Capítulo 18.

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"Si tú me dices:

'¡Ven!',
lo dejo todo..."
Amado Nervo.

***

Subo mis pantalones en la parte trasera del coche de David para después bajarnos los dos y emprender camino hacia ningún lugar en concreto. Las ansias por fumar un cigarro se hacen presentes y empiezo a dar leves toques con mi dedo índice sobre el pantalón.

Sé que le había prometido a David que lo dejaría, pero mis ganas empiezan a incrementar a medida que vamos caminando más.

-David, te quiero mucho, pero necesito un cigarrillo.

Sin que él responda, saco de mi bolso la caja de cigarrillos y prendo fuego a uno para llevármelo a la boca y aspirar fuertemente.

-Melissa, no jodas... Me prometiste que lo dejarías.

Suspiro, aparto el cigarro de mi boca y bajo la mirada al suelo.

-Lo siento, pero...

-No. “Lo siento” no, Melissa. Me dijiste que lo dejarías.

Mis ojos conectan con los suyos azules y siento mariposas revolotear en mi estómago.

“La estoy cagando. ¿Cómo puedo ser tan estúpida?”

-David, es muy difícil...

-Porque no quieres -se cruza de brazos, con una enfadada mirada puesta encima de mí -. Si te lo propusieses lo dejarías. ¿Sabes el daño que me causa esto? Me mentiste.

Pongo el cigarro entre mis labios, aspiro y suelto el aire por la nariz.

-Joder, David. Entiéndelo. Me cuesta muchísimo.

-Pues yo te ayudaré a que no te cueste, Melissa. Pero no prometas cosas que no cumplirás.

Asiento y lanzó al suelo el tabaco, pisándolo y señalándolo con mi dedo índice.

-Un progreso — musito, intentando quitar tensión al asunto. Él sonríe —. Lo intentaré, pero no prometo nada, David.

Él sonríe.

-Yo te ayudaré.

***

Bajo las escaleras de mi casa, así encontrándome a todos en el recibidor de mi casa. Sandra se está peinando su pelo, Alexia repasando su rímel mirándose en el reflejo del espejo que se encuentra ahí, Emma junto Darío se hacen selfies y Hugo con Álvaro se enfrascados en una conversación.

-¡Qué guapa, Mel!- exclama Emma, nada más verme.

Sonrío y calzo mis pies con unos tacones de color crema.

-¿Vamos?- pregunto, poniéndome el abrigo de pelo negro.

Todos asienten, nos despedimos de mis padres, y al estar en la calle, Darío me tiende un cigarrillo para fumar.

-Hoy conoceremos al que te trae loquita, Melissa – comenta Darío mientras prende fuego a un cigarrillo.

Ruedo los ojos por unos instantes.

-¡Es verdad, Mel! ¿Está ahí?

Asiento con una sonrisa y me aplico brillo labial.

-Ya debe estar allí. O tal vez de camino.

-¿Cuántos años tiene?- me pregunta Emma.

-Los suficientes para ser ilegal – farfullea Hugo, provocando que todos le miremos.

Suspiro, ruedo los ojos y le dedico una sonrisa a Emma.

-Veinticuatro.

Ella alza las cejas sorprendida.

Susúrrame "te quiero". [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora