4. ¿Otra vez?

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PABLO
4. ¿Otra vez?

Observaba cómo su figura se iba acercando lentamente hacia mí. En ese momento, creo que si no me hubiera podido controlar tanto, estaría babeando. Y es que, cualquier hombre caería a sus pies. Era como una diosa.

No pude apartar la vista de ella ni un solo segundo, aunque lo intenté disimular haciendo que buscaba la llave de la casa.

Era evidente que mis piernas y mis manos estaban temblando, aunque intentaba disimularlo como podía.

Era alta, aunque los tacones que apostaba que medían más de diez centímetros y que llevaba con suma elegancia y delicadeza también ayudaban. Tenía una muy esbelta figura, con sus buenas curvas en las que perderse cualquiera.

Unas curvas que me consiguieron convertir en lo que nunca imaginé ni quise.

Su mirada me seguía distrayendo demasiado. Sus ojos avellana tenían algo de especial. Y, aunque ella seguía sin darse cuenta de mí, yo no podía dejar de seguir examinándola.

En la cara llevaba el maquillaje justo, aunque llamativo. De sus orejas colgaban dos grandes aros.

En cuanto a su vestido, creo que preferiría no haberlo visto nunca, porque remarcaba demasiado bien todas y cada una de sus curvas. Un vestido de leopardo que hacía que me reiterara otra vez con lo de que era sexy, muy sexy.

Cuando la vi pasar por mi calle algo dentro de mí se despertó. ¿Y si era mi nueva vecina y podía tenerla y verla todas las mañanas?

Algo dentro de mí lo deseaba.

Ahora me arrepiento de desear cualquier cosa que tuviera que ver con ella, excepto el que se alejase de mí.

Llegó delante de mí y su vista se fijó en mi cuerpo por un par de segundos mientras me analizaba. ¿Sabría ya que era yo?

Puede que lo supiera, pero desde luego que pasó de largo. No pude evitarlo y me giré hacia ella.

-¿Tamara? -pregunté como si no hubiera estado desde que la había visto sin apartar la mirada de ella y me acabase de dar cuenta.

Ella detuvo su paso y se giró para observarme mejor.

-¿Pablo?, ¿otra vez tú? -respondió.

-Eso también debería decirlo yo -reí rascándome la nuca. No sé cómo me ponía tan nervioso. -¿Vives aquí? -pregunté intentando cambiar de tema, y aprovechando para saber si ella era mi nueva vecina.

Tardó un par de segundos en responder, en los que a mí se me hicieron eternos y me martirizaba saber que había podido meter la pata ante semejante mujer.

-Casi, me alojo en el hotel de un par de calles más abajo.

En ese momento me molestó no poderla tener todos los días cerca, pero ahora lo celebro.

-Entonces, ¿no eres de aquí? Ya decía yo que hablabas el español demasiado bien -volví a reír y rascarme la nuca. ¿Por qué me ponía tan nervioso?

-Soy española, pero he venido aquí unos días.

Le sonreí, y ella me devolvió media sonrisa. Algo era algo, y su sonrisa era demasiado bonita.

En brazos de ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora