Capítulo 5.

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"¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida." Frida Kahlo.

Junio 2014.

Bajé corriendo las escaleras de mi casa y fui directa hacia el baño de la planta de abajo. Al llegar, saqué de un pequeño estuche que se encontraba allí el maquillaje.

Repasé mis pestañas con rímel varias veces, haciéndolas más negras y largas para después acicalar mi pelo. Observé mi reflejo en el espejo y sonreí, arreglé mi short de cintura alta y mi camiseta de tirantes holgada para después ponerme colonia en el cuello.

El timbre sonó, así dándome a entender que: Sandra, Alexia, Hugo y Álvaro habían venido. Comprobé, de nuevo, mi vestimenta y a continuación dirigirme hacia la puerta principal de mi casa. La abrí y empecé a saludar uno a uno.

Sandra e Alexia me elogiaron ante lo guapa que me había puesto para la verbena que había aquella noche. Álvaro me lanzó algún que otro piropo mientras me saludaba para tan solo hacerme sonrojar y él poder reírse.

Y, cuando saludé a Hugo, besé ambas de sus mejillas mientras sentía la extraña sensación de la adrenalina recorrer mi cuerpo y el latido de mi corazón empezó bombear rápidamente. Recuerdo que sus cálidos labios se presionaron sobre mis mejillas, provocando así que me estremeciese sin motivo alguno y él me sonriese.

Los cincos, al cabo de una hora, cenamos en el salón de mi casa mientras hacíamos alguna que otra tontería mientras comíamos. Tiempo después, tomamos un tren hacia uno de los pueblo de Córdoba, Lucena.

Entretanto nos encontrábamos en el tren dirección hacia el pueblo, Sandra miraba el exterior a través de la ventana.

-¿Alguien tiene alcohol?

Me miró y yo me encogí de hombros sin saber si alguien llevaba o no.

-Yo llevo.

Mis amigas y yo miramos a Hugo, que se encontraba en los asientos de al lado nuestro con una sonrisa. Señaló su mochila verbenera y me miró por unos instantes, en los cuales creí notar una intensa mirada por su parte.

-¿Qué llevas? - pregunté, señalando con mi cabeza la bolsa.

-Vodka azul con 7up - respondió Álvaro.

-¿Tú llevas también?-le preguntó Alexia con el ceño fruncido.

Negó con la cabeza.

-La botella que llevamos basta para esta noche.

-¿Lo pagamos a partes? - intervino Sandra.

Hugo y Álvaro asistieron.

-¿A cuánto por persona, Hugo?

El chico de pelo castaño me miró fijamente a los ojos por unos instantes, en los cuales yo empecé a fijarme en su manera de mirarme. Era extraña. O al menos era mi sensación. Sacó su teléfono del bolsillo y calculó el precio.

-Dos euros con diez céntimos por persona - respondió, sin apartar la vista del teléfono.

Tras aquello, no hablamos durante todo el trayecto, pero pude escuchar la conversación que tuvieron Álvaro y Hugo antes de bajar del tren.

-¿Te liarás a alguien, Hugo?

Él suspiró.

-Después de lo de María del Mar, no creo.

-Pero ya hace un mes, hermano. Va, así te olvidas de ella.

-Tal vez, pero no aseguro nada.

-Si no líate con Melissa.

“¿Y por qué conmigo?”

     Lo que le dijo Álvaro no me cuadró para nada en ese instante y a día de hoy sigo sin comprenderlo. ¿Es que acaso sentía él algo por mí? ¿Le atraía?

-¿Qué? No.

Tras aquello, no quise escuchar nada más, así que empecé a hablar con mis dos mejores amigas para intentar olvidar aquella extraña sensación que se repetía en mi cabeza.

Al llegar a Lucena, todos los dirigimos hacia la plaza del pueblo y podíamos escuchar, mientras llegábamos, la música alta de la verbena. Hugo sacó de su mochila verbenera una botella de 7up llena de un líquido azul; se la tendió a Álvaro, el cual la abrió y pegó un gran trago. Tras hacerlo, me la tendió y miré dudosa el interior de la botella hasta que cerré los ojos y tragué.

El alcohol junto al 7up refrescó mi boca y, cuando tragué, sentí el ardor causado por la bebida en mi garganta. Cerré los ojos a causa del ardor y abrí la boca con asco.

-No está mal - dije tras unos segundos.

Le tendí la botella a Sandra, que también bebió un gran sorbo, y después a Alexia, la cual no quiso.

A la media hora, estábamos los cinco entre la gente bailando al son de Wisin- Adrenalina ft. Jennifer López, Ricky Martin. Sandra me cogió de la mano llamando mi atención.

-¡Imítame!

Asentí y observé cómo empezaba a mover sus caderas de manera torpe al ritmo de la música. Bajaba con el movimiento y, cuando subía, pegaba un gran impulso en su culo.

-¡¿Quieres que baile como un pato mareado?!

Rió.

-¡Va, bailemos las tres!

Cogí la botella que sostenía Álvaro, bebí un trago de ella para después, ante la atenta mirada de los dos, ponernos las tres a bailar al son de lo poco que quedaba de canción.

La música cambió y ahora se escuchaba Propuesta Indecente- Romeo Santos. Mis amigas y yo seguíamos bailando al ritmo que marcaba la música, alcé la vista y me percaté de que Álvaro no estaba. Miré a Hugo y le pregunté con la mirada dónde se encontraba el chico pelirrojo, a lo que él me respondió con: "Se está liando a una."

Le sonreí y seguí bailando, cerré los ojos mientras movía mis caderas en un desincronizado vaivén para cuando noté una respiración en mi cuello. Abrí los ojos de golpe y miré detrás de mí el cuerpo de un chico, me volteé y vi la sonrisa que tenía en su rostro.

-¿Te apetece bailar?

Enarqué una ceja y asentí con una evidente sonrisa.

El chico rodeó mi cintura con sus brazos, posicionó su barbilla sobre mi hombro izquierdo mientras movíamos nuestras caderas al mismo ritmo y sin parar hasta llegar al punto de que yo me volteé para estar enfrente suya. Y, sin rodeos, le besé.

Pude notar su sonrisa nada más besarle, rodeó mi cintura con sus brazos, me atrajo más hacia él y provocó que una pequeña risa escapara de mí.

    Sus labios, según los recuerdo, eran suaves y con un sabor a ron en ellos. Los besos, lentos y delicados, empezaron a hacerse cada vez más pasionales hasta el punto de quedarnos los dos sin respiración.

-Me llamo Diego. Encantado.

Sonreí.

-Yo, Melissa.

Miré a mi alrededor en busca de mis amigos, pero tan solo me encontré a el chico castaño que vino con nosotros petrificado mirándome sin poder creérselo. Yo, en vez de mirarle a sus ojos marrones, desvié la mirada hacia su mano, que se encontraba entrelazada con una femenina.

Miré a la chica y tragué duramente ante aquel cúmulo de sensaciones que tenía dentro. Volví a posar mi mirada en Hugo, el cual me seguía mirando, apretó su mandíbula fuertemente y dejó de hacerlo.

Extrañada, miré al chico con el que me había besado y, sonreí.

-¿Me das tu teléfono? -preguntó.

Susúrrame "te quiero". [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora