Me estremecí como jamás lo había hecho antes. Quería gritar de frustración, pero no lo hice o mis padres se darían cuenta que algo estaba pasando y eso solo empeoraría las cosas. Aquella entrada del diario había sido la peor hasta el momento.
Desagradable, extremadamente gráfica y repugnante.
Lo peor de todo, imaginaba a Damián en aquella situación y me entraban ganas de vomitar. No, no, no. Definitivamente no podía enamorarme de un hombre así. Ew.
Una de mis amigas había desaparecido y yo sabía quién había sido el culpable, estaba segura. Pero no sabía qué hacer en este momento. ¿Correr y entregarle el diario a la policía? No funcionaria.
Horribles pensamientos invadieron mi mente. ¿Acaso Damián estaría haciéndole a Jess lo que a esa prostituta? Tenía que salvarla.
Hice a un lado las sábanas de mi cama. Abrí el ropero y saqué los primeros jeans que encontré, empecé a ponérmelo tan rápido que hasta yo me sorprendí; hice lo mismo con las botas y una camiseta.
Al otro lado de la cama estaba ese maldito diario que tantos problemas me estaba causando. Fui hacia él, estuve a punto de meterlo en mi mochila y salir de esa habitación en busca de mi amiga, pero algo me decía que tenía que leerlo una vez más. Mi estúpida curiosidad de nuevo, pensé.
Maldito diario:
Escribo este diario no por una razón en específica, sino que lo hago para liberar todo lo que siento. Este diario está escrito desde lo más profundo de lo que queda de mi corazón, en donde antes había bondad y amor. Ahora solo queda rencor y odio. Jamás me consideré una mala persona, siempre había querido ayuda a dar, a ser el cambio en este mundo perdido. Soñaba con formar una hermosa familia y ser feliz hasta el final de mis días, pero el odio y las traiciones me transformaron en un monstruo.
Si escribiera que me arrepiento de lo que hice, estaría mintiendo, y yo soy todo menos un mentiroso. Las acciones que cometí fueron consecuencia de lo que ellos me hicieron y si tuviera que hacerlo una vez más, lo haría.
D.
Cerré el diario. Algo en mí acababa de despertar ¿era acaso compasión?
Esas palabras cambiaron mi forma de pensar sobre Damián. No había considerado cómo se había sentido el haber visto cómo sus amigos lo traicionaban en su cara. Debió haber sido doloroso, pero eso no justificaba los asesinatos.
Abandoné la idea de marcharme para investigar y me recosté nuevamente, vestida.
Aquella noche no pude dormir. Cerré los ojos abrazando el diario, pero fui incapaz de entrar al reino de Morfeo.
Y cuando la luz del sol comenzó a ingresar por la ventana. Me alisté, arrojé el diario en la mochila y salí corriendo.
—¿A dónde vas a esta hora, querida? —preguntó mi madre, quien se encontraba preparando té en la cocina.
—Tengo un trabajo que hacer en la casa de Romí —grité al mismo tiempo que cerraba la puerta de mi casa.
Encendí el celular que me había prestado Gael. Marqué el número telefónico de Romina y esperé pacientemente que contestara.
—¿Bueno —dijo Romí—, ¿eres tú, Luna?
—Sí, soy yo —contesté de inmediato—. Voy directo a tu casa para que me cuentes que está sucediendo con Jess.
—Está bien, apresúrate —agrego Romí—. Los padres de Jess están desesperados.
Subí de prisa al primer bus que pasó por la avenida. Siendo sábado por la mañana, estaba cas vacio; no había nadie a parte del chofer y una persona que iba en el fondo leyendo un periódico
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Leyendo al asesino
Mystery / ThrillerLuna siempre fue una joven curiosa, hasta la noche en que se le vino el alma a los pies cuando su entrometimiento se topó con un libro bastante peculiar, el diario de un asesino cuyo contenido narraba las más morbosas escenas que la chica hubiese le...