Capitulo 2

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Hay que ser realista. Si un señor que te saca casi treinta años y que encima dice que es tu padre decide algo sobre tu futuro, ese algo se cumple. Por eso, entre rabieta y rabieta, empecé a preguntarme qué sería aquello de Bolivia.

En el atlas, Bolivia era un trozo de Sudamérica pintado de rosa y encajonado entre otros pedazos de color verde, amarillo, naranja, violeta, y rojo: Brasil, Argentina, Chile, Perú y Paraguay. Y de azul... ¡nada! ¿Qué clase de país es un país sin mar?

- Pues un país el doble de grande que España y con unas montañas que me río yo del Mont Blanc - repuso Padre.

Eso me pasaba por protestar en voz alta. No respondí nada, porque por aquellos días le había declarado la guerra fría a Padre. Intenté concentrarme en leer la enciclopedia. Allí decía que Bolivia estaba cruzada por los Andes. Hablaba del Altiplano, una meseta inmensa y fría a 4.000 metros sobre el nivel del mar. Hablaba del Titicaca, el lago navegable más alto del mundo. Hablaba de Potosí y las minas de plata, de indígenas y de pobreza. De golpes y más golpes de Estado... ¡Pues vaya un país seguro para llevar a una hija! Miré las fotos: llanuras enormes y peladas. Mineros escuálidos con la cara tiznada. Niños harapientos. Llamas, esas ridículas ovejas con el cuello estirado y cara de camello...Y en mi cabeza se fue formando una imagen triste y sucia de Bolivia. Bolivia debía de ser eso que llamaban el Tercer Mundo. Era América latina sin lo bueno de América: sin playas, calor ni palmeras. Tan hundida estaba en mi depresión que me dejé sorprender por el Enemigo, que se sentó junto a mí y me propuso un plan de paz. A saber:

-Mira, María - tonillo de padre comprensivo que intenta convencer a una hija cerril* -.No tengo más remedio que ir a Bolivia, no sé muy bien por cuánto tiempo. Un año, dos...Pero veo que para ti es un sacrificio demasiado grande. He estado hablando con tía Leonor y está dispuesta a quedarse contigo. Aquí mismo, en casa. ¿Quieres eso?

- ¡No! - grité.

¡Zas! Ya estaba encerrada. No quería irme ni tampoco quedarme. La gente mayor, con sus triquiñuelas, siempre acababa consiguiendo que pareciera una niña caprichosa que no sabe lo que quiere. Y yo sabía muy bien lo que quería. Que todo siguiese siendo como antes. Tan... ¿estupendo? Bueno, o tan lo-que-fuera como antes. Pero las cosas nunca siguen siendo como antes. Una se va dando cuenta según crece. Y en cuanto cambian, "antes" empieza a parecer mucho mejor.

Pero, bueno, Padre me había hecho el truco del almendruco* y había que aceptarlo deportivamente. Ahora no tenía más remedio que elegir entre dos cosas que no quería y encima, como me habían dado a elegir, no podía rechistar.

- Iré a Bolivia - gruñí.

Padre había ganado la guerra fría.

Cerril: obstinada.

Truco del almendruco: pisar el palito, caer en la trampa.


La Tierra de las Papas - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora