Nadeshiko-kun (2)

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Segunda parte.

La madre de (T/n) sonrió, sus sonrisas eran poco frecuentes y aunque le alegraba verlas, sentía que cada una estaba cargada de tristeza, así que sólo fue capaz de responderle con una mueca.
Las delgadas y nerviosas manos de la mujer ajustaron la yukata, de telas sedosas y suaves al tacto de su piel, de un ligero color morado claro con pliegues oscuros y otros blancos en los hombros, rodeó la cintura de su hija con el obi de un color rosa pálido e hizo un nudo, lento y perfecto por detrás. Puso el obijime, delgado y de color vistoso, y arregló los pliegues en el eri de zonas oscuras y por último, peinó los suaves cabellos de la chica.
Sus dedos se filtraban en las zonas en que sus cabellos caían por el peso, acariciaba su piel y aspiraba el olor a champú. (T/n) cerró los ojos y siguió las respiraciones de su madre con tranquilidad. La mujer hizo un moño simple, tomó el pequeño adorno del cofre de su cómoda e instaló el kanzashi de flores.

El frío invierno había dado la bienvenida a la primavera, época que disfrutaba más que ninguna. Los cerezos florecían, los olores frescos y nuevos se expandían por toda la aldea y sentía una humilde tranquilidad en el fondo de su pecho. A veces, el calor del medio día se volvía oscuro y lluvioso, aun así, amaba ponerse bajo el kotatsu, esperar a que con el calor de su mismo cuerpo se temperara y junto al compás de la lluvia, tararear un ronroneo mientras alimentaba ese creciente bienestar con un té, juntando sus manos a su alrededor esperando calentarlas. 
Eso habría hecho en los inicios de tan esperada estación, pero Nadeshiko la mantenía ocupada, y casi no tenía tiempo para sus lujos. No se oponía a estar todo el tiempo cerca de él, puesto que sabía todo lo que había pasado, y toda la inseguridad que albergaba su delicado cuerpo y pequeño ser.

- Me traicionó.- Había dicho, y no necesitó más que esas dos palabras para comprenderlo todo. Taichi se lo había intentado mencionar, pero como solía esquivarlo y correr de él, no se atrevió a preguntarle. Esperó pacientemente a que el mismo Nadeshiko le mencionara su tormento. El pueblo era pequeño y las noticias volaban igual que las penas, pero supo que eso solo tenía que salir de su boca para creerlo.

No quería cargar a la chica con sus problemas, así que con valentía y una gran sonrisa la invitó al festival de la época.
Quería verse guapa para él. Le pidió a su madre ayuda para vestir la yukata que tenían guardada en la cajonera del cobertizo.
Con melancolía, la mujer la vistió, la arregló, y cuando terminó con el cabello, tocó sus hombros suavemente, y (T/n) volvió a abrir los ojos y se giró hacia su madre.
Le puso algo de rubor y un brillo de labios, entonces, estaba lista.
Al verla con esa yukata le daban unas enormes ganas de estrecharla entre sus brazos, aprisionándola y dejándola sólo para ella el resto de su vida, y llorar detrás de su oreja pidiendo disculpas, mientras ella la perdonaba, la consolaba, la abrazaba devuelta y lloraba junto a ella, ocultando su rostro recién maquillado y húmedo en su pecho.
Pero sabía que eso era egoísta, y que se esforzó en intentar no mencionar nada, sus problemas atormentaban a la hija que tanto deseaba proteger, la había aislado sin darse cuenta y la había hecho llorar, acompañada de gritos desesperados mientras tapaba sus oídos y cerraba con fuerza sus ojos para que todo se fuera como el agua que se escurre de sus dedos.
Así que reprimió sus deseos egoístas y siguió sonriendo con la boca triste, con los ojos húmedos y las manos tiritando.

(T/n) entendía los deseos de su madre, pero ella también era egoísta, y en ese momento pensó que era una molestia, así que simplemente le respondió con un asentimiento, tomó el kago y en la salida de la casa se puso los geta sin problemas.

- Adiós, mamá.- Le noche estaba templada. No hacía calor y menos frío. A medida que avanzaba, se presentaba, como siempre, un horrible temor que le gritaba para que diese media vuelta y corriera lejos. Pero estaba decidida, tomó con fuerza su bolso y sus pasos se volvieron más apresurados, entonces la madera de los geta resonaban y le dolían los pies. Dejó pasar eso y siguió su camino con la misma decisión que se filtraba en sus fugaces ojos.
Mientras caminaba y se acercaba al río, las luces iluminaban más su camino, cálidas como amarillas, con el fuego dentro titilando como las estrellas. Cuando llegaba a los pies del templo, vio cerca de una estatua a Nadeshiko revisando la hora en su celular, arreglando su chaqueta y cambiando el peso en la otra pierna.

Types of Anime Boys (One-Shots Lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora