¿Cómo será?
Esa era la frase favorita de Casilda."Viajar en avión, ¿cómo será?". "Afuera de Bolivia, ¿cómo será?". "El mar, ¿cómo será?". "Usar pantalones, ¿cómo será?"
Y cada vez que Casilda pronunciaba el "¿cómo será?", ponía una cara de embeleso tremenda. Casi me daba envidia, porque me parecía que lo que ella imaginaba sobre aquellas cosas tenía que ser mucho mejor que las cosas mismas.
Aquel día, en el juego del "¿cómo será?" le había tocado el turno a España:
- Entonces, ¿cómo está de lejos? ¿Como de aquí a mi pueblo?
- ¡Noooo! Mucho más.
- ¿Como ir de aquí a mi pueblo cuántas veces?
- Qué sé yo... cien, doscientas veces...
Los ojos de Casilda se abrían que parecía que se le iban a caer mientras intentaba imaginarse esa cantidad de kilómetros uno detrás de otro. Hasta que se rendía y cambiaba de tema.
- Dizque hay un tren que camina por debajo de la tierra. ¿Saben tener ese tren en España?
- Si, en Madrid, donde yo vivo, lo hay. Se llama metro.
- ¡Metro! -Casilda paladeaba la palabra, hechizada- ¿Y ese tren se puede venir desde España?
- ¡Nooooo! Solo hace trayectos cortos, dentro de la ciudad.
- ¡Aaaah! -Casilda parecía desilusionada, como si de pronto encontrara que la técnica, que momentos antes la había dejado boquiabierta, se le quedaba corta.
- Pero mira, voy a enseñarte un mapa del mundo, para que veas dónde está España, y Bolivia, y todo.
Abrí un atlas por una doble página donde aparecía un mapamundi.
- Esto rosa de aquí es Bolivia -indiqué el país con el dedo.
- ¡Tan chiquita! -Casilda parecía decepcionada.
- ¡Pues vas a ver España! Mucho más chiquita todavía.
Señale España y Casilda se echó a reír.
- ¡Pues si apenas se ve!
Ofendida en mi orgullo patriótico, decidí cambiar de tema.
- Todo eso que se ve azul es agua -señalé los océanos.
- Será el lago Titicaca, ¿no ve?
- ¡Noooo! -ahora me tocó a mí el turno de reír- Esos son mares y océanos. El lago Titicaca debe de estar por aquí... -recorrí el mapa de Bolivia con el dedos hasta encontrarme con una manchita azul- ¡Ese es!
- No puede ser -afirmó tajantemente Casilda. Pero enseguida se echó atrás, avergonzada- Quiero decir que... yo estuve una vez con mi mamá y era enorme, que no se le veía fin.
- Bueno, mujer, pero esto está a escala. Si lo comparas con un océano, el Titicaca es solo un charquito. Si lo comparas con el mundo, Bolivia es solo un pedacito de tierra.
- ¿Y entonces qué es todo lo demás? -Casilda señaló vagamente el mapa.
- Pues son otros países, y otros continentes...
- ¿Donde viven los gringos?
- Bueno, si, los gringos. Pero los gringos no son todos iguales. Los hay chilenos, suecos, chinos, españoles, argentinos...
- Los argentinos sí conozco porque vinieron el año pasado a jugar un partido de fútbol acá. Bien tramposos eran, que al arquero nuestro lo tumbaron de una patada. También conozco a un señor que tiene una tienda en la Tumuzla que dizque es de un país... Uropa creo que se llama.
- ¡Europa! Pero Europa es un continente, no un país. Yo también soy de Europa.
- Pues no sé. Él viene de un país que está todo en ruinas. ¿España está en ruinas? Tarjetas postales me ha mostrado, y todo está por los suelos, que por eso se vendría el pobre y pondría acá tienda. Ahora le va muy bien, que tiene mujer boliviana y todo...
- ¡Italia! -exclamé, después de dar varias vueltas en mi cabeza a lo del "país en ruinas"- Será italiano ese señor. Italia es un país de Europa.
Casilda frunció el entrecejo y no dijo nada.
Yo no me iba a poner a discutir con la señorita, pero si don Aldo decía que era de Uropa, sería de Uropa, no de Talia, o como fuese aquello. Que el Titicaca se viese en aquella estampa como una gota de agua tampoco me gustaba nada. Y luego, todo lleno de mares por todas partes... ¿Cómo podía ser eso? ¿Es que los países flotaban en el agua como maderos? Y si flotaban, ¿hacía dónde iban? Pero no podía ser que Bolivia flotase. Allí estaba La Paz, bien quietecita bajo mis pies. ¡Que la señorita María tenía unas cosas más raras de vez en cuando...!
Claro que el mundo también era raro. Una ya no sabía que pensar. También en un tiempo, de niña, yo había creído que no había nada más en el mundo que mi pueblo. Luego, un día mi papa me llevó al Achacachi. Achacachi era enorme al lado de mi pueblo. Habían hartas casas, harta gente, hartas movilidades... harto de todo. Entonces supe que no vivía en el centro del mundo. El centro del mundo era Achacachi. Años después vine con mi mamá a La Paz, y fueron horas y horas de camino andando, en bus, en camión. Ni siquiera me había imaginado hasta entonces quefa el mundo fuera tan grande. Achacachi se quedó chiquito al lado de La Paz, que hasta daba risa. Y ahora resultaba que La Paz tampoco era el centro del mundo. Había otra ciudades más grandes con trenes por debajo del suelo. Me entró así como desasosiego por dentro. Y por aquel día ya no quise saber más cosas nuevas.
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La Tierra de las Papas - TERMINADA
RandomA María que ha nacido y vivido siempre en Madrid, se le cae el mundo encima cuando su padre le dice que se van a vivir a Bolivia. Lo primero que hace es declararle la guerra fría; lo segundo, consultar en un atlas: ¿dónde queda Bolivia? Lo tercero e...