Un paseo, un baño y un deseo.

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Esa mañana me desperté con una sonrisa. Hace tanto que me costaba sonreír que mi postura tan feliz me sorprendía a mí misma. Por supuesto, sé la causa y sé la razón... William, él era la respuesta a esa pregunta.

Toda la noche mi mente estuvo llena de él, disfrutando en mi fantasía de las bellas notas de su voz  y del brillo aguamarina de sus ojos claros. Aun en sueños me visitó su imagen; sueño en el que nuestras realidades volvían a coincidir, pero siendo muy distintas.

—Basta, Annia—me regañé—Lo acabas de conocer, y es tu enemigo.

« ¿Enemigo?, pensé horas después ¿Porqué? Si mi corazón no distingue entre banderas. Si en mi pecho no hay guardado para el ningún conflicto, solo paz, como la que él me dio al mirarme con misericordia »

Acallé la voz de mi interior. Era muy pronto para rendir mi corazón, aunque algo me decía que William ya había vencido en el y que tambien había plantado bandera.

—Annia.

Ahí estaba nuevamente él, con su sonrisa perfecta y aquella miel en la voz, parado en la puerta.

—Buen día, William—Lo saludé. Tenía su permiso para decirle así, solo estábamos él y yo.

—Buen día. Me preguntaba si querías caminar un poco.

Mis ojos tienen que haber brillado ante su propuesta. 

—¡Claro!—exclamé—Me encantaría, pero, ¿ eso no te traería problemas?

—El coronel y el mayor se marcharon temprano. Sin ellos aquí yo soy el que sigue en rango...y yo no pienso decirme nada.

William se rio de su propia broma y yo lo acompañé. Alguna magia debía tener su risa pues al oírla me sentí distinta; un poco libre y bastante más animada.

—Bien, entonces vamos.

Asentí y levanté el mentón al verlo venir hacia mí. Al llegar me tomó de las manos y delicadamente me impulsó hacia arriba. Cuando los dos estuvimos de pie, uno frente al otro y con las manos aun unidas no pude evitar exhalar un suspiro y mirar por un breve segundo a sus labios.

—Es un día hermoso, el aire fresco te va a hacer bien—dijo él después de aclararse la garganta. Su mirada dejo mis ojos y descendió hasta mis muñecas marcadas.

—Sabes Annia—continuó—Esto que te hicieron me parece terrible, la forma en la que trataron; nada lo justifica, ni siquiera sus sospechas. Eres una mujer, una dama. El comandante Mills no tenía derecho.

Encogí los hombros, mi pena ya no me pesaba tanto, ya no me sentía sola.

—No te preocupes por ello, no quiero pensar en eso ahora, ¿salimos? Estoy ansiosa por salir, aunque sea por un corto tiempo.

William me sonrió mientras asentía un par de veces. Soltó mis manos; no se vería bien que el capitán llevara de la mano a una prisionera, a "una supuesta espía nazi"

Caminamos alrededor de la base militar, la cual era rectangular y grande. De paredes blancas, y pequeñas y pocas ventanas. El sol estaba brillando intensamente y el cielo estaba despejado y tan celeste. Era una mañana hermosa.

—¿Cómo es que hablas tan bien el ingles?—me preguntó William mientras paseábamos.

—Mi abuela materna—respondí—Ella era inglesa. Murió hace cinco años. Desde niña me enseñó su idioma natal...era una mujer muy dulce, yo la amaba tanto...

—Suena como alguien especial—Y lo había sido—Se nota que fue una buena maestra, yo solo sé decir alguna que otra palabra en alemán, casi nada.

—Eres ingles—supuse y él dijo si—, ¿de dónde?

—De Londres.

—¿Y lo extrañas?...a tu país—Le cuestioné pues creí ver un dejo de añoranza en sus ojos.

—Si, pero, que se le puede hacer, cuando el deber llama no podemos hacer oídos sordos a su voz.

William le quitó seriedad a aquella frase cuando se puso firme e hizo un saludo militar. Nos reímos por un largo trecho. 

Estar con él era olvidarse de todo; de la razón por la que estaba ahí y dónde, de la confusión y la tristeza de los días pasados y de los temores de los días futuros. En tan poco tiempo él se había vuelto mi refugio.

—Annia... no sé como decir esto—dijo y lo vi titubear y buscar las palabras correctas—No quiero que pienses mal pero... mi cabaña esta cerca, podrías, ir y darte un baño, desayunar...

Su amable proposición se fue apagando de a poco. Lo noté nervioso y eso me hizo enternecer. Yo también me turbé un poco, por muy prisionera que fuera que entrara en la cabaña personal del capitán no seria visto con buenos ojos.

—William—comencé—Sin lugar a dudas necesito un baño y me gustaría mucho desayunar pero...

—Es inapropiado, lo se—me interrumpió. Pareció pensarlo un poco—¿ Y si te dejo sola y paso más tarde en tu busca?

Eso sonaba menos impropio.

—Supongo que si estuviera sola...estaría bien—accedí. Ya disfrutaba de ese baño en mi mente.

Seguimos un poco más, hasta una zona donde había un par de cabañas, a un lado del edificio principal.

—Espérame un momento—dijo William y se detuvo. Lo vi irse caminando hacia un pequeño galpón a unos metros. 

Increíblemente me había dejado completamente sola y sin restricciones. Él confiaba en mí de una manera que yo no llegaba a comprender; creía en mi palabras con una fe ciega, no sabría decir el porqué.

Volvió minutos mas tarde con un vestido oscuro en sus manos. Reconocí lo que era antes de que él se explicara.

—Tómalo, es uno de los uniformes de la enfermería. No te preocupes tienen de sobra. No es bonito pero está sano y limpio.

Entendí el significado detrás de sus palabras; el mío estaba sucio y desgastado.

Lo tomé de sus manos y el roce fugaz de sus dedos se sintió cálido y agradable. Le sonreí como lo hubiera hecho antes de esta pesadilla. Antes de ser acusada injustamente y hecha prisionera. Antes de vestir harapos y tener el cuerpo sucio y el ánimo destruido. Le sonreí como si hubiera vestido uno de mis sencillos pero lindos vestidos de misa. Como si fuera un apuesto joven en la calle y yo solo una jovencita como cualquier otra. Le sonreí como si aun tuviera una vida.

—Gracias, William.

Si, gracias.

Él me saludo con un gesto de su cabeza y se marchó. Lo vi irse aun parada en la puerta de su cabaña y desee algo que me hizo sonrojar, que no se fuera; que se quedara conmigo, haciéndome compañía, dentro de la cabaña... escandalizara a quien escandalizara.

Lástima que la realidad se ríe de nuestros deseos.

CAPITÁN NICHOLLS: ENAMORADA DE MI ENEMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora