10: Hogar

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El carruaje se detuvo de pronto y Mitch levantó su rostro del cuello de Scott, no tenía idea de dónde estaba.

−¿Dónde estamos?

−Mañana iremos a la hacienda en la que vivirás, solo un par de días, es bueno que te alejes de Londres y no se verá sospechoso− Scott suspiró incómodo −debo recoger algunas cosas...estamos en mi casa.

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Luego de darle indicaciones al chofer, para que los esperara unos minutos, Scott condujo a Mitch por un iluminado callejón, hasta su casa. Entraron y de inmediato, Scott encendió una lámpara que iluminó la estancia. Le dijo a Mitch que debía escribir una nota rápida y lo dejó en la sala unos minutos.

Cuando volvió, encontró a Mitch tocando con sus largos dedos, una de las figuras de porcelana que estaban encima de la chimenea. Scott se quedó en el umbral, verlo así le era sumamente doloroso. Por eso no quería mostrarle su casa. Demonios! Mitch parecía encajar de forma perfecta ahí en su sala, bañado con la escasa luz. Y supo que cada vez que entrara a su propia casa, pensaría en Mitch junto a su chimenea.


−No sabía que vivías en una casa− dijo Mitch, girándose.

−¿Pensabas que vivía en una caverna? − Scott intentaba levantar el ánimo del chico, Mitch se rió, pero aún tenía un dejo de tristeza en los ojos.

−Más bien pensaba que tenías uno de estos departamentos de solteros...¿me la enseñas?

Scott quería negarse, porque sabía que su casa se impregnaría de la presencia de Mitch para siempre. Pero deseaba tanto que el muchacho se sintiera mejor, que aceptó.

−Claro...

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Caminó por su casa, con Mitch siguiéndolo con grandes ojos, en silencio. Recorrieron la sala, su estudio y una pequeña biblioteca. Cuando llegaron a su habitación, Scott se quedó en el umbral, con las manos empuñadas.

Mitch entró y caminó por la habitación, con el pulso agitado, pasó sus dedos por el cobertor celeste que cubría la cama de Scott, recordándole el color de sus ojos.

Se giró y lo miró directamente a los ojos, sonrojado. El aire se podría cortar, Scott tuvo que afirmarse del marco de la puerta, para no abalanzarse sobre Mitch y tumbarlo en su propia cama.

−Deberíamos volver− dijo secamente, controlando sus impulsos.

Rápidamente, entró en la habitación y sacó del closet una maleta pequeña, que estaba lista. La tenía preparada ante cualquier emergencia. Volvió a salir sin hacer contacto visual con Mitch.

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El resto del camino fue en silencio, cuando llegaron a la casa, Mitch estaba mucho más tranquilo. Subieron directamente las escaleras. Cuando alcanzaron el pasillo, Wyatt corrió hasta ellos y Mitch lo tomó en brazos. Scott acompañó a Mitch hasta la habitación azul, donde se estaba quedando.

El chico esperó en la puerta, mientras Scott revisaba la habitación, como cada noche. Cuando salió miró sus profundos ojos azules antes de hablar.


−Me gustó conocer tu casa− dijo suavemente −¿quieres saber qué pienso?

Scott sabía que su casa era humilde y que comparada con la mansión Grassi era una pocilga. Pero él estaba orgulloso de tener un lugar que llamar suyo. Se lo había ganado con su esfuerzo.

−adelante...

Mitch tomó una respiración profunda antes de continuar.

−Creo que es un hogar maravilloso, tu casa es acogedora y ordenada...y supongo que es fruto de tu trabajo, por lo que creo que es un hogar digno y admirable, tanto como tú.

Scott había visto tantas cosas en su trabajo, que estaba seguro que era incapaz de sonrojarse con nada. Pero aún así, sintió en calor en sus mejillas, cuando Mitch dijo estas palabras.

Se miraron por largo rato, esa forma que tenía de mirarlo, como si fuera alguna especie de héroe, hacía que el corazón de Scott golpeara fuertemente en su pecho.

−Buenas noches, joven Grassi− Dijo Scott, incapaz de sostenerle la mirada por más tiempo.

−Buenas noches, Scott.

Mitch se acercó a Scott y se puso de puntillas para besar suavemente su mejilla. Se separó de inmediato y entró en la habitación, con una pequeña sonrisa en su rostro al ver a Scott perdido en sus pensamientos, con sus dedos sobre el lugar que él acababa de besar.


−Hasta mañana− susurró antes de cerrar la puerta.   



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