3: El Ataque.

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Una parte del cerebro de Scott se dio cuenta de los pequeños temblores que recorrían al muchacho en el transcurso del beso.  Y es que Scott lo besó con tal intensidad y desesperación que podría haberse asustado ante su total falta de control.

El detective Hoying era,  por su profesión y sus valores,  un hombre metódico,  ordenado y sobre todo honorable.  Pero en ese beso no había  nada metódico,  nada ordenado y mucho menos nada honorable.

Le invadió la boca con la lengua,  explorándolo rápidamente,  con sus grandes manos sujetaba su cara.  Quizás podría haberse detenido,  haber recuperado su autocontrol,  pero Mitch imitó sus gestos, acariciándolo con la lengua. Y todo pensamiento razonable se esfumó de su mente.

No fue hasta que algo parecido a un quejido salió de la boca del chico,  que encontró la fuerza para separarse. Y la imagen que vio le volvió a quitar el aliento.  Mitch tenía los ojos fuertemente cerrados,  los labios abiertos e hinchados y las manos empuñadas en la chaqueta de Scott.  Se veía tan malditamente besable!

Esperó a que abriera los ojos y se preparó para ver el horror y la furia en su mirada,  era lo que me merecía.  Diez segundos de acariciarle la cara con dulzura y luego lo besó como si de un bárbaro se tratase.  Aunque besarlo de cualquier forma hubiera sido una locura igual.  Que idiota!!  Acababa de besar a un hombre,  a un futuro marqués.

Cuando Mitch abrió lo ojos,  no vio enojo alguno en ellos,  sino confusión.  Pestañó un par de veces como saliendo de un trance y buscó los ojos de Scott.  El hombre más grande apretó los puños ante la intensidad de esa mirada.

En vez de gritarle,  lo tomó por las solapas de la chaqueta y lo acercó a él nuevamente.

–más– fue todo lo que susurró.

Acto seguido,  Mitch enredó sus manos en el cuello de Scott y rozó sus labios.

Scott podría haberse negado y ponerle fin a esta situación descabellada.  Pero el deseo de sentirlo de nuevo fue más grande. Eso y su orgullo.  Tenía que besarlo de nuevo para probarse a si mismo que podía hacerlo sin perder el control,  para enseñarle a Mitch lo peligroso que es seguir a alguien en la obscuridad.

Lo besó lentamente esta vez,  dándose tiempo de memorizar todo su dulce sabor. Llevó sus manos a la cintura de Mitch y éste se apretó contra su cuerpo y su autocontrol volvió a desaparecer. La sensación de sus entrepiernas rozándose fue demasiado,  si incluso cuando pensaba en Mitch se sentía endurecer en los pantalones,  tenerlo así a su merced era un nivel nuevo de deseo.

Sin poder evitarlo,  gruñó y lo apretó más contra la pared.  Cuando se dio cuenta de lo que hizo, lo soltó y retrocedió varios pasos,  furioso,  con él mismo por no poder controlarse y con Mitch por ser tan perfecto.

–No sé a qué estás jugando,  niñito consentido– escupió las últimas palabras –pero es un juego que no quieres jugar conmigo–

Esperó ver dolor en el rostro del chico por sus palabras.  Pero cuando Mitch procesó lo que había dicho,  su expresión se llenó de cólera.  Tensó la espalda y le mantuvo la mirada.

–no estaba jugando a nada–dijo Mitch entre dientes,  caminó a la salida con paso determinado –y no soy un niñito consentido!–

Y sin mirar atrás,  se fue.  Dejando a un Scott confundido,  enojado y caliente.

***

Eran demasiadas sensaciones para el pequeño cuerpo de Mitch.  Primero la noticia de un casamiento del cual no podía escapar,  luego experimentó el primer beso de su vida,  con el hombre de sus sueños,  el mismo que después lo insultó de una forma que lo hirió profundamente. 

Scott era todo lo contrario a él.  Era lo más cercano a una aventura. Olía a aventura,  sabía a aventura.  Y Mitch había estado encerrado toda su vida en una mansión que odiaba,  con una familia que jamás lo había amado,  prisionero de una vida cuadrada que lo obligaba a negar todo lo que quería ser.

Las palabras de Scott se sintieron como cuchillos. "niñito consentido".  Dentro de Mitch vivía un hombre valiente,  intrépido,  con las riendas de su vida; y habría cambiado todas sus comodidades y hasta su título por ser ese hombre.  Saber que el hombre que despertó por primera vez la pasión en él,  lo veía de esa forma,  lo llenaba de ira,  de frustración y una profunda tristeza.
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Iba sumido en sus pensamientos cuando llegaron a la mansión.

Ya bastante confundido y cansado subió a su cuarto.  Vio la puerta-ventana del balcón abierta.  Estaba seguro de haberla cerrado antes de salir.

Cuando se acercó a mirar al balcón,  una sombra se abalanzó sobre él.  Alcanzó a gritar antes de que una mano enguantada le cubriera la boca.  Era un hombre con capucha y capa,  no podía verle la cara.  Sus ojos se abrieron cuando vio el brillo metálico.  Sostenía un enorme cuchillo en su otra mano.  Y de pronto,  todo se fue a negro.

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Despertó en su cama,  ahí estaban sus padres y el mayordomo. Maldición! Se había desmayado.  Eso no ayudaba nada a la, ya ganada, reprobación de sus padres.  Entonces recordó lo que había sucedido. 

–no...vi su cara–  dijo confundido –tenía un cuchillo– quería llorar pero sabía que no podía hacerlo frente a su padre.

–lo que nos faltaba!– exclamó su padre,  enojado –seguramente entró a robarnos y como gritaste tuvo que huir. Bueno ¿Qué otra cosa ibas a hacer tu?– rió sin humor.

–me temo que ahora tendremos que contratar seguridad– dijo su madre –no podemos correr riesgos,  no con la boda tan cerca–

Pronto se fueron,  Mitch se quedó en pie toda la noche.  Eran demasiadas emociones,  muchas cosas pasaron en tan poco tiempo. El hombre del balcón podría haberlo matado,  no sería el primer asesinato de la temporada. Pero no lo había hecho y no se había llevado nada tampoco,  era muy sospechoso.

***

A la mañana siguiente,  el marqués mandó a llamar temprano al detective Hoying. Él apenas conocía la mansión y no podía evitar sentirte socialmente inferior ante tanto lujo.  Con suerte no tendría que toparse con el joven Grassi.  Ya tenía suficiente con no haber dormido nada la noche anterior,  repasando una y otra vez ese beso en su mente.

Una vez en el despacho del marqués,  éste le narró lo sucedido la noche anterior y cómo atacaron a Mitch.  Todo su cuerpo se tensó ante ese pensamiento y la manera en que el marqués no parecía preocupado por su hijo. 

–el asunto es,  detective..– su voz era dura y su mirada reflejaba superioridad –que quiero contratar sus servicios para quedarse aquí en la mansión,  durante las próximas dos semanas o antes si atrapa al maldito que intentó robarnos–

Scott no pasó por alto que el marqués dijo el maldito que intentó robarnos en vez de decir el maldito que atacó a mi hijo.

¿por qué sólo dos semanas?–

–Luego de ese tiempo,  estará casado con lady Kristie Maldonado,  será marqués– suspiró cansado –vivirá en el campo y ya no será responsabilidad mía.

Al detective le llamó la atención el desprecio con el que hablaba de su único hijo,  pero solo podía concentrarse en la idea de Mitch casado.

–hay otros detectives que podr...– se apuró en decir Scott.

–no! Lo quiero a usted– lo interrumpió –he oído que es el mejor.  Además,  le pagaré el sueldo de un año.

Scott quería decirle que no podía comprarlo y marcharse así sin mas.  Pero si Mitch realmente corría peligro, tenía que protegerlo,  por mucho que le costara estar cerca de él sin tocarlo.  Si algo le pasaba por no estar ahí,  no podría perdonárselo. 

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