Capítulo 1

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Comenzaba a despertar del hermoso sueño que había tenido. Me encuentro satisfecha y llena de una completa felicidad, con una amplia sonrisa en mi boca y seguramente con ese brillo especial en los ojos. Debo tener el típico semblante de una mujer recién casada y enamorada que acaba de soñar con un bello recuerdo de su boda.

Todavía puedo recordar casi con exactitud los votos que David declaró frente al altar.

"Siempre intentaré comprenderte, siempre dejaré que sepas lo que pienso, siempre intentaré apoyarte, intentaré combinar con éxito nuestras vidas, con suficiente libertad para crecer como personas. Yo siempre consideraré cada día contigo como algo especial, ocurra lo que ocurra en nuestras vidas. Yo me cercioraré de que nuestra relación florezca cada mañana de cada día porque yo siempre te amaré y te respetaré aunque mi existencia en este mundo cese algún día".

No creo poder olvidar aquellas palabras jamás ya que calaron profundamente en mi ser. Espero que David recuerde mis votos como yo recuerdo los de él.

Miré nuevamente por la ventanilla del jet privado, donde David y yo viajamos a no sé dónde. Probablemente me lleve al infinito y más allá, de luna de miel ya que llevamos unas diez horas de vuelo. Él se niega a revelarme nuestro destino y comienzo a sentir cierta frustración porque muero de curiosidad.

- Luces radiante. - Dijo David.

Mis ojos enseguida fueron hacia esa figura que tanto adoran ver.

- Me declaro culpable. - Dije con cierto desdén y picardía.

- El matrimonio le sienta bien, señara Christensen.

- Lo mismo digo, señor Christensen. - Él sonrió encantador y yo hice lo mismo.

Luce tan tierno, despreocupado y cautivador. Definitivamente tengo mucha suerte de tenerlo para mi sola, "es todo y absolutamente mío". Pensé mientras mordía mi labio inferior.

Suspiré al recordar nuestra esplendida y fabulosa noche de bodas. Fue especial, original y única en muchos sentidos. Otra inolvidable noche que añadí en mi lista de las mejores noches de mi vida, casi todas las he pasado junto a David.

- Cien dolares por tus pensamientos. - Dijo David, de pronto.

Lo observé con determinación por unos segundos.

- Te costará mucho más. - Musité finalmente.

Él ríe de tal forma que logro ver su perfecta dentadura desde donde estoy.

- Contigo nada es fácil ni predecible. Eso me encanta.

Ahora fui yo la que sonrió.

- ¿Entonces, cuánto me costará?.

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