Una vida nueva

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Esto lo recuerdo bien. Caminé y caminé sin descanso hasta un pequeño pueblo que se encontraba cerca. Era al que me hubiera dirigido si no me hubieran arrestado. Sin un destino especifico, ni familia en quien apoyarme, con un cansancio atroz y un hambre terrible llegue dos días más tarde. Seguía lloviendo, la lluvia no había cesado desde que salí esa mañana.

Golpee una puerta al azar orando en mi interior para que el dueño no me echara a patadas como a un perro perdido y sucio, pues eso era. O por lo menos así me sentía. Pero quiso la providencia que no fuera así. La que me atendió fue una anciana mujer de ojos dulces. Poco después supe que se llamaba Brigitte, aunque en mi interior la bauticé esperanza, pues ella me la devolvió.

Brigitte era  viuda. Vivía sola desde la muerte de su único hijo. Sepultada entre fotos, recuerdos y dolor. Ella tenía tantas historias que contar, tantas vivencias guardadas. Ella no solo me dio asilo y comida ( el cual yo retribuí con ayuda) sino también afecto, y esto era lo que más necesitábamos las dos. La casa en la que vivíamos era hermosa, ella disfrutaba de una muy buena posición económica, y para mi alivio sabia lo suficiente de ingles (pues yo de francés no sabia nada) para que pudiéramos comunicarnos sin problema. Esos tres años a su lado me dediqué a cocinar, a limpiar y a pasar horas y horas conversando. Brigitte se convirtió en mi madre, mi hermana y mi amiga; en mi confidente y consejera; la amé cada uno de los días en los que viví a su lado, hasta que una tarde de otoño cualquiera la vi partir con los suyos a los ochenta y tres años.

Cuando Brigitte no despertó de su siesta, pues se había dormido para siempre, hice como ella me había indicado tantas veces y llamé a su abogado, el señor Seanpier, quien me ayudó con todos los arreglos para su funeral y entierro. Fueron días tristes y solitarios. La extrañaba demasiado.

Una mañana, dos semanas después, el señor Seanpier se apareció en la casa con unos documentos que yo debía firmar. Brigitte Dumont me había dejado todo sus bienes; la casa, y una suma importante de dinero.

De improviso y sin ( a mi parecer) hacer nada para merecerlo, a mis veintiún años me había vuelto una heredera muy rica.

Me quedé en la casa por una temporada más. Me aferraba a ella por el recuerdo de mi querida amiga pero entendí que debía avanzar, que ya era tiempo. Compré pasajes para Inglaterra, para Londres, decidí no volver a Alemania; mi familia había perecido con la guerra y allá solo me esperaban memorias amargas. Adquirí una casa en la ciudad y una bonita almacén donde puse una tienda de mermeladas y dulces. Mi madre nos había enseñado a prepararlas en forma artesanal cuando eramos niñas, venderlas había sido también parte de nuestro sustento.

Todo era nuevo para mi; la ciudad, el negocio, las expectativas y eso era bueno. Ya había tenido demasiado sufrimiento en el pasado, estaba decidida a mirar solo al presente. 


Londres ,Inglaterra 1920. Cinco años después.

Los años dejaron atrás las vivencias pasadas desde aquel día en que fui injustamente apresada en aquella base militar. El dolor por la experiencia aun seguia allí, en un rincón de mi corazón, escondido pero latente. No pude en todo este tiempo tener alguna relación del tipo romántica con nadie. Ni siquiera pude entablar una amistad con un hombre. Tenia esa parte de mí, la confianza, muy dañada a causa de las malas experiencias.

Hoy me levanté con una sensación extraña, con una especie de nostalgia por mi país y mi gente. No le di largas a ese sentimiento y simplemente me prepare un nuevo día. Me había comprado recientemente un vestido en tonos crema, salpicado de pequeñas flores. Me lo puse sin dudarlo porque sentía que necesitaba algo de vivacidad, un poco vitalidad extra. Trencé mi cabello y salí de mi casa tarareando una canción que había oído en la radio.

Cuando llegué mi empleada, compañera y amiga, Helga ya me estaba esperando.

—Buenos días—saludé.

—Buenos días, Annia.

-Tengo que pedirte un favor Annia-dijo acercandose a mi.

-Un favor de que se trata?-le pregunte con interes.

-Tu compañia,Shopia,mi prima,me invito a una reunion social,y no quiero ir yo sola-Me respondio.

Arruge mi seño mientras pensaba en lo que Helga me decia,no me gustaba salir mucho,realmente casi ni lo hacia.La guerra habia terminado hace ya dos años,pero una alemana en Inglaterra,aun era algo que la gente resentia.Por esa razon,y todas las otras,yo trataba de quedarme sola en mi casa la mayor parte del tiempo.

-No lo se Helga,tu conoces como soy con esas cosas-respondi,tratando de eludir su invitacion.

-Por favor-me dijo arrastrando la ultima silaba en un inocente ruego.

Pense en como ella habia estado estos dos ultimos años a mi lado,y su apoyo incondicional en la tienda,y en casi todo,y ...tuve que darme por vencida.

-Esta bien..ire,pero prometeme que no sera mucho tiempo-Le adverti sonriendo.

-Solo nos quedamos un rato-dijo y luego susurro-Y de paso vemos si hay algun buen partido.

Yo rei,Helga era asi,extrovertida y alegre.


Vestida y arreglada con modestia,me dirigi esa noche junto a mi amiga a la casa de su prima.

La casa era muy bella,y grande,con un estilo barroco,muy refinado.

Entramos,y saludamos a la anfitriona,Shopia quien nos recibio con una agradable sonrisa.

-Helga...Annia,que gusto que hallan venido,sientanse como en su casa.

Respondimos su saludo y nos fuimos,caminamos y saludamos a algunos conocidos de Helga,y a un cliente de la Dulceria que encontramos casualmente.

Helga se fue un momento con Shopia,quien le iva a presentar a" un buen partido"como le decia ella,un empresario Irlandes.

Yo me quede en un rincon,sin prestar atencion a la gente,que paseaba y se saludaba a mi alrededor.Mi pensamiento estaba en una nueva receta de mermelada que estaba creando.

Por un momento levante la mirada y lo vi,mas bien los vi,a el Capitan Nicholls ¿Con su esposa?.

Si,eso debia ser,la llevaba del brazo,seguramente era esa prometida de la cual me hablo hace años.

Yo mire y busque una ruta de escape rapida,me voltee y camine hacia ella,cuando detras mio una voz que hace mucho no oia, detuvo mis pasos.

-Annia?.





CAPITÁN NICHOLLS: ENAMORADA DE MI ENEMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora