Capítulo 27

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Solo bastó que la adrenalina disminuyera para empezar a sentir todas las molestias en mi cuerpo. Así que no me negué cuando los paramédicos nos hicieron subir a una de sus ambulancias para trasladarnos al hospital más cercano. Siendo honesta, estaba agotada. Durante todo el trayecto no me atreví a soltar la mano de David ni él la mía. Por más que estaba sumamente cansada tenía miedo de dormirme y despertar de nuevo en medio de una pesadilla. Más tarde, ese mismo día curaron mis laceraciones, suturaron un par de cortes en mis brazos, también la herida en mi tobillo y por último realizaron una larga lista de exámenes y radiografías. Por suerte, todo fueron daños superficiales. Sin embargo, me dejarían una noche en observación solo por precaución.

Afuera los medios de comunicación continuaban instalados ya que les interesaba obtener la primicia de la noticia turbulenta más popular del día. El personal administrativo del hospital tomó cartas en el asunto prohibiéndoles el acceso, lo cual llenó de alivio no solo a David sino también a mí, lo que menos deseaba era dar declaraciones de lo sucedido porque al hablar de ello es como rememorar una vez más toda esa desagradable experiencia que moría por sacar de mi cabeza.

Aquella noche, agradecí haber escapado de esa situación y con la ayuda de un calmante suministrado por una de las enfermeras que me atendían logré conciliar el sueño.

— ¿Cómo te sientes? —me preguntó David cuando desperté la mañana siguiente.

—Muchísimo mejor porque estoy contigo —le dije y besé su mejilla.

Él pasó su brazo por debajo de mi cuello y depositó un beso en mi frente.

—Tu padre volvió a llamar esta mañana.

— ¿Está más tranquilo?

—Desde luego.

— ¿Cómo están los demás?

—Ansiosos por recibirte en casa.

—Me siento mejor. Ya quiero irme, quiero regresar a casa.

—El doctor Robert dijo que te daría de alta hoy.

—Deberías ir por él para que pueda irme lo más pronto posible.

—No te impacientes.

—Odio los hospitales, David. Un día más encerrada en estas cuatro paredes y me enfermaré.

Sonrió como si eso le causara gracia pero yo no estaba bromeando. En ese momento, tocaron la puerta y una mujer con uniforme blanco entró con una bandeja en las manos y el desayuno sobre ésta. Nos sonrió tímidamente y la dejó sobre la mesa.

—Bueno, ¿qué te parece si desayunas y luego muevo influencias para que te liberen?

—Es justo lo que deseaba oír—dije con una sonrisa de oreja a oreja.

David destapó el recipiente de la gelatina, tomó la cucharilla y empezó a alimentarme como si fuese un bebé. No se detuvo hasta que consumí toda la comida. Poco después, me dejó sola para ir por el médico de turno para que finalmente firmara la orden de alta y poder marcharme. Mientras tanto, no perdí tiempo y me apresuré a terminar de alistarme. Luego de vestirme y colocarme las zapatillas fui al baño para hacer un milagro con mi cabello pero me distraje observando mi aspecto pálido y la extraña sombra bajo mis ojos. Fue entonces, que escuché la cerradura de la puerta de la habitación y supuse que David había cumplido con su parte del trato. Así que recogí mi cabello con una goma que conseguí en el bolso que Carter había traído de casa para mí y salí del baño. Mi sonrisa se desvaneció cuando noté que mi intuición había fallado porque quien había entrado era tan solo una enfermera.

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