Capítulo 4

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La nueva casa era fabulosa, pero compartirla con David es lo mejor de todo. Los días se convirtieron en semanas y esas semanas en meses, por lo cual ya estaba más que adaptada en mi nuevo hogar y a mi nueva vida como esposa.

Disfrutaba cada experiencia y aventura con mi adorado David, y me encontraba demasiado bien a su lado. Hasta ahora se podría decir que vivía mi propio cuento de hadas.

- Buen día, Nancy. - Dije al llegar a la cocina y ver a la amorosa y terca mujer preparando la mesa para servir el desayuno.

- Buen día, señora Eileen. - Respondió con su sonrisa habitual.

- ¿Cuándo me dejarás cocinar?.

- Un día de estos.

- Llevas diciendo eso desde haces semanas. - Repliqué.

Ella sólo sonrió y yo me dispuse a terminar de poner la mesa. Jugo, café y té, ensalada de frutas, cruasán y huevos con tocino; fueron distribuidos por Nancy sobre la mesa. Mi apetito despertó y agradecí tener a esa mujer en mi vida.

- Ya revisé la propuesta y no me agrada. La idea es buena pero no está bien desarrollada. Definitivamente hay que discutirlo. - Escuché a David hablar por su teléfono celular al entrar a la cocina.

Luce tan deseable como de costumbre. Mi vista se paseó por la figura masculina que viste un traje azul, camisa blanca y corbata celeste. La imagen es para admirar, me encanta observarlo y darme cuenta lo mucho que me gusta éste hombre.

Tras morder mi labio inferior y reír internamente, por el hilo que seguían mis perversos pensamientos matutinos, tomé asiento en una de las sillas frente a la mesa para desayunar.

- En una hora estaré allá. - Dijo David luego de verificar la hora en su reloj de pulsera.

Acto seguido dejó el móvil sobre la mesa y se dirigió a Nancy para saludarla. Luego llegó a mí lado y depositó un casto beso en mis labios.

- Deja de mirarme como lo haces porque desearé complacerte otra vez y me harás llegar tarde al trabajo. - Dijo, a escasos centímetros de mi rostro.

Sus palabras están impregnadas de picardía. Sonreí porque sabía a que se refería, pero eso no me preocupaba, David es mío y ahora estoy en todo mi derecho de comérmelo con la mirada cuantas veces lo desee, ni siquiera él podía impedírmelo.

- Eso es bastante tentador. - Respondí con fingida ingenuidad.

Él sonrió y tomó asiento a mi lado. Estiró su mano para agarrar la jarra de jugo y servir el sumo de naranja en nuestros vasos.

- Por ahora nos conformaremos con el alimento comestible. El cual también es nutritivo y necesario, Eileen. - Dijo con una sonrisa que insinuaba todo lo contrario a lo que indicaban sus palabras.

- Sé que no soy la única insaciable en esta mesa. - Dije en mi defensa.

Media hora más tarde habíamos terminado de comer. Subí a la habitación para cepillar mis dientes y tomar mi bolso junto con el maletín para ir al trabajo. Cuando bajé, David me estaba esperando para irnos.

Afuera la mañana es espléndida, el cielo azul está totalmente despejado y aunque el sol brilla con intensidad, la brisa que acaricia mi rostro es refrescante. Aaron abrió la puerta del vehículo al vernos salir de casa y minutos más tarde ya nos encontrábamos de camino al centro de Manhattan.

- ¿Haz pensando en lo que te propuse?. - Preguntó David.

- Si.

- ¿Haz tomado alguna decisión?.

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