Capitulo 10

8.6K 69 22
                                    

- ¡El gorro! ¡He ganado! – chillé sacudiendo un gorro de ducha rojo con rayas blancas.

Gorros de ducha, limones, jabones, paraguas, carteras de ejecutivo, empanadas, coladores, sillas, palomitas, periódicos, maletas, manzanas, gafas de sol, aspirinas, relojes, paneras, cepillos d uñas... Uno podía ver todo esto en los puestos callejeros del centro de La Paz en el mismo tiempo que he tardado en escribirlo. En aquella ciudad todo el mundo parecía vender algo.

Nuestro juego consistía en buscar cosas insólitas en los puestos mientras paseábamos por la ciudad. Uno de los dos proponía: "¡Un cascabel!", o "¡Un candado!", o "¡Un gorro de ducha!". Ganaba el primero que lo encontrara. Claro que en cuanto la cosa se ponía un poco difícil ganaba yo, porque Tijeras se distraía enseguida. No sabía tomarse los juegos en serio.

Estuve un buen rato eligiendo mi gorro. Me quede con uno blanco con corazones rojos. Eso también era parte del juego. El que ganaba se llevaba la "la cosa insólita" de regalo. Juraría que esa regla se la inventó Padre porque le daba lástima que allí casi todo el mundo vendiera y casi nadie comprara.

Padre se puso a hacer el ganso con mi gorro de ducha en la cabeza. Yo me retorcía de risa. Tanto me retorcí, que le di un codazo en el estomago a un señor viejo con sombrero que pasaba allí.

- Oh...Perdone.

- No es nada, hijita – dijo muy amable deteniéndose un momento.

Al pararse, tropezó con él un indio que venía andando con muchas prisas y no tuvo tiempo a frenar.

- ¡Aparta, Atahualpa! – le grito el viejo del sombrero con desprecio.

El indio hundió la cabeza entre los hombros y siguió su camino.

- Para ser un conocido suyo, no le trata muy bien – comente a Padre.

- No creo que le conozca – repuso él.

- Le ha llamado por su nombre.

- No le ha llamado por su nombre. Se estaba burlando de él. Le ha llamado Atahualpa. Atahualpa fue el último rey de los incas.

La palabra "incas" produjo un gran vacío en mi cabeza, que solo pude llenar a medias con un comic de Tintín que había leído en España, Tintín y el Imperio del Sol o algo así. De todos modos, puse cara de enteradilla. No me gusta que Padre se dé cuenta de que soy un poco ignorante.

Pero se ve que no coló, porque Padre considero necesaria una de sus largas explicaciones.

- Los incas fueron, como si dijéramos, los padres de los indígenas de ahora. Eran de raza quechua, y fundaron un imperio que se extendía por Perú, Bolivia, Ecuador y parte de Chile y Argentina. Luego llegaron los españoles, con Pizarro al frente, y... - Padre señalo con el pulgar hacia el suelo – Pizarro tomo prisionero a traición al rey de los incas, Atahualpa. Exigió como rescate una habitación entera llena de oro y joyas. Y cuando tuvo el rescate, decidió que mejor se cepillaba a Atahualpa de todas formas y se dejaba de líos. Con la muerte de Atahualpa se acabo el imperio inca. Y los quechuas – es decir los incas – pasaron de ser dominadores a ser dominados. Los conquistadores obligaron a todos los pueblos indígenas a trabajar para ellos, en el campo y en las minas. Se llevaron la riqueza de esta tierra y a cambio trajeron enfermedades europeas que aquí no existían y que dejaron montones de victimas...

Por una vez escuchaba con interés una de las explicaciones de Padre. Y, concentraba como andaba, estuve a punto de desbaratar el puesto de un indio que vendía ungüentos "milagrosos". Se ve que tenía el día torpe.

- ¡Oh! Disculpe, señor..., señor inca.

Padre me alejo de allí de un tirón.

- Se va a creer que te burlas de él... - volvió la cabeza para mirar al vendedor – Aunque a lo mejor, ahí donde lo ves, es de verdad descendiente del Inca. Imagínatelo con ricas joyas y plumas en la cabeza...

El "señor inca" seguía pregonando su mercancía en la calle:

- ¡Bálsamo de coca! Contra el artritis y la gota...

Me resultaba difícil transformarlo en el rey de los incas.

- Así es la historia, María. El que domina, luego es dominado. Los incas dominaron a otros pueblos americanos, como los aimaras, y luego los españoles les hicieron papilla a ellos. Los romanos dominaron a los griegos, y los barbaros a los romanos... Pero los indígenas no pierden la esperanza, porque saben que ha de llegar el pachakuti.

Esta vez ni me moleste en poner cara de enteradilla.

- Según las creencias de los indios – continuo Padre – Cada cierto número de años es como si la Tierra diese un vuelco y todo se pone patas para arriba. Eso es el pachakuti. Cuando llegaron los españoles hubo un pachakuti y a los indios les toco pasar de arriba abajo. En el próximo, ellos volverán a estar arriba, y sus dominadores serán dominados. Por eso esperan pacientemente. Saben que el pachakuti ha de llegar aunque ellos no hagan nada.

- ¿Y para cuando está previsto el próximo pachakuti?

- ¡Huy, quien sabe! – Padre sonrió misterioso – Puede ser cualquier día de estos.

Aquella noche, mientras me adormilaba, en ese punto en que los pensamientos se desmandaban* y empiezan a hacer de las suyas, vi al pobre Atahualpa de los ungüentos, todo adornado con plumas y joyas, conduciendo un Toyota todo terreno. Vi al viejo del sombrero vendiendo ungüentos milagrosos en una esquina. Vi a un gringo rubio lustrando los zapatos de Casilda. Nos vi a mi padre y a mí tendiendo nuestros sombreros harapientos a una cholita con abrigo de piel y gimiendo: "Regalame, regalame para un pancito...". Entonces sentí que perdía pie y caía por un túnel. ¡Llegaba el pachakuti! Me espabile con un escalofrió. No era el pachakuti, sino uno de esos sustos que nos damos a veces cuando vamos a caer en el sueño.

Durante el desayuno le conté a Padre mi versión del pachakuti.

- No creo que sea el tipo de pachakuti que esperan los indios – dijo – Supongo que ellos esperan una vuelta al tiempo de sus antepasados, cuando vivían tranquilos, honraban a sus dioses, trabajaban en común la tierra, tenían alimento y ropa para todos, y no conocían la contaminación, ni el ansia de dinero, ni la prisa...

____

Desmandaban: liberan

____

Padre se quedo callado blandiendo la cuchara de la mermelada, y frunció las cejas.

- ¡Que cosas digo! No se puede ir hacia atrás en la historia. Seguro que si los lustrabotas pudieran, irían a aprender inglés e informática, las cholitas se harían la permanente, y sus maridos beberían whisky y venderían seguros, y los campesinos alquilarían vídeos y... - ¡plaf!, un goterón de mermelada cayo de la cuchara al pantalón de Padre e interrumpió su discurso.

- ¡Mierda! – gruñó entre dientes.

Y fue a limpiarse al cuarto de baño dando grandes zancadas. No sé si estaba más enfadado por la mancha de mermelada o porque no le gusta pensar que los indios quizá desearan hacer ese tipo de cosas cuando llegase su pachakuti.

La Tierra de las Papas - TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora