Capitulo 6

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Querida Bea:

La Paz es una ciudad horrible en donde todo anda mezclado, hasta el clima. Pasas calor al sol y frío a la sombra. Ves un edificio lujoso junto a otro casi en ruinas, un autobús desvencijado junto a un Toyota todo terreno resplandeciente, una señora fina junto a un pobre, y todo así. Es un jaleo de ruidos, olores, colores, gente y coches, que aquí ni siquiera se llaman "coches", sino "movilidades". ¡Qué palabra más boba!

Hay mucha gente que no es como nosotros. Tienen otro color, la cara hecha de otra forma (así como sin acabar de pulir), visten diferente, miran distinto, hablan distinto...Son los indios aimaras y quechuas, la gente que estaba aquí antes de que llegaran los españoles. La verdad es que me da un poco de miedo y un poco de asco. Huelen mal. Padre me mataría si leyera esto, porque se me ha puesto de lo mas "indigenista", ya sabes que él tiene que ser más papista que el Papa. Acuérdate cuando le dio la manía ecologista y se compro la bici y tiro a la basura todos los aerosoles de la casa, incluida la espuma para el pelo aquella que me prestaste. Pues ahora está igual con la cuestión de los indios. Hasta le ha dado por usar un chaleco de colorines de los que se supone que usan los indios, pero que en realidad solo lo llevan los gringos como él, y va por ahí más ancho que largo.

En Bolivia más de la mitad de la población es indígena, figúrate el plan. Y la mayoría de los indígenas son pobres. Así que pobres aquí hay un rato. ¡y qué pobres! Parecen de concurso. Me río yo de los pobres españoles. Hoy he visto uno que ya no era persona. Tenía la piel como corteza de árbol. Sus pies solo se sabían que eran pies porque estaban abajo. Le ha clavado en el estomago a Padre su sombrero de pobre y ha gemido como un animalito ¡Tía, que impresión! Qué asco y que lastima. Encima Padre no ha querido darle nada, porque dice que el problema de la pobreza no se resuelve con la caridad fácil. Quizá no se resuelva el tema de la pobreza, pero al menos ese tipo se abría comprado un mendrugo de pan, digo yo. Claro que si una empieza así tiene que salir con un cargamento de monedas de casa, porque aquí hay más pobres que garbanzos en un cocido. Sobre todo, niños. Niños muy pequeños que te persiguen pidiendo dinero. Y los niños lustra-botas que señalan los zapatos de Padre y dicen: "¿Lustro, caballero?", "Cincuenta centavitos", "No brilla, no paga", y cosas así. Padre se enfada porque dice que con tanto niño señalando sus zapatos siempre tiene la sensación de llevarlos sucios. "Pues que te los limpien", digo yo. Y él dice que ni hablar y que no va a participar en esa explotación y que esos niños deberían estar en el colegio, y patatín y patatán. Y yo le digo que ya que de todas formas no van a ir al colegio, por lo menos que se ganen cincuenta centavitos, y él dice que eso es "perpetuar la explotación", y que "hay que cambiar el sistema", pero nunca llega a decirme como. De todas formas me gusta que tengamos discusiones así, un poco como de personas mayores.

Aquí como esta tan alto, por lo visto el aire es más ligero y lleva menos oxigeno. Por eso, cuando subes cuestas, te cansas mogollón* y el corazón late como loco, tocotón, tocotón, tocotón. Hay gente que se pone enferma y todo del "mal de altura", que le llaman.

Dicen que para la altura es muy bueno tomar mate de coca, que es una infusión medio amarga hecha con hojas de coca. Si, coca, la misma de donde se saca la cocaína de las drogatas. Pero yo he bebido el mate y no te coloca ni nada, ¡un chasco! Claro que supongo que viene a ser lo mismo que querer emborracharse tomado uvas en vez de vino.
Aquí los señores "oscuritos" visten normal, pero de las mujeres "oscuritas" hay bastantes que se visten que es la monda*, como si fueran de otro tiempo. Las llaman "cholitas". Una cholita es como una mesa camilla con piernas. Lleva no sé cuántas faldas con mucho vuelo y de colores brillantes, una encima de la otra ("polleras" las llaman aquí), de modo que no se sabe dónde acaba la cholita y dónde empieza la ropa.
Las cholitas suelen tener cara de torta, mofletes colorados y un par de trenzas larguísimas y negras. En la cabeza llevan una especie de bombín chiquito que parece siempre que se va a caer. No se sabe de dónde salió el tal sombrero. Padre ha leído en uno de sus libros que un empresario inglés vino a construir el ferrocarril y en vez de pagar a sus trabajadores con dinero les pagó con un cargamento de bombines que le sobraba. Y allí empezó la moda. No sé si es verdad, pero me gusta la historia. A Tijeras le da rabia porque dice que es una prueba más de cómo el blanco se
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Monda: Extraordinario, en buen o mal sentido

Camilla: Mesa redonda armada con bastidores para colocar debajo de un brasero
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aprovecha del indio. Ya te digo que se está poniendo un poco plasta* con la cuestión indígena.
Las cholitas me cansan de solo mirarlas. Siempre están acarreando cosas de un lado a otro, en unas telas de colorines que se echan en la espalda y que se llaman "aguayos". Ahí cargan comida, muebles, flores, niños y a su propia abuela si hace falta.
Las cholitas, además de pasearse por la ciudad cargadas como mulas, se dedican a vender cosas en las calles o a trabajar en las casas de la gente de dinero, como las chachas en España de antes. Aquí Padre y yo somos "gente de dinero" porque todo es más barato que en España. O sea, que podríamos tener una cholita en casa. Pero ni hablar. ¡A mí me daría un asco! Así que comemos todos los días "huevos a la boliviana". Es una forma de hacer los huevos que ha inventado Padre por casualidad: no son ni fritos ni revueltos ni en tortilla, sino todo lo contrario. ¡Una risa! Bien llenos de esa clara babosa sin cuajar tan repugnante. Pero yo como y callo. Mejor comer "huevos a la boliviana" que tener una mujer de esas en casa.
Aquí ahora está llegando el verano. Resulta curioso pensar que en España estáis en otoño. Claro que es un verano de porquería. A 3.500 metros de altura el aire es siempre frío, aunque durante el día el sol pega como un condenado. El curso escolar acaba el mes que viene, así que no comenzaré las clases hasta el próximo curso, allá por Febrero. Padre me quiere llevar al colegio angloamericano. ¿Te imaginas? ¡Él que tanto se mete con los yanquis! Dice que con la educación no se juega y que le han dicho que es el mejor colegio de la ciudad. Y que así mejoraré mi inglés. ¡Venir a Bolivia a mejorar mi inglés! Habría preferido ir a Inglaterra.
Bueno, ya me despido. Cuéntame cosas de la clase, y en especial de Quien-tú-ya-sabes. ¿Se afeita ya ese bigotito tan ridículo que le estaba saliendo? Si no, hasta soy capaz de buscarme un indio aimara por aquí. ¿Habéis empezado a ensayar para la función de Navidad? ¿Venden ya castañas asadas en las calles? Todo el tiempo pienso en lo que estará pensando allá: "Ahora estarán es clase de Gimnasia". "Ahora sonará la campana de la comida". "Ahora estarán en clase de Matemáticas con la Coseno". Bueno, eso casi nunca lo pienso porque a la hora de la Coseno suelo estar todavía medio dormida. Aquí son seis horas menos que allí. Da gusto remolonear entre las sábanas y saber que, mientras, la Coseno está escribiendo ecuaciones en la pizarra, pero la verdad es que solo por ese gustito no compensa estar aquí. Y no me gusta vivir con seis horas de retraso. Me da la impresión de que el tiempo nos llega ya todo usado por medio mundo. O más de medio mundo, porque yo creo que Bolivia es exactamente el fin del mundo. Seguro que andas un poco más allá y hay un cartel de "Prohibido el paso" y un agujero negro. En fin, pues desde el fin del mundo te mando la carta más larga de mi vida y un beso muy fuerte.

María

P.D. Fíjate si será el fin del mundo que no hay ni McDonald's.



La Tierra de las Papas - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora