—Pero, ¿qué sucede? —pregunté.
No me oyó; ya se había adentrado en la cabaña.
Me abracé a mis piernas, temblando en una horrible mezcla de frio, dolor y miedo. La cabeza no dejaba de darme vueltas y la visión no se me había aclarado por completo. Aunque lo intentara, no sería capaz de huir.
¿Por qué me salvó? ¿Quién podría haber irrumpido en esa vieja casa? Nada tenía sentido.
¿Y Jess? ¿Dónde estaba? ¿Seguía con vida? ¿Qué pensarían mis padres?
Tantas preguntas y ninguna respuesta.
—¿Qué estás haciendo adentro? Sal de ahí. No quiero estar aquí sola —murmuré, sabiendo que nadie podía oírme.
Ya tenía un par de minutos dentro, lo que comenzaba a desesperarme, inquietarme.
De pronto, Damián apareció en el umbral. Lucía cansado. Quizás estuvo buscando hasta en el rincón más pequeño, por si alguien se escondía.
—¿Todo bien? —pregunté, inquieta.
—Excelente —contestó, con esa voz de la que me era imposible resistirme—. Entremos.
Asentí levemente mientras tomaba su mano para levantarme. Luego, me acomodó como se ayuda a una persona que está coja: apoyando su cuerpo por debajo del mío, pasando su cabeza bajo mi hombro derecho. Así avanzamos hasta la sala de estar.
—No te muevas —me pidió, sentándome en el viejo sillón.
Como si realmente pudiese levantarme por mi cuenta.
Damián se acercó a un pequeño mueble en el que no había reparado con anterioridad. Dentro había un botiquín.
El chico lo tomó y se sentó a mi lado.
—Espero te quedes tranquila y sin gritar mientras curo tu herida. —Un espasmo de adrenalina recorrió mi torrente sanguíneo, hasta llegué a pensar que había dado un impulso hacia atrás, pero no. Solo era la impresión y el susto.
—¿Ya lo has hecho antes? —pregunté.
—No, pero siempre hay una primera vez ¿no?
—¡¿Qué?!
Se burló.
—Claro que lo he hecho antes; no me atrevería a arriesgar tu vida por nada del mundo. Sacó una mota de algodón y comenzó a limpiarme la herida con sumo cuidado—. ¿Te duele? —preguntó, asegurándose.
—No. Tienes muy buena mano.
Luego humedeció otras motas de algodón con agua oxigenada, para desinfectar la herida. Al final de todo, colocó una gasa , y como no había adhesivo médico colocó en cada esquina unas banditas.
—¿A cuántos niños acabas de dejar sin que su mamá les pueda colocar una bandita en las rodillas para caídas, a cuatro?
Sonrió con sarcasmo.
—No me importan esos niños. Por mí, pueden desangrarse. Lo único realmente importante es que tu estés a salvo. —Besó suavemente la gasa sobre mi herida—. Todo estará bien.
—No estoy muy segura de ello —pensé en voz alta.
—¿Por qué no habría de estarlo?
Me quedé sin palabras, no sabía qué contestar a esa cuestión y permití que se creara un incómodo silencio prolongado hasta que él cambió de tema, preguntando sobre mi teléfono.
—¡El teléfono! —exclamé—. ¡Lo había olvidado casi por completo! Es de mi amigo Gael. Me matará si lo pierdo. Ya dañaste el mío en aquella fiesta y ahora yo dañé el de él, seguro pasaré unos meses sin teléfono.
—Tranquila, ya te pagaré ambos cuando todo esto termine.
¿Y de qué le sirve un teléfono a un cadáver?
Quise preguntarle por qué lo había destruido en primer lugar y también me intrigaba saber el motivo por el cual decidió entregarme su diario.
Pero me contuve.
—Creo haber visto algo por la ventana. Ya vengo. —Damián se puso de pie repentinamente y salió corriendo.
Confundida y sin poder levantarme, dejé que mis manos cayeran entre las rendijas del sillón.
¿Qué es esto? Mis dedos palparon un papel arrugado. Lo saqué de allí y noté inmediatamente que se trataba de una página del diario.
Sin pensarlo dos veces, comencé a leer.
Maldito Diario
Sé que ya lo he dicho un millón de veces, pero realmente no me arrepiento de haber matado a Adam y Cassy, lo tenían bien merecido, no siento tormento por ello. Sueño casi todas las noches en cómo los asesiné y en otras posibles formas de haberlos matado. ¿Por qué? Ellos fueron los culpables de que mi instinto asesino despertara, naciera y actuara.
He decidido comenzar una nueva vida en la cual utilizaré la falsa máscara de bondad con quienes lo merezcan, mientras castigo a todos aquellos que traicionan a sus seres queridos y a aquellos que me recuerden a las sombras de mi pasado. Siento la imperante necesidad de hacerlo.
Y me pregunto...
Escuché a alguien entrando por la puerta y, asumiendo que se trataba de Damián, guardé la página en un calcetín.Oí pasos acercándose a la habitación y parando frente del otro lado del umbral. Luego, el sonido de la manija descendiendo ante un intento de apertura.
La puerta se abrió de golpe y Damián entró corriendo hacia mí.
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Leyendo al asesino
Mystery / ThrillerLuna siempre fue una joven curiosa, hasta la noche en que se le vino el alma a los pies cuando su entrometimiento se topó con un libro bastante peculiar, el diario de un asesino cuyo contenido narraba las más morbosas escenas que la chica hubiese le...