Capitulo 51.

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El sol había salido radiante esa mañana, como si no hubiese estado lloviendo todo el día de ayer, aunque el ambiente aún era húmedo y las nubes negras aparecían por momentos en el cielo amenazando con una nueva tormenta. Apesar de que Nicholas no había dormido mucho, había pasado una buena noche. El recuerdo del día anterior aún vagaba por su cabeza, pensando en lo diferente que había sido todo, como si se tratase de una vida paralela a la que él había llevado todo este tiempo.

«Eso quiere decir que soy tuyo, Jesica». Aún se le erizaba la piel cuando escuchaba esa misma frase en su cabeza dicha por él mismo. En la vida pensó que se atrevería a decirle algo semejante a alguien, ¿cómo iba a entregarse a alguien de ese modo cuando apenas le abría el corazón a la gente? La cosa había cambiado. Con Jesica abrió su corazón incluso antes de que pudiese percatarse, del mismo modo que esas palabras se escaparon de su boca antes de que pudiera siquiera arrepentirse. De hecho, no lo hacía. No necesitó evitarlo, ella ya le había demostrado con pequeños actos que le importaba lo suficiente. Y en su caso no era menos. Jesica era importante en su vida. A decir verdad, se había convertido en uno de los pilares básicos aun en contra de la personalidad reacia de Nicholas. Era un hecho, no podía evitarlo. Esta vez mandaba más su corazón que su cabeza, y por primera vez supo que había perdido esa batalla desde el comienzo.

Nicholas se encontraba en un café con Alex desayunando. Su amigo adoptó una posición relajada sobre el sillón rojizo de cuero sintético, charlando con la camarera morena que les tomaba nota. Era notable a la vista que la chica era, como mínimo, un par de años mayor que él. Pero eso a Alex no parecía importarle, pues mantenía su flirteo con la señorita. Nicholas se mantuvo al margen fingiendo estar distraído mirando por el gran ventanal a su izquierda, aunque lo cierto era que no se perdía ni el más mínimo detalle de la conversación. No le sorprendió cuando la chica accedió a darle su número de teléfono, de manera in fraganti para que su jefe no la viera ligando con clientes. Alex era un capullo puesto que les decía a las tías justo lo que ellas querían oír, a veces sin que éstas se planteasen si solo era una artimaña para llevarlas a la cama. El 80% de ellas caían casi sin oponer resistencia. O Alex era un mago o elegía a todas las débiles. Lo que sí era cierto, es que había mejorado enormemente sus artes de conquista gracias a Nick. Si esa misma situación se hubiese presentado hacía unos años, Alex no se habría comido una rosca. Probablemente la camarera ni se hubiese percatado de su presencia, pero los trucos y experiencias personales de Nicholas enriquecieron a su mejor amigo mucho, tanto que había llegado a ser uno de los solteros de oro de la ciudad. Aunque, para Nick, el término más apropiado para su amigo era «El mayor capullo de la ciudad».

— Mira —dijo Alex moviendo entre sus dedos el papel donde estaba el número de teléfono de la camarera cuando ésta se había ido— Deberías aprender de mí.

Nicholas carcajeó sarcásticamente.

— Di mejor que todo lo que sabes te lo enseñé yo.

— Noto cierto toque de celos en tu voz, princesa. No estarás celosa, ¿no? —preguntó haciendo pucheros con sus labios mientras guardaba el número en su bolsillo trasero.

— Tranquilo, que te la hayas ligado no quiere decir que no me vayas a hacer tus gloriosos trabajitos por la noche —espetó Nicholas dejándolo fuera de juego. Esbozó una sonrisa de victoria a la vez que tomaba un trago de café.

— Ahora tienes a alguien que seguro que lo hace mucho mejor que yo. Esa lengua tiene pinta de trabajar bien, muchacho —garantizó Alex imitando la voz de algún hombre del viejo oeste al soltar esa última frase.

Nick lo escrutó con la mirada menos amigable que tenía sabiendo que se refería a Jesica, y por un momento en muchísimo tiempo, Alex llegó a sentirse amenazado. Si lo hubiese sabido antes, se habría callado.

— ¿Cómo fue la operación de ayer? —preguntó Nick cambiando de tema, sabiendo que por el bien de su mejor amigo no le convenía seguir esa conversación.

— Realmente bien. Pensé mejor lo que dijiste y programé el espectáculo para esta mañana —Nicholas frunció el ceño, señal suficiente para Alex para que se explicase mejor— Pensé que sería peligroso quedarme allí durante la explosición, sobretodo porque era su zona y mi número de hombres era menor. Así que la programé para que explotase esta mañana.

Nick dio un nuevo sorbo a su taza analizando las palabras de su amigo.

— Hiciste bien. ¿Sobre qué hora explotaría?

— Pues —consultó su reloj en la mano izquierda—; debió de haberlo hecho hace unos diez minutos o un cuarto de hora —aseguró con una sonrisa de triunfo en su rostro.

Nicholas intentó imitarla, pero acabó siendo algo más parecido a una mueca. Una pequeña zona de su conciencia aún se preguntaba si estaba haciendo bien, si tal vez no había sobrepasado el límite. Pero tan pronto como esa vocecita llena de coherencia hablaba, la callaba la de la razón asegurando que, tarde o temprano, tendría que tomar cartas en el asunto de manera muy seria. Porque, conociendo a Joseph, no esperaría a Nick para tomar las riendas de la situación. Cuanto antes actuara y mejor, más demostraría que no estaba dispuesto a dejarse vencer. Sabía que no iba a ser una batalla sencilla, a decir verdad sería la peor que habría librado; por ese motivo necesitaba fuerza y seguridad en sí mismo. No podía echarse atrás con sus decisiones y demostrar debilidad, acabaría siendo una presa fácil para Joseph, el cuál no tardaría en atacar a su yugular.

— Hablando de todo un poco, ¿dónde estuviste ayer? —cuestionó Alex mordiesqueando un croissant relleno de crema de cacao.

Nicholas tragó saliva casi sin darse cuenta, era una pregunta que lo había pillado con la guardia totalmente baja. Se demoró demasiados segundos delatándose a sí mismo de forma indirecta.

— Sé que estuviste con Jesica —dijo Alex recorriendo con su lengua los labios para deshacerse de los restos de comida. Se lo decía de buenas maneras, haciéndole saber que no tenía por qué esconderlo o inventarse algo.

Nicholas resopló, entendiendo a qué se refería su amigo. Asintió mientras le daba un trago a su café.

— ¿Cómo te va con ella? —cuestionó sonando realmente interesado— ¿Ya estás fuera del mercado, Casanova?

Nick rió, no lo había visto desde ese punto, pero su amigo tenía razón. Salvo en que llevaba más tiempo fuera del mercado de lo que él mismo creía.

Abrió su boca listo para contestar, pero el zumbido procedente del bolsillo derecho de sus pantalones lo interrumpió. Sacó su teléfono móvil y contestó, no sin antes mirar de quién era el número —el cual resultó estar en marcación oculta—.

— ¿Dígame? —contestó con precaución, sabiendo que podría ser cualquiera.

— ¡Jonas, acabaré contigo! —exclamó una voz grave y enfadada al otro lado de la línea.

Nicholas supo enseguida que se trataba de Joseph. Su gesto se endureció al momento y se puso aún más erguido en su asiento. Podía escuchar de fondo los alaridos de alguna gente y el sonido chispeante parecido a las llamas del fuego, señal más que suficiente para saber que la bomba había explotado.

— Oh, ¿cómo estás, Joseph? —dijo fingiendo cortesía en su tono— ¿Qué opinas del tiempo hoy? Hace un sol que arde, ¿eh?

Alex carcajeó tan fuerte que Nicholas tuvo que tapar el altavoz por un momento.

— ¿Una bomba? Qué ingenioso —musitó con enfado.

— Me gusta sorprender, querida —aseguró cambiándole el sexo.

— Te haré pagar por esto, Nicholas, ténlo por seguro. Encontraré tu punto más débil y te haré sufrir.

El aire de sus pulmones por un momento abandonó su cuerpo al aparecerle mágicamente la imagen de Tracy y Jesica. Tragó saliva recobrando la compostura y sobretodo no queriendo mostrar debilidad.

— Te deseo suerte con eso. Mientras tanto, deberías vigilar tus espaldas, no voy a esperar tu siguiente paso.

Colgó sin responderle. Nick pasó ambas manos por su pelo y masajeó sus sienes. Mentiría si dijera que las palabras de Joseph no lo habían asustado. Ahora más que nunca tendría que andarse con pies de plomo. No estaba dispuesto a poner en riesgo a su madre, ni tampoco a Jesica. Aunque el precio que tuviera que pagar por protegerlas fuera su vida.

El principal detonante [Fanfiction].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora