Capítulo 2.

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"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos." Julio Cortázar.

Abril 2008.

Mamá me dejó el  cola-cao sobre la mesa, me sonrió cálidamente y vi a papá entrar a la cocina con mis tablas de multiplicar.

-Hola, cariño.

Besó cálidamente mi coronilla para después despeinarme y dejó las tablas de multiplicar sobre la mesa.

-Manolo, deja a la niña en paz, por favor. Haciendo eso la distraes y no acaba de desayunar.

Vi como mi padre rodó los ojos, se acercó por detrás de mi madre y besó su cuello para después posicionar su cabeza en el hombro de ella.

Acabé de beberme el cola-cao y miré las tablas de multiplicar para después bajar de la silla e ir corriendo hacia mi padre, tirando de su pantalón.

Él, al percatarse de mi insistencia en que me prestase atención, me miró y sonrió.

-¿Qué pasa, Melissa?

-Papi, ¿me puedes preguntar las tablas de multiplicar?

Él frunció el ceño.

-¿Es hoy el examen, cielo?

Asentí y cogí las tablas para tendérselas sobre sus manos.

-¿Cuánto es tres por seis?

Mordí mi labio pensativa.

-Dieciocho.

-¿Nueve por nueve?

-Ochenta y uno.

-¿Cuatro por siete?

-Veintiocho.

Miró su reloj, resopló para después incorporarse y cogió las llaves del coche.

-Cielo, te lo sabes. Seguro que aprobarás, ¿de acuerdo?

Asentí y observé cómo se despedía de mi madre para marcharse de casa.

Poco tiempo después, mamá me llevó al colegio y me encontré con mis mejores amigos en clase, Álvaro y Sandra. Él estaba hablando con unos compañeros para cuando me vio y vino corriendo hacia mí.

-Hola, mejor amiga.

Sonreí y agité mi mano derecha.

-Hola, mejor amigo. ¿Has visto a Sandra?

Él asintió con la cabeza e indicó con su dedo índice el lugar.

-Ahí.

Dejé mi mochila de Patito Feo en la mesa y fui corriendo hacia Sandra.

-¡Hola, Sandra!

Ella se giró y sonrió.

-¡Hola, mejor amiga!

-¿Sabes qué los padres de Hugo ya no viven juntos?

Fruncí el ceño.

-¿Por qué? ¿Se han enfadado?

Mi mejor amiga se encoge de hombros.

-Le he escuchado al profesor hablar con él y diciéndole que eso es muy normal en todos.

-Pues mis padres viven juntos.

-Y los míos.

-Se habrán dejado de hacer cosquillas, ¿no?

Sandra frunció el ceño.

-¿Esas cosquillas en que mamá pide más y papá gruñe?

Asentí con una sonrisa.

-¡Esas! A veces, cuando me despierto con ganas de hacer pipí, escucho a papá y mamá haciéndose cosquillas — hice un puchero —. ¡Yo también quiero cosquillas!

Sandra me tomó de la mano y asintió.

-¡Y yo, y yo! Pero cuando a papá le digo que quiero me dice que cuando sea más mayor, y no sé por qué.

El profesor entró en nuestra aula y nos mandó a todos a nuestros lugares. Me dirigí hacia mi mesa y me senté al lado de Alexia, la chica guapa que llegó este curso.

Observé cómo sacaba las cosas de su mochila y ella, cuando se percató de mi mirada, me miró con el ceño fruncido.

-¿Qué pasa, Melissa?

Me encogí de hombros a modo de indiferencia y miré a Hugo, que se encontraba en el pupitre de enfrente de mí.

Con un lápiz, pinché su espalda muchas veces hasta que él se volteó con el ceño fruncido. Al mirarme, peinó su flequillo y resopló.

-¿Qué quieres, Melissa?

-¿Es verdad que tus padres no viven juntos?

Sorbió su nariz roja y asintió.

-Gritan todo el día y ya no se hacen cosquillas.

-Yo puedo hacerte cosquillas, si quieres.

Se encogió de hombros y me miró indiferente.

-Pero cuando diga para, párate.

Sonreí y asentí para después dar palmadas con mis manos.

-Melissa, presta atención en clase.

Miré a mi profesor y bajé la cabeza avergonzada para después sonreír con malicia.

Le haré cosquillas a Hugo.

Susúrrame "te quiero". [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora