9. Las consecuencias no iban a ser buenas

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PABLO
9. Las consecuencias no iban a ser buenas.

Caí rendido tras una larga noche. Lo mejor de todo era la sensación de que el otro lado de mi cama no estaba vacío.

Ella no me pertenecía, ella no debería de ser nada para mí pero, no estaba solo, y eso me hacía estar feliz.

Definitivamente, la soledad estaba acabando conmigo. Necesitaba a alguien que me acompañase en las largas noches de estudio, que tras cada concierto estuviera ahí conmigo, alguien que me comprendiese y me soportase. Y fui a buscar a ese alguien al lugar donde no debía de buscar.

A la mañana siguiente me desperté con una extraña felicidad en el cuerpo. Hacía tiempo que no amanecía sonriendo. Antes, simplemente me despertada, miraba a mi alrededor y sonreía, sonreía por todo lo que me estaba pasando. Ahora, simplemente ya me despierto con una sonrisa.

Mi abuelo siempre decía que ser feliz es el mayor logro del ser humano, y que solo te podías sentir completo cuando eres feliz, por mucho que tengas. ¡Qué gran razón tenía!

Simplemente, mi sonrisa se desvaneció un poco, al menos en un cincuenta por ciento, al ver que esa mujer con la que por la noche me dormí, hoy no había despertado a mi lado.

Algunas escenas algo borrosas de esa noche se pasaron por mi cabeza recordando a aquella diosa con la que compartí más que palabras.

Un dolor agudo que recorrió toda mi cabeza me hizo recordar que anoche no todo lo que hice fue eso. Maldita resaca.

Conseguí a duras penas levantarme de la cama. Hay gente que el día después de salir a beber se lo pasa entero en la cama, pero a mí me gusta combatir este dolor de cabeza a mi manera.

Me di una ducha rápida para refrescarme algo, me preparé un café con leche con un cruasán de chocolate para coger fuerzas y me puse un chándal.

En menos de una hora estaba listo. Cogí mi iPhone y puse un playlist con música para hacer deporte. Salí de casa y comencé a trotar por las desiertas calles. Supongo que la gente estaba trabajando a esas horas.

Aunque la música ayudaba a dejar de pensar por unos momentos y centrarme en el deporte, no se me paraban de pasar por la cabeza imágenes de esa noche. ¿La volvería a ver? ¿Volveríamos a estar juntos, tanto como esa noche, alguna otra vez?

Inconscientemente, la iba buscando por las calles de Los Ángeles. ¿Y si la encontraba?, ¿podría hablar con ella? Y si pudiese hablar con ella, ¿qué le diría?

No tenía nada planeada por si la veía, pero necesitaba volver a verla, aunque solo fuese de lejos cual cazador furtivo acechando a su presa.

Fui dando una vuelta por los alrededores de los hoteles cercanos que conocía pero, como era evidente, no la vi. Ni siquiera tenía un número para llamarla.

Volví trotando cansado a casa. Estaba agotado físicamente, y eso que normalmente solía hacer el doble de kilómetros.

En mí, había una gran confusión de sentimientos. ¿Porqué la buscaba si no quería nada? Tamara me había hecho feliz prácticamente sin hacer nada, pero estaba triste por algo más que evidente que era el no haberla encontrado. No sabía qué estaba provocando en mí, y a día de hoy tampoco sé qué es lo que provoca. Solo sabía que las consecuencias no iban a ser buenas.

En brazos de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora