8. Este chico no se había quedado en unas simples palabras.

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TAMARA
8. Este chico no se había quedado en unas simples palabras

Sin siquiera llegarme a dar cuenta, Pablo se había acercado a mí bastante, tanto que con solo inclinar un poco la cabeza juntó su boca y la mía.

Perfectamente podría y debería de no haber seguido ese beso; debido, entre otras cosas, a que él iba medio borracho y olía mucho a alcohol. La verdad es que no me imaginaba a este chico bebiendo, pero tampoco lo conocía.

Cometí un gran fallo, que fue hacer lo que siempre hacía y dejarme llevar en ese momento por los instintos y los deseos.

Le quería seguir besando, le deseaba, no sabía porqué. Era famoso, joven y guapo. No estaría nada mal tener con él algo más que palabras.

Poco a poco el beso fue yendo a más hasta que le vi sacar las llaves de su casa. En ese momento comprendí perfectamente lo que yo ya imaginaba y él quería.

La pregunta era: ¿estaba dispuesta a hacer esto? Esa duda me asaltó hasta en momento en que vi la puerta abierta y, dejándome llevar por mis instintos, entré incluso antes que él.

No sabía exactamente dónde estaba el dormitorio, y no quería visitar otra estancia en la casa que no fuera esa, así que me dejé guiar por él escaleras arriba. Hubo un momento en que casi se cae, pero conseguimos llegar a su habitación.

Nos tumbamos en la cama y, como era evidente, la ropa entre nosotros fue sobrando.

Definitivamente, este chico no se había quedado en unas simples palabras. Lo de esa noche fue algo que, por más que quiera, creo que no voy a volver a sentirme así nunca más.

Me dormí por un par de horas tras escuchar un "te quiero". Definitivamente, iba borracho. No me podía decir eso, no debía.

Me desperté sobre las nueve con una agradable sensación en el cuerpo. Él me abrazaba y, aunque reconocía que era agradable y que me protegía bastante del frío, me levanté con cuidado de la cama para no despertarle. Él seguía durmiendo mientras yo me volví a vestir, buscando mi ropa que ahora estaba por toda la habitación.

Bajé silenciosamente de su casa y me fui, intentando huir de todo lo que había pasado esa noche, aunque no quería olvidar, ni me arrepentía de nada, simplemente, fue una noche más. Una noche maravillosa, pero una noche más.

Cogí un taxi y llegué al aeropuerto, mi vuelo salía en una hora. Allí estaba Ismael, esperándome como siempre.

Le di un beso para saludarle y enseguida fuimos dejando las maletas y demás.

Cuando por fin ya nos sentamos en el avión, él me miró. Su mirada a veces se te clava, pero de una forma tierna. Este hombre, prácticamente no tiene maldad alguna.

-¿Qué has estado haciendo?, ¿porqué has llegado tan tarde? -me preguntó.

Sé que él no es un controlador maniático que necesita estar las veinticuatro horas del día pendiente de mí, pero también sé que adora el orden y las cosas bien hechas, por lo que de llegar tarde no va con él.

Evidentemente, no le iba a responder "tirándome a Pablo Alborán", así que me inventé una escusa.

-He salido un rato a hacer footing porque no tenía sueño.

Mala escusa, pero había colado, así que nos atamos el cinturón y pusimos rumbo a casa, de vuelta a Madrid.

En brazos de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora