2. ¿Está bien?

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PABLO.
2. ¿Está bien?

En ese momento no lo sabía, pero acababa de sellar mi destino, lo pagaría demasiado caro.

Amablemente, me ofrecí a ayudarla a levantarse tendiéndole mi mano.

-Lo siento, andaba distraído y... -la miré a los ojos. ¿De verdad que era la misma mujer que antes había visto? Bueno, no la había visto, por eso me encontraba en esa situación. Me obligué a apartar la vista de ella. -¿Está bien?

Esto me salió, sin pensarlo, en español. Y me sorprendió que ella también me contestase en mi mismo idioma.

Hubo algunas personas que se nos quedaron mirando, pero enseguida pasaron de largo.

-Me acabas de poner diez años de más -rió ella, risa a la que yo me uní.

Era española como yo. Se le notaba bastante por su acento.

Su voz era profunda, pero tampoco daba de lado un tono sexy y a la vez dulce.

Me dediqué a estudiarla por unos segundos. No aparentaba más de treinta años, pero apuesto a que tenía más. Su pelo me distraía en la forma en que caía en cascada sobre sus finos hombros, era un color original, un moreno casi rubio con matices rojos, apuesto a que no era natural. Sus ojos color avellana me atrajeron desde lo más profundo de mi ser.

A simple vista era una mujer sexy, muy sexy.

-Me suena mucho tu cara. Tú eres Pablo Alborán, ¿no? -preguntó.

No debería de haber seguido hablando con ella nunca, pero me atrajo demasiado como para dejar pasar una oportunidad así.

Asentí. Si digo la verdad, no me hizo mucha gracia que me llamase por mi nombre artístico, pero era como me conocían en todos lados.

-Aunque me llamo Pablo Moreno.

Por un momento pensé en que me pediría que le firmara o que me hiciera una foto con ella, cosa que no pasó.

-Y tú, ¿cómo te llamas? -inquirí. Quería saberlo, algo dentro de mí ansiaba saber más de ella. Otra parte me decía que no. Y yo hice mal en escuchar a la primera; esta mujer sólo me traería problemas.

-Soy Tamara, Tamara Méndez.

Tamara Méndez... sonaba tan... ¿melódico?

-Pues, encantado de conocerte Tamara. Me tengo que ir, pero ojalá nos volvamos a ver -le dije. Y en cierto punto sí, a algo dentro de mí le gustaría volver a verla. Probablemente a la parte de mí más masoquista.

-Encantada, Pablo -respondió y me devolvió una sonrisa.

Seguí andando hasta llegar a mi casa de aquí.

Y ya todo había cambiado. Yo no lo sabía, pero me acababa de sentenciar. Mi vida iba a cambiar.

Quizás aquel día sí que había acabado encontrando un poco de inspiración.

En brazos de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora