Capítulo 8

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El vestido rojo con encaje negro en el área del escote es el apropiado para salir a cenar esta noche. Me coloqué el brazalete negro que tiene detalles dorados y unos zapatos de tacón alto que hacen juego con todo el vestuario.

Lo más resaltante del maquillaje son los labios, los cuales llevo en un tono carmesí, mientras que mi cabello cae en capas onduladas sobre mi espalda. La mujer que veía en el espejo no se parece a la chica de hace un año atrás, le sonreí y ella se mostró satisfecha.

David se encuentra esperándome en la planta baja de la casa, por lo que tomé el bolso y salí a su encuentro. Al bajar las escaleras allí estaba el hombre elegante y cautivador. A menudo me sentía una mujer con muchísima suerte porque tenerlo en mi vida es un regalo del cielo, uno que jamás me alcanzaría la vida para agradecer. Bien sé, que no se trata de una mera atracción sexual o un simple enamoramiento, porque más allá de un buen físico y una cara bonita es un hombre adorable, lleno de bondad e infinitamente tierno como ningún otro. Es grandioso formar parte de su vida y que él sea la piedra angular de la mía.

- Espero ser el causante de esa sonrisa. - me dijo al acercarse.

- Te dejaré con la duda. - dije y mi sonrisa se amplió aún más.

- Siempre tan misteriosa. - respondió.

Se acercó y posó sus manos al rededor de mi cintura para atraerme a su cuerpo. Apartó el cabello que caía por mí cuello para acariciarlo con sus labios y besarme, allí en ese punto en el que adoro que lo haga. Subió delicadamente hasta llegar a mi mentón, dejando un camino de besos húmedos en el proceso. Se detuvo al llegar a la comisura de mis labios y se apartó apenas unos centímetros. Luego una de sus manos sostuvo con firmeza la parte trasera de mi cabeza, su cálido aliento chocaba en mi rostro, mientras tanto yo anhelaba que sus labios terminaran lo que habían empezado de una vez por todas.

- ¿Por qué te detienes? - pregunté sin preocuparme en abrir los ojos.

Escuché su risa y fue entonces cuando respondió

- Te dejaré con la duda y con las ganas también.

Abrí los ojos de golpe y le dediqué una mirada de pocos amigos.

- Eres un imbécil.

- No me agrada que uses ese vocabulario.

Sonreí encantada por ello.

- Imbécil... - repetí en tono burlón.

- Me obligas a tomar cartas en el asunto. Ahora deberé lavarte esa lengua viperina.

Estaba por volver a decir algún otro insulto que lo provocara, pero su boca ahogó toda intención para irritarlo. Satisfecha por lo que he logrado me dediqué a disfrutar de sus dulces labios, explorando con mi lengua todo aquello que me encanta.

Poco después el carraspeo de una garganta se escuchó, me separé de David enseguida al ver a Alyssa junto a Thomas.

- Busquen una habitación. - dijo Aly.

David sonrió. Thomas nos saludó, parece apenado por haber interrumpido.

- No quiero hacerte esperar tanto tiempo, hermanita. Se convertiría en una salida para ir a desayunar y no a cenar, te lo aseguro. - respondió con evidente malicia.

- Deja de decir babosadas y salgamos, muero de hambre.

- ¿Vendrán con nosotros? - pregunté, ya que creí que sólo saldríamos mi esposo y yo.

- Le comenté nuestros planes para esta noche y se le ocurrió unirse a nosotros. - aclaró David, quien me habla con la mirada.

Casi lo puedo escuchar en mi mente diciéndome "No pude evitarlo, la conoces".

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