Capítulo 6.

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"Quiero saborear el paso de los días,
quiero escribir París en tu mejilla,
quiero que el riesgo
se vuelva a apoderar de nuestros cuerpos,
mientras te hablo de volver a intentarlo,
mientras te digo, como siempre,
quédate." Diego Ojeda.

Mayo 2015.

Me desperté y, entre quejas y peleas con mi madre, me incorporé de la cama con un gran dolor en la entrepierna. Puse mis pies sobre la fría madera de mi habitación para incorporarme y empecé a ponerme el uniforme escolar.

Por más que pretendía, mis ojos hacían una sobre-esfuerzo por mantenerse abiertos, pero todo era en vano. Cuando acabé de vestirme, bajé corriendo a la cocina y empecé a desayunar cuando recuerdos del día anterior aparecían en mi mente.

Hacía ocho meses que salía con un chico, Aarón, y el día de ayer los dos perdimos la virginidad juntos. Imágenes del momento azotaron mi mente y no pude reprimir la evidente sonrisa que asomó entre mis labios.

-¿Qué pasa, Melissa?

Desvié la mirada de mi comida a mi padre, el cual me observaba con una ceja enarcada.

-Nada, papá. Cosas mías.

-¿Qué tal con Aarón?- preguntó mi madre, tomando asiento en la mesa.

Me encogí de hombros a modo de indiferencia, así intentando no dar a entender que su querida hija ya no era virgen.

-Bien. Estamos súper bien.

-Es muy buen chico - comentó mi padre tras beber café -. No es como los otros que traías a casa, unos completos canis.

Mi madre rió.

-Cariño, porque te caigan mal no tienen que ser canis.

Observé la breve disputa entre mis padres para después marcharme junto Álvaro hacia el instituto. De camino, él y yo charlábamos animadamente sin ningún tema en concreto, hasta que el chico pelirrojo habló de Aarón.

-¿Qué tal con él, Mel?

Le miré y sonreí.

-Álvaro, te voy a contar un secreto, pero te callas, ¿vale? Si mis padres preguntan, tú no sabes nada - asintió, algo confuso y con su ceño fruncido —. Ya no soy virgen.

Su expresión fue totalmente de sorpresa para después acabar abrazándome y elevándome por los aires.

-¡Mi pequeñaja ya es una mujer!

Reí a carcajadas y, cuando me bajó, peiné mi pelo castaño claro.

-Soy la primera de los dos que la pierde, Álvaro - bromeé.

-¿Te dolió?

Los dos nos paramos ante un semáforo en rojo, le miré y me sonrojé. Sin rodeos, le pegué un leve codazo a modo de molestia.

"La madre que me parió si me dolió... Espero que a la próxima no sea igual."

-Eso es privado, Álvaro.

Rió.

-Me das mucha ternura cuando te sonrojas, Mel - rió con aquel sonido que le caracteriza-. Es que es una afición mía favorita, a parte de la de empeñarte.

Entrecerré los ojos y le miré con odio.

-Ya te vale... Y cállate sobre eso, ¿vale? Si no, ya verás...

-Que sí, Mel - asentí y observé como le era inevitable reprimir su sonrisa. Mis ojos no cesaban de mirar los suyos y realmente comprendía por qué él es mi mejor amiga -. Yo calladito.

Susúrrame "te quiero". [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora