Capitulo 1

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María ¿qué te parecería si nos fuésemos a vivir un tiempo al extranjero?

Eso dijo Padre, y ahí empezó todo. Las cosas inesperadas siempre ocurren así, cuando una menos las espera. Creo que acabo de decir una bobada. A ver si me explico. Quiero decir que las cosas gordas, esas que cambian la vida de una, siempre la pillan desprevenida, a traición, como si llegaran invitados a casa sin avisar.

Recuerdo que cuando Padre me dio la noticia, yo estaba tan tranquila, hojeando distraída el periódico:

Lluvias torrenciales en Levante...

- Vamos a ir a Bolivia - dijo Padre.

No dije nada. Clavé los ojos en el periódico y repetí para mis adentros una y otra vez: "Lluvias torrenciales en Levante lluvias torrenciales en Levante lluvias torrenciales...". Como si así pudiera hacer que el tiempo volviera atrás unos segundos y Padre no hubiera dicho nunca aquello.

Pero, de todas formas, la idea de que nos marchábamos muy lejos fue calando despacito por mi conciencia, como el café en un terrón de azúcar. Y empecé a darme cuenta de lo que suponía marcharse.

- ¡Irnos de Madrid! - gemí.

- Siempre has dicho que no te gusta.

- ¿Y el colegio?

- ¿Desde cuándo te importa el colegio?

-¿Y mis amigos? ¿Y Bea?

-¿Bea? ¿La creída chismosa?

Puede que un instante antes pensara que Madrid es un asco, el colegio un rollo, y Bea una creída chismosa. Pero eso era cuando creía que tenía Madrid, colegio y Bea para rato. Ahora que podía perderlos, me importaban como nunca. Y el que quisieran separarme de ellos era algo que me llenaba de rabia.

Una puede gritar bastantes cosas ridículas cuando está rabiosa. Y lo peor es que cuando se da cuenta de las tonterías que ha dicho, se pone más rabiosa todavía. Y cuando comprende que ponerse rabiosa no va a cambiar en nada las cosas..., ¡vaya! Con toda la rabia acumulada se podría encender una bombilla de 100 vatios. Porque yo creo que la rabia es una especie de energía, aunque no se estudie en clase de Física.

Aquel día gasté tanta energía que me quedé agotada.

Cuando una está muy cansada, no puede sentir bien rabia. En cambio, es la situación ideal para sentir pena por una misma. Para sentir pena por una misma, se recomienda tumbarse en la cama (mejor boca abajo) y pensar en lo desgraciada que se es y en lo mal que te trata el mundo. Se empieza pensando en la desgracia actual (en mi caso, el viaje a Bolivia). Pero luego vale pensar todo tipo de desgracias que le hayan pasado a una, incluso las que no vengan a cuento. Normalmente al poco rato de pensar estas cosas se le desbordan a uno los ojos y es muy triste y al mismo tiempo muy agradable. Se acaba una durmiendo y al día siguiente se despierta con los ojos resecos y con la cara llena de churretes*. Y durante unos instantes se siente descansada y casi contenta hasta que se acuerda de que..., ¡qué demonios!, la quieren llevar a Bolivia. Y como una ha recuperado las energías, puede ponerse furiosa de nuevo, y luego sentir pena..., y así sucesivamente.

Por eso los preparativos de mi viaje a Bolivia fueron tan agotadores.

Churretes: llena de marcas, de manchas.






La Tierra de las Papas - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora