haberse quedado solo en el mundo, sentía miedo de verdad. Esa sensación que consume todos tus sentidos y parece estrujarte el corazón a cada segundo que pasa, había regresado para atormentarlo. Estaba realmente asustado. Si nunca había sido fan de no controlar una situación, ahora lo era menos. No soportaba la incertidumbre en la que se encontraba, los continuos nervios que taladraban sus sienes. Su corazón latiendo con brusquedad las 24 horas del día. Sabía que no sería capaz de vivir así mucho tiempo, le pedía al cielo que lo iluminase de algún modo. Que centrase en él su luz divina y lo ayudase a salir de ésta. La última noche que pasó con Jesica acudió a su mente sin que pudiera frenarla. El brillo de sus ojos verdes, las luciérnagas brindándole esa mágica luz que la hacían ver aún más como un ángel. Su risa contagiosa o sus comentarios ingeniosos. Expulsó una bocanada de aire como si su alma intentara escaparse de su cuerpo para acudir en su ayuda donde quiera que se encontrase. Sus ojos se encontraban rojos por intentar mantener el cúmulo de lágrimas que gritaban desesperadas por salir. Decidió dejarlas en libertad, era una tontería seguir escondiendo sus sentimientos. Ahora se arrepentía tanto de tantas cosas, del tiempo perdido sin decirle a Jesica lo que su corazón expresaba con cada latido cuando se encontraba cerca. Ahora se arrepentía de haberla metido, sin querer, en tantos problemas; de que hubiera tenido que vivir cómo casi él pierde la vida, de que hubiese vivido un tiroteo en pleno festival de música, de que hubiera tenido que ser protagonista de una persecución. Se arrepentía de no haberla dejado al margen porque, por mucho que él lo había intentado, no había sido suficiente. Se preguntaba si ella, en estos momentos donde su futuro ni siquiera era algo que tuviera realidad, lo odiaba. Con ese pensamiento, sus lágrimas cayeron por su rostro sin piedad, inundando incluso las sábanas de seda negras de su cama. Se preguntaba si lo maldecía, si se encontraba llorando ahora mismo arrepentida por haberlo conocido; arrepentida porque alguien como él hubiera irrumpido en su vida para ponerlo todo patas arriba hasta el punto de que su vida colgase de un fino hilo. ¿Acaso ella sentía eso? Le costaba respirar, las lágrimas no cesaban y cada latido de su corazón parecía una puñalada que se clavaba en lo más hondo de su pecho. Fueran cuales fueran los sentimientos y pensamientos de Jesica en esos momentos, él solo tenía claro una cosa; estaba dispuesto a dar su vida con tal de salvar la de ella.

Después de llorar desconsoladamente en la oscuridad de su cuarto como hacía años y años que no había hecho —justo desde la muerte de sus padres—, su cuerpo se quedó sin energía manifestándose en un agotamiento tan profundo que cayó dormido sin darse cuenta. En sus sueños le rogaba al cielo que no le arrebatase la vida de otra persona que amaba, porque no sería capaz de superarlo. Imploró que eso no sucediera, que si alguien debía fallecer que fuera él, pero no Jesica.

El sonido del teléfono de Jesica taladrando su oído lo despertó. Atendió al segundo toque, con el corazón en la boca y sin parecer que acabase de despertarse.

— Por lo rápido que coges el teléfono, yo diría que realmente estás preocupado por tu putita —carcajeó al otro lado Joseph. Cerró los ojos intentando no quemar con ellos todo lo que tenía alrededor, imaginándose cómo estrangulaba a Joseph con sus propias manos.

— ¿Cómo está Jesica? —preguntó con un tono autoritario, sonando más a una orden para que le dijera cómo se encontraba.

— Viva, creo que es más que suficiente —el corazón de Nicholas se congeló por un instante— Aunque bueno, eso puede cambiar en cualquier momento. La tengo ahora a mi lado, ¿qué tal si cambiamos ese «viva» por algo mucho mejor?

El principal detonante [Fanfiction].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora