Subí varias veces a ver a Casilda, cada vez más gorda, pero ya no era lo mismo que en casa. Allí no había papas, y en cambio había esa habitación fea y oscura donde armaban un jaleo sus primos, gruñía su tío y dormitaba su abuelo. Encima del catre de Casilda estaba la postal de los Alpes que me había enviado Bea. Apenas hablábamos de la nada. Yo le subía unos chocolates y dinero que me daba Padre para ella. Y me daba una vergüenza horrorosa, como si esos regalos estuvieran tratando de comprar lo que una vez tuvimos y había echado a perder. Y me sentía como si yo fuese una dama de la alta sociedad haciendo una obra de caridad, y ella la pobre de turno.
Volvía a casa nerviosa y de mal humor. Para calmarme quitaba el cerco amarillento de la bañera, cocinaba y hasta planchaba la ropa. Claro que Padre ni siquiera se daba cuenta de estas cosas. Por entonces su proyecto de Electrificación Solar del Altiplano empezó a dar problemas. Padre llegaba de trabajar muy tarde, con ojeras y la corbata hecha un guiñapo. Tenía muchas conversaciones fuertes por teléfono, en las que soltaba unos tacos que hubieran puesto los pelos de punta a tía Leonor. Ya no leía esos libros con títulos que empezaban por Problemática, Opresión o Usurpación y acababan por indígenas. Hasta se olvidó ponerse su chaleco de colorines. Fue una suerte, porque así no pudo darse cuenta de que le había hecho un agujero con la plancha.
Hasta que un día Tijeras llegó a trabajar con la corbata más arrugada que nunca, justo a la hora del belén, se dejó caer en el sofá, miró unos instantes las luces de ladera y dijo:
- María, ¿qué te parecería si volviésemos a España?
Y otra vez, ¡mira que soy boba!, la cosa me pilló de sopetón. Estuve casi un minuto mirando fijamente una luz de la ladera que, no sé por qué, había decidido que era la de la casa de Casilda. A ver si entretanto cambiaban las cosas y la frase de Padre se disolvía en el aire como si nunca hubiese existido. Y otra vez, como siempre, el truco no sirvió de nada, y la pregunta siguió allí:
¿Qué te parecería si volviésemos a España?
Yo sabía que Padre preguntaba por preguntar, y que volveríamos a España lo quisiera yo o no. Porque yo seguía siendo una niña y mi opinión no contaba. Lo gracioso es que esta vez me dio por pensar que la opinión de Padre no contaba tampoco. Estaba claro que él no quería irse, lo echaban. A lo mejor eran esas envidias de las que había hablado don Melchor al leer la coca. O a lo mejor... -se me paró un momento el corazón- a lo mejor era otra vez la Pachamama, que en realidad me estaba expulsando a mí.
Era la primera vez que me acordaba de mi pacto con la Pachamama desde que empezó el colegio. Le había prometido cambiar, no sabía muy bien cómo. Y había cambiado, ¡vaya que si había cambiado! Pero a peor. Se podía decir que había dado la espalda a Bolivia y me había ido a vivir a Estados Unidos. Hasta había traicionado a Casilda. Por eso la Pachamama ya no quería nada conmigo y me echaba.
Mientras pensaba estas cosas, Padre me miraba conteniendo la respiración, esperando la rabieta a turno.
- ¿Cuándo nos vamos?
- En unas dos semanas.
- Ni siquiera conoceremos al hijo de Casilda.
No le dije a Padre que volvíamos por mi culpa. De todas formas, no lo habría comprendido. Es un tipo muy lógico. La verdad es que yo misma, mirando las cosas desde España, me volví a reír de mi pacto con la Tierra. Aquí todo es tan distinto, no sé, tan "normal"... Nunca te acuerdas de la Tierra, ni pienses que esté viva.
Si te pones enfermo, es por culpa de un estreptococo, y eso no tiene nada que ver con la Pachamama. Las montañas nevadas sirven para esquiar sobre ellas, no para hacer de abuelos de nadie. Los niños son niños y los adultos, adultos. Y los pobres suelen llevar zapatos. Una tiende a olvidarse de que existen sitios donde no pasa eso. Hasta que viene el abuelo Illimani a recordármelo. Desde que volví a España, viene de vez en cuando a visitarme en sueños. No hice nada, no hace nada (por algo es un monte), pero me despierto sudando y luego estoy todo el día con mala conciencia. Creo que lo envía la Pachamama para recordarme mi deuda. Bueno, lo creo y no lo creo. Pero supongo que da igual que sea verdad o fantasía. La cosa es que tengo que volver algún día, aunque todavía no sé muy bien a qué. A lo mejor voy u hago algo Con Mayúscula.
La señorita María se fue antes de que naciera la "wawa". Cuando subió a despedirse a la casa, lloré bastante porque le tenía mucho aprecio a la señorita, que es lo que pasa con los gringos, que vienen y se van cuando una menos lo espera u por eso es mejor no encariñarse mucho con ellos. Ella también lloró un poco pero hacía como que no, porque a las gringas les da vergüenza llorar, como si fueran hombres. Nosotras las de aquí lloramos y reímos más fácil y eso siempre alivia, que por lo menos eso tiene de bueno ser mujer, porque los hombres no deben llorar. El papá de María no lloró, claro, pero estuvo muy cariñoso. Y sentí que se fuera porque hubiera sido un buen padrino para el niño, que hasta yo le quería poner Tijeras de nombre en su honor. Pero cuando se lo dije, él venga a reírse, que resulta que Tijeras es su apellido y no su nombre cristiano. Yo me sentí como una zonza. Es lo malo con esta gente extranjera, que siempre te hacen sentir de menos, como que ellos lo saben todo y tú no sabes nada, y luego que son medio caprichosos para sus cosas y nunca sabes lo que piensan ni cómo van a reaccionar. Y por eso no se les pueden decir todas las cosas porque a veces lo que dices les enoja y se enfadan contigo como si tuvieras la culpa de que las cosas son como son.
En algún sitio tengo anotada la dirección de la señorita María en Madrí porque prometí mandarle carta, pero la verdad, con el niño y el trabajo y todo no me da mucho tiempo. Además que casi todo lo que sabía de letras lo olvidé de no practicar y tengo vergüenza de hacerlo mal. De todos modos, capaz que no se acuerda ya de mí.
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Helow
Aquí el final del libro, lamento mucho la tardanza
Cualquier duda que tengan pueden decírmela, ya sea sobre los personajes, la historia, etc, me gustaría ayudar con alguna tarea complicada o no sé (¿
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La Tierra de las Papas - TERMINADA
RandomA María que ha nacido y vivido siempre en Madrid, se le cae el mundo encima cuando su padre le dice que se van a vivir a Bolivia. Lo primero que hace es declararle la guerra fría; lo segundo, consultar en un atlas: ¿dónde queda Bolivia? Lo tercero e...