X

3.7K 494 15
                                    


No existían palabras para describir cómo me sentía en aquel instante. Ninguna definición era adecuada para explicar la gran acumulación de emociones aprisionadas en mi pecho. En ese fatídico momento cuando el tiempo pareció detenerse con mortuoria insolencia, la palabra miedo cobró un nuevo significado que no es posible poner por escrito.

A pesar de sentir la adrenalina recorriendo mis venas a una velocidad incalculable, no podía moverme. Mi cuerpo se desconectó de la mente y cada músculo se tensó, convirtiéndome en una estatua, petrificada cual víctima de Medusa.

Miedo.

Mucho miedo.

Terror.

Congelada ante la escena que acababa de presenciar y abstraída de todo lo que me rodeaba, no noté cuando David se acercó a mí.

Se aproximó con paso decidido y se detuvo a pocos centímetros de donde me encontraba. Con una mano, tomó mi cabello y, tirando con fuerza, me obligó a levantarme. Pude sentir el dolor, mas ningún sonido escapó de mis labios.

—¿Qué crees qué estás haciendo? —La voz de Damián parecía lejana. Un susurro siendo arrastrado por el viento—. Tenemos un trato. Yo me ocuparé de ella. Es mi presa. Luna es mía.

La frase me devolvió a un estado casi totalmente consciente. Yo era suya. Le pertenecía desde el momento en el cual entró en mi vida.

Alcé la vista y analicé las expresiones de los hermanos.

En el rostro del mayor se dibujó una sonrisa retorcida que causó que la ira deformara las facciones del menor. Si a esto le sumamos el pánico estampado en mi cara y lo retratáramos, tendríamos posiblemente la mejor pintura grotesca de la historia.

—No te preocupes. Tú serás quien la mate tal y como acordamos. Yo simplemente deseo jugar con ella un rato. —Posó sus manos llenas de sangre en mi cadera y sus labios en mi cuello.

Quise vomitar. Y vengarme.

Pero era aún incapaz de controlar mi cuerpo y pegarle una patada en la entrepierna como las heroínas de películas de acción.

—Detente —supliqué con un hilo de voz.

No lo hizo. Por el contrario, lamió mi cuello con lujuria, descendiendo hasta el hombro. Entonces, sus manos subieron por mi espalda, debajo de la ropa.

Y algo lo detuvo.

Todo sucedió muy rápido. Logré ver el brazo de Damián moviéndose a gran velocidad hacia mí. Lo siguiente que recuerdo fue haber sentido una mano en mi hombro y ser empujada hacia un lado. Cuando reaccioné y me quité el cabello del rostro, finalmente comprendí lo que acababa de ocurrir. Damián había sacado un cuchillo de quién sabe dónde y atacado a su hermano. Ambos se encontraban en el piso; el menor sobre el mayor, con una afilada y reluciente hoja de por medio. La mano de David se aferraba con fuerza del filo y la sangre corría por su antebrazo, extendiéndose a gran velocidad.

—¡No te atrevas a ponerle una mano encima a Luna! —gritó Damián. Su rostro había tomado coloración rojiza y pequeñas gotas de sudor comenzaban a resbalarse por su frente debido al esfuerzo¡Quita tus asquerosos labios de mi novia!

¿Novia? Todo dejó de importarme cuando oí aquello ¿Desde cuándo estábamos saliendo? Daba igual, el oír esas palabras de sus labios devolvieron a mi corazón la habilidad de latir.

—¡Luna! ¡Luna! ¡Luna!

Reaccioné tarde a sus palabras.

—¡Huye! ¡Llama a la policía! —ordenó Damián.

Sin embargo, seguía sin poder moverme con libertad y, al mismo tiempo, temía que cuando regresara fuera demasiado tarde.

—No pienso dejarte —contesté, intentando incorporarme.

Logré ponerme de pie al sostenerme del muro. Recorrí la habitación con la mirada en busca de cualquier objeto que pudiese servirme para golpear a David.

Me encontraba distraída cuando el menor de los hermanos gritó. El mayor había tomado control de la situación.

El cuchillo se encontraba ahora enterrado en el hombro de Damián.

Asustada, tomé una silla vacía y golpeé al asesino con fuerza, pero sin la intensidad necesaria para que perdiese el conocimiento. De hecho, el agresor se enfureció tanto que apartó a su hermano y me asestó un golpe en el estómago, obligándome a retroceder. Caí con la espalda contra la pared, junto a la puerta que comunicaba con la habitación continua. Sentí un dolor agudo en el tobillo que parecía haberse torcido.

No me importó, observé la escena nuevamente.

David se encontraba de pie en el centro del cuarto. Tenía un pie apoyado sobre la espalda de Damián que parecía estar al borde del desmayo.

—Me cansé de ti, gatita curiosa —dijo apuntando el arma hacia mí con su mano sana.

Supe rendirme. Me era imposible ponerme de pie y no tenía forma de defenderme.

Al menos moriré sin haber sido torturada. Perdón mamá, perdón papá. Romi, Gael; los quiero.

Pensé mis últimas palabras y cerré los ojos en lo que fue el segundo más lento que jamás he vivido. Mi segundo final.


--------------------------------------------------

De todos capítulos que me tocaron escribir a mí, este es mi preferido.

uutopicaa


Leyendo al asesinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora