Capítulo 25 (David)

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En los confines de mi mente se habían elaborado algunos insultos bastante ingeniosos. Sin embargo, tan pronto puse un pie en la sala de estar se desvanecieron como humo; recordé a mi padre diciéndome: es mejor ser amo de tu silencio que esclavo de tus palabras. Aquél consejo se incrustó en mí como si fuese parte de mi código genético, a su vez también aprendí que la verdad no necesita valerse de insultos para mantener su estatus o golpear más fuerte.

Recordaba las caras del detective Marston y el oficial Hastings. Estaban en el mismo sofá en el que los invité a tomar asiento la primera vez que vinieron a mi casa.

—Buenas noches, señor Christensen—saludó el detective.

No tenía ni una pizca de buenas, pensé enseguida mientras buscaba mis modales sociales en el bolsillo para responder de la manera más adecuada posible.

— ¿A qué debo su visita? —pregunté luego.

—Decidimos pasar para verificar que todo marche bien.

—En serio, ¿acaso también vinieron a darme el beso de buenas noches?—respondí ásperamente.

Ambos se dedicaron una mirada furtiva y luego procedieron a hablar.

—Recibimos una llamada anónima donde se nos informó que su esposa fue secuestrada en su antigua residencia localizada en Upper East Side. 

—Lamento que los hayan molestado pero todo está bien. Pueden irse a casa. 

—Verá, señor Christensen—dijo el detective Marston—. Esto no funciona así. Necesitamos hablar con su esposa para poder levantar un informe y retirarnos. 

Toda mi familia estaba presente pero ninguno de ellos intervino. Ben se mantenía atento pero no abrió la boca. 

—¿Ahora sí se toman su trabajo en serio?

—Siempre lo hacemos, señor—respondió Hastings. 

—Permita que hagamos lo que vinimos hacer o nos explica por qué su esposa no se encuentra en casa. 

—Nadie ha dicho que no se encuentra en casa. 

—¿Dónde está?

—Por el momento se halla indispuesta. Tal vez en otra ocasión puedan conversar con ella. 

No traían una orden judicial así que no vi necesario seguir malgastando el tiempo. Le ordené a Nancy que les mostrara la salida pero Marston no estaba satisfecho.

—No nos trate como imbéciles—soltó cuando le di la espalda para retirarme.

—Hay una investigación en curso en la que se les ha visto involucrados. Cualquier situación que surja nos corresponde estar al tanto e investigar—explicó el oficial Hastings— ¿Conoce las consecuencias del delito de obstrucción a la la justicia, señor Christensen?  

¿En serio, pretenden intimidarme con eso? pensaba. Los miré a la cara, primero a uno y luego al otro. 

—¿Acaso saben ustedes de lo que están hablando?

—Sólo díganos lo que está pasando—dijo el detective. 

—Muy bien, si eso es lo que quieren—empecé diciendo—. Ocurre que un par de agentes vienen a mi casa a exigir respuestas sobre algo que ya debieron deducir y siendo las personas capacitadas que juraron proteger y servir se les escapan detalles tan básico como el hecho de investigar a la familia objeto de su caso.

—¿De qué habla? —me preguntó Marston.    

—Creo que intenta decir que no hemos hecho bien nuestro trabajo—contestó Hastings.

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