Capítulo 11

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A los pocos minutos de que se apague la luz roja, llegan mis compañeros. El guardia que les acompaña habla con los guardias, y releva a una de ellos. El chico de ojos azules se queda conmigo a vigilarme, no sé si eso es bueno o malo, quizás sea un psicópata, pero creo que puedo confiar en él, creo que antes de perder la memoria confiaba en él.

Los guardias nos anuncian que debido al altercado hoy se van a apagar las lucen antes. Se oyen algunos sonidos de protesta y veo como Marta se acerca a mi guardia, ¿Naira desde cuando es tuyo? me dice mi conciencia. Él es libre, igual que tú eres libre y no le perteneces a nadie, bueno él quizás sea más libre, no está preso en un estúpida celda gris. A pesar de que no sea mío, no puedo evitar sentirme celosa. Cuando él me ve con la mandíbula apretada sonríe, haciendo que apreté mis puños dejándome los nudillos blancos. Cuando Marta se aleja de él, esta le guiña un ojo provocando que su compañero le dé un codazo y el alce la ceja. Marta se va a su cama contoneando las caderas haciendo que los ojos del segundo guardia no se despeguen de su culo. ¡Qué asco! − pienso.

Abro mi arcón y cojo mi pijama, y me voy a cambiarme al bajo, veo que los chicas están cuchicheando sobre algo, no las conozco lo suficiente para acercarme a ellas, así qué decido irme a mi cama, guardo en el arcón mis pertenencias cuando Melisa, la pelirroja, me hace un gesto para que me acerque a ellas. Están las cuatro en sentadas en la cama de Laura. Me hace un hueco y me siento.

− ¿Por qué no has venido a la cena con nosotras? – pregunta Melisa amablemente.

− Jason Bates me dijo que de momento comería en mi celda y básicamente que no podía salir de ella – respondo tranquila viendo como tiemblan cuando he pronunciado su nombre.

− ¡Eso es imposible! – exclama Carolina en un susurro.

− ¿Por qué? – pregunto.

− Él no se preocupa por nosotros, por ninguno, solo le conocen los guardias y Jaime – explica Marta, que al ver mi cara de confusión prosigue – Jaime es un tipo que está muy bueno pero es el más peligroso de esta celda y posiblemente de todo el recinto, le pegó una paliza a un guardia, casi lo mata, y como castigo Jason le torturó. ¿Ves esa cicatriz es su bíceps izquierdo? Jason se la hizo personalmente – me giro con cuidado hacia Jaime para fijarme en la cicatriz pero lleva manga larga y me pilla mirándolo.

− Naira, si quiere ver algo, puedes venir aquí y pedírmelo – dice Jaime con voz socarrona. Cuando ven que voy a levantarme Jaime sonríe, el chico de los ojos azules aprieta la mandíbula y Carolina me sujeta del brazo para impedirme levantarme pero al no tener mucha fuerza es fácil deshacerme de su agarre. Me levanto y con la cabeza firme me dirijo hacia Jaime sin mostrar miedo en mi mirada. Si no veo la cicatriz con mis propios ojos, simplemente no me creeré lo que me ha contado Marta.

− ¿Qué quieres verme? – pregunta Jaime con una sonrisa pervertida en su cara cuando esto a su lado. Los demás chicos de la celda silban excepto Julián que ha dejado de leer para mirar la escena.

Como no respondo Jaime dice − ¿Puedes quitarme toda la ropa que tú quieras? – dice mientras me sonríe de manera lasciva. Sé que las chicas están conteniendo el aliento y noto como el guardia de ojos azules tiene los nudillos blancos.

− Entendido – digo aceptando su oferta y acercándome más a él. Provocando nuevamente los silbidos de Daniel, Víctor y David.

Entonces separo mis brazos de mis costados y me dirijo al brazo izquierdo de Jaime. Él no para de mírame con una sonrisa burlesca. Comienzo a subir si marga hasta arriba y veo la cicatriz que le dejó Jason Bates y sé que debo creer la historia que me ha contado Marta. Jaime no me da miedo, no me cae bien, pero creo que podría ser un buen aliado para huir de aquí, él odia a Jason tanto como yo.

− ¿No quieres ver ninguna parte más de mí cuerpo? – dice nuevamente de manera socarrona.

− No, ya he visto todo lo que necesitaba – respondo secamente mientras me giro para ir hacia la cama de la pelirroja, siento como si alguien me fuera a pegar una cachetada en el culo. Me giro con una mirada fiera hacia Jaime. He conseguido parar la cachetada sin ni siquiera estar mirándole, tengo buenos reflejos eso y lo que he descubierto en el momento indicado. El chico de ojos azules sonríe al ver que no me he dejado tocar.

− Tú me has dedo permiso para que te levantara la manga, en cambio yo no te he dado permiso para que toques mi culo – digo seriamente y sin alterar la voz, para transmitir más confianza en mi misma.

− Yo no necesito permiso para hacer lo que me dé la gana – responde Jaime riéndose. Eso provoca que mi cara se vuelva roja de ira. Como aún tengo su brazo sujetado, lo retuerzo, provocando que Jaime chille.

− Sí necesitas mi permiso y no lo tienes – le escupo las palabras llenas de veneno − ¿Lo has entendido? – pregunto.

− Tanto, que esto no se va a quedar así.

Suelto su brazo pero aún nos miramos mutuamente con odio directamente a los ojos. La tensión entre ambos se podría cortar con un cuchillo.

Ambos guardias se acerca y nos informan de que demos ir cado uno a nuestra cama pues van a apagar las luces. Había olvidado que el toque de queda de hoy se había adelantado. El chico de ojos azules me escolta hasta mi cama y el otro guardia se queda junto a Jaime hasta que este se tumba en su cama.

Pocos segundos más tarde están las luces apagadas, pero la luz roja de los número del reloj deja ven las figuras de la habitación. No pasan ni cinco minutos cuando yo caigo rendida y me duermo.

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Ayer os di las gracias por leer esta historia. Aquí tenéis el capítulo.

P.D.: parece que ahora también lo leen desde Perú, saludos Perú!

En multimedia aparece la foto de los países desde donde leeis, ¡me parece increíble! Gracias de nuevo :)










Mar de arena [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora