Me encuentro recostada en la cama, quebrada y desecha. El dolor en el que está sumergida mi alma es aun peor que el que recorre mi cuerpo. Mi labios están morados e hinchados y todavía tienen costras de la sangre que brotó de ellos. Aquel lugar entre mis piernas que escondía mi virtud está sangrando y me arde mucho.
Mi mente, sin que le de permiso, vuelve una y otra vez al día anterior, aquel en el que vi partir a William en una mañana gris y en el que vi entrar a la más oscura maldad, en una noche callada.
Había estado todo el día contemplando la medalla. Su sola vista me hacia sentir apreciada, valiosa, creaba en mi ilusiones a las cuales creí haber renunciado. Seguía costándome entender como un objeto tan importante había terminado en mis manos?, ¿porqué él lo entregó a una mujer a la que conocía tan poco?, ¿ realmente había visto en mí ese valor del que había hablado? Deseaba con todas mis fuerzas creer que si.
Antes de dormirme con el estomago vacío (pues nadie se había acordado de traerme comida) escondí mi tesoro dentro de la funda de mi almohada. Me acomodé de lado y cerré los ojos, tratando de ignorar el sonido de mis tripas quejándose por la falta de alimento. Estaba perdiéndome en el sueño cuando la puerta se abrió en forma abrupta.
Mi visitante era el Comandante Mills, quien me miraba desde la entrada con una clara repugnancia mezclada con voracidad. Tragué saliva y sentí que un escalofrío recorría mi columna lentamente.
—Pequeña prostituta alemana—masculló con desprecio— Ya recibí noticias de tus andanzas, ¿Así que fuiste la ramera del Capitán Nicholls, eh? Lo creía de gustos mas refinados.
Negué con la cabeza mientras intentaba defenderme con palabras que me salían torpes por el miedo y la expectativa.
—Yo... yo no sé de que me habla, Señor. No hice nada de...de eso que usted está insinuando.
El sonrio con una mueca burlona y comenzo a acercarse hasta mi cama.
—¿No?...y, ¿entonces que son estos muebles?, ¿y el paseo por la base?...sin olvidar el almuerzo en el comedor principal. Un hombre no se arriesga de esa manera solo por amabilidad.
Lo que sugerían sus palabras me ofendió en gran manera, ¡que hombre tan vil y despreciable!
—¡Pues él si!—grité a viva voz— Porque vio mi inocencia. La que vengo sosteniendo desde que me trajeron aquí. Porque es un hombre amable y gentil que no se aprovecha de su posición para lastimar a otros.
Él se rio de mis verdades. Se acercó tanto que pude notar las vetas marrones dentro de sus pupilas negras.
—Por supuesto—murmuró. Su aliento olía a alcohol—Seguro no fue porque le abriste las piernas. Como si no pudiera reconocer a una prostituta cuando la veo.
Cuando acabo de decir esto se inclinó sobre mí. Una de sus grande manos sujetó mi cabello tirando mi cabeza hacia atrás. La otra se aferró a mi brazo derecho con fuerza. Trató de besarme pero me resistí tanto como pude, y al fin frustrado y lleno de enojo me dio un puñetazo en la boca que me hizo caer de espaldas sobre la cama.
Aquel golpe me dejó mareada, pero aun así pude distinguir lo que me estaba diciendo.
—Así que viniste a divertirte con los oficiales ingleses...pues, yo te voy a dar lo que has venido a buscar—Lo último lo susurró en mi oído—Quedarás más que satisfecha.
Mis muñecas fueron apresadas por una de sus manos. Las puso sobre mi cabeza. Comencé a gritar y a patalear cuando noté que con la mano libre se desabrochaba el pantalón, pero mis esfuerzos parecían inútiles. Él era un hombre grande y fuerte, yo era pequeña y estaba muy débil.
En el momento en que caí en la cuenta que resistirme sería en vano giré mi rostro hacia un lado y sollocé contra las sábanas. Sentí su mano debajo de mi falda y me ericé, de un tirón me arrancó la ropa interior y luego de un instante sentí su enorme cuerpo sobre mí. Me invadió con una sola embestida dura e inclemente. Un espasmo doloroso y una aguda sensación de desgarro fue todo lo que pude sentir antes de que comenzara a moverse dentro de mi cuerpo.
—No, por favor, no... ya basta—le rogaba en voz tenue.
La violación duró largos minutos, minutos que se me hicieron eternos y despiadados. Cuando con un gruñido él logro su satisfacción y se retiró de mí pude volver a respirar con normalidad.
Mills se puso de pie mientras se acomodaba el uniforme. Su sonrisa perversa me produjo náuseas.
—No voy a negar que te disfruté bastante—dijo—Y, parece que decías la verdad y que Nicholls no te había tocado. Ya no importa, lo hecho hecho está. Ah, en dos días te vas. Nos llego un aviso del cuartel general, al parecer han encontrado a la espía.
Yo solo podía mirarlo con resentimiento mientras más lágrimas caían de mis ojos sin que pudiera o quisiera frenarlas.
—Ya deja de llorar, pequeña ramera. En la guerra todos pierden.
Cuando él se fue de la habitación la vergüenza y el horror que retenía dentro salieron en forma de incontrolables sollozos. Todo mi cuerpo temblaba de impotencia.
Ha pasado un día de eso y aunque esta mañana me trajeron comida, y una vasija con agua y una toalla para adecentarme no he salido de la cama en busca de esas cosas. Me percibo como una muñeca rota, la cual luego de ver perderse sus piezas esta segura que no volverá a restaurarse.
Permanezco así hasta que se levanta un nuevo día. Es casi el mediodía cuando abren la puerta para ordenarme que salga.
Es un día lluvioso y húmedo y después de dos semanas infernales de nuevo estoy afuera.
Dicen que soy libre porque no pueden ver las cadenas que me atan. Sigo presa de la humillación, del odio y de la vergüenza...y no creo que nadie tenga llaves para liberarme de esa cárcel.
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CAPITÁN NICHOLLS: ENAMORADA DE MI ENEMIGO
FanfictionGanadora en los Premios Thorn, en categoría adicional, mejor escena de Protección. Anika es una joven alemana que trata de sobrevivir en tiempos de guerra. El dolor y sufrimiento que ha visto y ha experimentado han quebrado su joven espíritu. Pero...