Capitulo 24.

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Nicholas se incorporó en el sofá. ¿Cuánto llevaba allí? Más de hora y media seguro, pero seguía sin poder conciliar el sueño. El sofá era cómodo, estaba a una temperatura agradable y no había nada alrededor que pudiera impedir que cayera sobre los brazos de Morfeo. Nada, excepto sus pensamientos. Una parte de su cabeza se dividía en pensar en Joseph y su banda, el cadáver y en Alex y los demás. Y la otra parte, en Jesica. Pensar que estaba a tan solo varios metros de ella, sobre su acojedora cama, y con su fino pijama; le quitaba el sueño. Necesitaba ir a verla. El sofá comenzaba a parecerle pequeño, incluso la habitación se lo parecía.

— ¡Joder! —maldijo en el tono de voz más alto que pudo permitirse— A la mierda, he prometido ser bueno pero no aguanto; necesito ir.

Zafó la manta que cubría aún parte de su cuerpo y procurando no hacer ruido, se dirigió hacia las escaleras. Comenzó a subir cada peldaño con el mayor cuidado posible. Estaba siendo tan cuidadoso que se tiraba treinta segundos con cada escalón.

Cuando estuvo ya en la parte de arriba, no supo hacia dónde ir. Estaba tan oscuro, que no había ningún indicio de cuál podría ser la habitación de Jesica. Recordó que, vista desde fuera, se encontraba en el ala izquierda de la casa. Pero, ¿cómo demonios sabía él en qué zona se encontraba ahora? La orientación nunca había sido su fuerte, y estando a oscuras, menos. Respiró hondo porque se estaba sintiendo agobiado entre tanta oscuridad y comenzó a caminar. «Probaré la primera puerta. Tal vez sea la suya». ¿Quién sabe? Puede que eso de «la suerte del principiante» fuera esa noche con él.

Tocó el picaporte con ambas manos y empezó a girarlo cuidadosamente. Abrió sus ojos lo más que pudo e intentó visualizar la figura de alguien, pero fue en vano. No obstante, consiguió ver algo; lo que parecía ser un retrete. Frunció el ceño entre tanta oscuridad y, después de haber abierto la puerta lo suficiente, abrió la luz un momento. Efectivamente, estaba en el baño.

— Joder, desde luego que me oriento perfectamente —comentó para sí mismo.

Esa noche, «la suerte del principiante» no estaba con Nicholas.

Cerró la luz rápidamente y pensó con qué puerta seguir. Dio las gracias internamente porque todas estaban cerradas, lo que quería decir que nadie que estuviera dentro se percató de la luz procedente del baño —aunque a la vez maldecía que todas las puertas estuvieran cerradas, eso complicaba su misión.

Decidió seguir con la puerta de al lado del baño. Repitió el proceso anterior, ahora con mayor precaución. Escuchó lo que le parecieron ser un par de pasos detrás suya. Pero no le dio mucha importancia, en esas situaciones el cerebro suele inventarse sonidos. Abrió un poco más la puerta, intentando visualizar quién se encontraba en ella. Estaba exponiéndose más de lo que debería con esa arriesgada misión, pero se le había metido en la cabeza ir al cuarto de Jesica y no pararía hasta conseguirlo. A veces era demasiado cabezota.

Justo cuando asomó su cabeza a través del umbral de la puerta, escuchó dos sonidos a la vez divididos mínimamente por un segundo. Lo primero que sus oídos captaron fue el fuerte ronquido de alguien —notablemente de un hombre—. Y lo segundo, detrás suya, el susurro de una voz conocida.

— ¡Nick! —le llamó Jesica en modo de reproche.

Nicholas, tras comprobar de sobra que había vuelto a equivocarse de habitación; cerró la puerta con tanta precaución como la abrió y se dirigió hacia Jesica.

— Joder, tu casa es como un laberinto —se quejó.

— ¿Qué mierda haces? ¿Pensabas ir a darle un beso de buenas noches a mi padre o qué? —murmuró Jesica.

Nicholas carcajeó por lo bajo. La imagen y el comentario de ella le habían causado gracia.

— Ven —le indicó con la mano hasta llegar a su cuarto.

El principal detonante [Fanfiction].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora