Dios mío. Al intentar recoger mi teléfono en un movimiento brusco, la pequeña canoa se balanceó de lado a lado provocando que Damián dejara de remar. Se volteó y vio mi pequeño teléfono en el piso. Ya estaba demasiado molesto por lo de antes, ahora sí me mataría. Seguramente me ahogaría en el lago. Debí haber aprendido a nadar.
—¿Qué demonios haces? —Era obvio que Damián estaba más que molesto.
—Nada más revisaba mi teléfono.
—¡Detente! —gritó tan alto que casi quedé sorda. El eco de su voz se trasladó al vacío del aire. Todo mi cuerpo empezó a temblar. Damián lo notó y tomó mi mano, arrepentido—. Disculpa si te asusté, tranquila, no te haré daño. Es solo que necesito que confíes en mí y no te muevas tanto o podrías caer.
Rápidamente quité mi mano de la suya, apartándola, y asentí en silencio. Él recogió mi teléfono del suelo de la canoa y lo guardó en el bolsillo izquierdo de su pantalón. Luego, giró su torso hacia delante, como si nada hubiera pasado, como si solo se hubiera creado el sonido molesto de una mosca a su alrededor y que fue apartada de un manotazo. Siguió remando hasta llegar al centro del cuerpo de agua. Allí se detuvo. Todo quedó en calma, petrificado por unos minutos. En parte, era un poco incómodo, pero a la vez muy lindo.
—Qué hermoso ¿Verdad? —preguntó.
—Sí, así es. —respondí.
Damián intentaba conversar conmigo, pero yo no decía mucho, era fría. No podía confiar en él. Era cierto que me atraía, pero era un asesino, simplemente no podía bajar la guardia. Pasados un par de minutos, mi captor decidió regresar, sin embargo, uno de los remos se atoró. El chico maldijo en voz baja mientras forcejeaba hasta que, con un movimiento rápido, logró liberarlo y, de paso, empujarme con fuerza fuera del bote, golpeándose mi cabeza con el borde de la canoa. Sentí el agua helada metiéndose debajo de mi ropa y calándome hasta los huesos mientras me hundía, adolorida y mareada.
Así que este era tu plan. Pensé.
Contra toda lógica, Damián se lanzó al agua para rescatarme. Rodeó mi cuerpo con su brazo derecho, mientras que con el izquierdo avanzaba, hacia arriba.
Una vez en la canoa, empecé a toser con todas mis fuerzas intentando sacar el agua helada que había tragado. Era una sensación horriblemente dolorosa.
—¿Estás bien, amor?
¿Amor? ¿En serio? ¿Que le sucedía? Noté que al decirlo estaba preocupado por mí. Levanté la vista y creí ver lágrimas recorriéndole el rostro, pero probablemente era el agua del lago.
—Espera, te ayudaré —agregó.
¿Respiración boca a boca? No gracias.
Negué con la cabeza mientras seguía tosiendo.
—No quiero que intentes besarme —mentí con dificultad.
—¿Besarte? No iba a hacer eso, sino esto. —Me tomó por la cintura y apretó fuerte en la boca del estómago haciendo que toda el agua saliera por mi boca. Gracias a Dios no había comido nada, porque de seguro hubiera salido agua y algo más, y no hubiera sido nada agradable de ver.
—Gracias —susurré y me llevé una mano a la cabeza que dolía infernalmente.
—Luna, estás sangrando mucho, volvamos a la cabaña. —Se posicionó enfrente de mí y comenzó a remar con mucha fuerza hasta que llegamos a la orilla.
Era incapaz de ponerme de pie. Mi vista comenzaba a nublarse y la energía abandonaba mi cuerpo. Damián lo notó y me cargó, con una mano debajo de mis rodillas y otra debajo de mis hombros. Por la fuerza que tenía debo decir que no se veía cansado. Me recosté en su hombro, estaba muy débil.
—¿Que tienes? —pregunté débilmente—, pareces enfadado.
—No es nada.
A juzgar por su voz temblorosa me di cuenta que estaba mintiendo. ¿Cómo quería que confiara en él si no me explicaba qué le pasaba?
Sabía que me esperaba un largo camino cuesta arriba, así que opté por cerrar los ojos y disfrutar del suave aroma a menta que desprendía el cabello de mi captor y la calidez de su piel contra mi cuerpo helado.
En algún momento perdí la conciencia y desperté fuera de la cabaña. Me encontraba aún en brazos de Damián, quien me observaba atentamente. Estaba totalmente sudado y sus manos temblaban un poco.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—Bien. Adolorida pero, al menos no moriré —dije con sarcasmo.
—Perfecto. No soportaría perderte así.
¿Así? O sea que podría perderme de otra forma ¿No? Como, por ejemplo, asesinándome.
—Oye, Lunita. Es peligroso estar aquí. Deberíamos marcharnos ¿Puedes ponerte de pie?
—¿Por qué? —pregunté.
—No pensaba contarte nada, pero dado que eres tan curiosa creo que lo mejor será mostrarte —suspiró y señaló la entrada de la pequeña construcción.
Mis ojos se abrieron por la sorpresa. La puerta estaba entreabierta.
—Quédate aquí. Iré a revisar. Si oyes algo, huye. Si pasa un rato y no salgo, huye. No importa lo que pase, si no estoy de vuelta pronto, corre y no regreses.
Damián me ayudó a sentarme sobre un tronco caído y besó suavemente mis labios antes de adentrarse en el edificio de madera.
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¿PlotTwist? ¿Qué creen que está sucediendo? ¿Alguna teoría?
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Leyendo al asesino
Mystery / ThrillerLuna siempre fue una joven curiosa, hasta la noche en que se le vino el alma a los pies cuando su entrometimiento se topó con un libro bastante peculiar, el diario de un asesino cuyo contenido narraba las más morbosas escenas que la chica hubiese le...