Cap. 43

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Miro la noticia de la tv, estamos en todas partes. Telediarios, periódicos y hasta en redes sociales. La gente distorsiona todo, ¿Cómo puedes hablar de algo en que nunca estuviste ahí? O sea, tienes que tener buenos pantalones de una situación arriesgada. Lo digo yo, que tengo una pierna vendada y no la puedo movilizarme sin unas muletas. Lo bueno que no agarro tendones o el hueso, conté con suerte de que fue el muslo, o sea carne.

Raúl esta paranoico, no me deja de tocarme la nariz. Dice que es la última vez dejarme ir así, en mi estado de embarazada. Que estoy tocada de la cabeza y pare de contar. Además, no le he dicho donde escondí la mercancía, al enterarse no sé qué hará. ¿Qué hago dándole importancia a Raúl sobre qué acción a remeterá sobre mí? Siempre es lo mismo.

Apago la tv. Tomo las muletas e intento pararme del sofá.

– No hagas tanto esfuerzo – ruedo los ojos. Agradezco que se preocupen por mí, pero vamos. Se están pasando, ya ni tengo espacio personal. Solo ha pasado cinco días desde el percance con los policías y la bala en mi pierna, no me dejan respirar. Creo que se me ha olvidado lo que es el espacio personal.

– Tranquila. Puedo hacerlo, además de tanto usarla, te vuelves experta – le sonrío a Zara. Alza una ceja.

– Deja tu orgullo y déjame ayudarte – posa su mano al lado de mi costado y la otra en el antebrazo derecho. – te tienes que cuidar, una mala caída y puedes perder el bebé. – suspiro y me hago la mente que estaré así por tres semanas. Sin vida personal.

Mi celular suena, Zara me deja en el inicio del barandal y lo coge de mi bolsillo trasero del pantalón.

– Aló – contesta. –Ah sí, un momento. – Alzo una ceja – Justin. –susurra. Abro los ojos, me he olvidado de él durante estos días.

Mierda.

– ¿Dónde mierda te has metido? – gruñe por teléfono. Suspiro.

Si pensé que tenía el día jodido, pues me he equivocado. Alguien me tocara las pelotas que no tengo por ser mujer.

– Hola. También me alegra saber de ti, amor – lo escucho bufar a lo que termino de hablar.

– llevas dos semanas desaparecida. ¿Dónde diablos estas? – sisea. Miro el teléfono y vuelvo a ponérmelo al oído.

– En el infierno, el diablo me hizo una invitación para visitar su casa y quedarme una temporada – suelto una risita de sarcasmo.

– ¡Diana! – grita llegando a su límite. Me lo imagino frunciendo el ceño y con la mandíbula tensa. – déjate de estupideces y dime donde estas para buscarte. – habla entre dientes.

– Ya te dije – siseo. – ¡En el infierno! – Grito – ¡Déjame de joderme los ovarios y búscate a quien coger! – mi voz se altera y cuelgo la llamada. – ¿Qué? – taladro a Zara con la mirada, palidece y niega con la cabeza. Ruedo los ojos.

El celular vuelve a sonar.

– Creo que deberías de verlo – pongo los ojos en blanco. No otra vez. – Solo se preocupa por ti, como todos. – enfoco la vista en Raúl. Esta fumando un tabaco y la otra lleva un vaso de licor.

– ¿Qué le digo? – me acerco a él con dificultad. – Que estuve en una redada porque estaba traficando con droga y recibe una bala perdida en la pierna. – siseo. – y además estoy en los telediario en todo el país por ser una de las mayores traficantes. – gruño.

– Ahí, ahí. Con la verdad, te ira mucho mejor sin tanta mentira – sonríe.

– No seas cínico y jode a otro con tus sarcasmos – me tumbo en el sofá ya que nunca llegue tan lejos con estas muletas. El celular no deja de sonar, moriré si ese detrás de la línea no para de llamar.

– Creo que te buscara en el infierno, dile que el diablo le hizo una invitación – me guiña el ojo y se va riéndose a carcajadas. Miro a zara.

– Creo que ya le hice la invitación, ¿no? – sonrío un poco para aligerar el ambiente. Asiente.

– Sí, eso es verdad – se sienta al lado mío. – no seas dura con él, quiere hacer lo mejor para los dos – me sonríe tímida. Suspiro.

– Vale, le mandare un mensaje que iré a su casa – tomo el celular y escribo el mensaje antes que llame otra vez.

En un nanosegundo me responde que está bien y que ahí me esperara.

– Si me pregunta por mi mal humor – sonrío – echémosle la culpa al embarazo, como siempre se hace – reímos juntas por tal estupidez, en general soy estúpida. – bien ayúdame arreglar algunas cosas.

– Entonces te caíste y te doblaste el tobillo – repite cada palabra que he dicho. Estoy cansada de relatar la misma mentira una y otra vez, se la puedo hasta contar al revés.

– sí, ¿terminaste querido? – sonrío irónicamente.

– no me mires así, solo me preocupo por ti – me abraza por detrás y apoya su barbilla en mi hombro derecho, besándome la mejilla y respirando en mi cuello, cosa que me hace estremecerme.

– Es que me tienes cansada con lo mismo – hago un puchero. Siento su sonrisa en mi cuello.

– Lo siento – besa mi cuello y si sigue así voy a lanzarme encima.

– ¿me extrañabas? – mi voz sale ronca y una señal que no puedo más con sus tontas caricias en mi cuello.

– Si – ronronea – mucho – puedo sentir su respiración tan calmada excitándome.

– te recuerdo que estoy enyesada de un pie – susurro. Cierro los ojos deleitándome con sus caricias en mi cuello.

– No me importa – lo muerde – quiero hacerte mía, esta noche – y es mi denotación con esa frase tan poco romántica. – Solo mía – me desarma por completo y doy paso a un suspiro pesado.

– Hazlo – mi labios están secos. Lo deseo, como negar que lo amo pero a sabiendas que solo es algo complicado, que cuando todo salga a la luz todo se ira al infierno junto conmigo. Así hay que disfrutar hasta donde pueda llegar con él.

Me voltea con cuidado, pegándome a su cuerpo. Sus ojos me estudian y sus labios se entregan a los míos. Es magia lo que hace conmigo, derrumba todas mis barreras que creo cuando no estoy con él, me hace pensar que me ama de verdad, que solo seremos él y yo. Como lo amo, pero que prohibido es, como todo lo prohibido te llama, siempre estaremos ahí para tentar a la muerte.

Sus labios viajan por mi barbilla, descendiendo por mi cuello. Me sostiene con una mano atrás de mi nuca y la otra viaja por mi pierna no herida. Esa sensación que hace con sus labios y su mano, genera en mi cuerpo excitación, solo él sabe cómo hacerlo, solo él conoce mi cuerpo y como actúa; si solo conociera mi mente. Me tuviera a su merced.

Baja por mis pechos, metiendo la mano por debajo de la blusa y es donde mi respiración empieza a ser irregular. Abro los ojos y miro el techo, ¿Por qué todo se me convirtió tan complicado? ¿Por qué estoy haciendo esto? Bajo la mirada al sentir mi pantalón cortó abrirse. Sonrío pícaramente.

El juego empezó. 

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Mis gasparines, otro capitulo porque como lo prometido es deuda, hoy la he pagado. Espero que les guste y gracias por leer esta novela, en serio se lo agradezco mucho. Claro que todavía falta por terminar pero se lo agradezco, me hacen feliz! Se les quiere...   



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