6: El Primero.

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-¿Quieres que te bese? está bien, lo haré. Pero quedas advertido... estas a punto de saber lo que unos cuantos lametazos pueden conseguir.

Y cerró la distancia entre sus labios.

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Ciertamente lo había advertido, pero nada lo podría haber preparado para tal ataque a sus sentidos. Mitch aún no se recuperaba por completo del primer beso que había compartido con Scott, el primero de su vida, pero este era aún más desesperado. Lo besaba de una forma hambrienta, casi primitiva y Mitch solo pudo permitirle que hiciera con él lo que quisiera.

Hasta ahora, no había conocido la pasión, pero este deseo lo había golpeado tan fuerte que le costaba respirar, no solo por el hombre reclamando con ansias su boca, sino también porque nunca pensó que esto podría pasar en la realidad. Estaba viviendo en un estado permanente de tristeza y aunque todavía debía casarse y partir lejos, solo podía concentrarse en el hombre que lo acorralaba contra el piano.

Supo nunca podría volver a tocar sin recordar este momento.

De pronto, las manos de Scott estaban por todas partes. Las sentía tomando sus mejillas, recorriendo tu torso por encima de la delgada tela, bajando por su espalda, apretando su trasero. Aunque lo era, Mitch intentó no parecer tan inexperto, así que enredó sus dedos en el rubio cabello de Scott y abrió más la boca para atraerlo hacia él. La cercanía produjo la fricción de sus entrepiernas y un grave gruñido del hombre más grande.

Scott lo levantó sin esfuerzo alguno y lo sentó sobre el piano, frente a él. Separó un poco sus piernas, para ubicarse entre ellas y solo entonces encontró la fuerza para romper el beso, pero solo lo suficiente para lamer y mordisquear su cuello, arrancando suspiros de los labios de Mitch. Fue subiendo hasta poder susurrar en su oído.

-Maldita sea! sabía que serías delicioso- su ronco gemido estaba cargado de deseo, tiró de su lóbulo con sus dientes y Mitch gimió.

El sonido que escapó de los labios de Mitch, fue tan caliente y espontáneo, que Scott podría haberse corrido ahí mismo, solo con escucharlo. Si Mitch hubiera permanecido quieto en sus brazos, podría haber puesto fin a esta locura, pero cuando tiró de su cabello y arqueó la espalda para gemir, Scott ya había perdido la batalla.

Tiró de la camisa fuera de sus pantalones y por fin, tocó esa piel con la que llevaba tres meses soñando. Subió sus manos por la cremosa piel, memorizando cada centímetro mientras sus labios volvían a posarse sobre los de Mitch, más suave esta vez, pero con el mismo deseo.

Sentía a Mitch temblar bajo sus manos, contra sus labios y la necesidad de ver ese rostro sonrojado y ese menudo cuerpo, lo llevó a separar sus labios de los del muchacho, para observarlo mientras desabotonaba su camisa. Una parte de su mente se sorprendió al ver sus dedos temblorosos luchar contra los botones, no se reconocía a si mismo. Los dos guardaron silencio mientras Scott terminaba su tarea.

Cuando hubo abierto la camisa de Mitch, se tomó un par de segundos para admirar su torso desnudo, el rostro del chico estaba profundamente sonrojado. Para Scott era la imagen misma de la tentación. Sin poder aguantar más, bajó su boca hasta la marcada clavícula de Mitch, con sus dientes rozando la piel, dejando pequeñas marcas rojas. Mientras tanto, sus manos se dedicaron a desabrochar los pantalones del chico. Para este entonces, la respiración de Mitch no era más que jadeos.

Una vez que sus manos lograron dejar libre la erección de Mitch, lo tomó al mismo tiempo que su lengua rozaba uno de sus pezones. El pequeño grito de Mitch estaba lleno de sorpresa y placer. Scott agradeció mentalmente que la mansión fuera tan grande y que, probablemente, nadie podría escucharlos, porque ahora necesitaba más de esos sonidos.

Deslizó su mano arriba y abajo, con su boca atormentando la sensible piel de Mitch, el que se retorcía desesperado sobre el piano. Scott sintió una mano traviesa bajar por su abdomen.

-También quiero tocarte- jadeó Mitch, pero antes de que pudiera llegar a su destino, Scott la apartó y deslizó su pulgar por toda la punta del miembro de Mitch para distraerlo. Cada vez que miraba o pensaba en Mitch se sentía completamente excitado, no podía dejar que lo tocara, no ahora, una caricia y se acabaría todo.

Rápidamente, deslizó un poco a Mitch sobre el piano, de modo que Scott se sentó en el taburete con la dura longitud del muchacho frente a su rostro. Sin pensarlo dos veces, dejó que su lengua jugara sobre él, Mitch dejó caer su cabeza hacia atrás mordiendo sus labios para no gritar. Cuando Scott lo tomó en su boca hasta el fondo, el chico sacudió la cabeza, abrumado por el placer. Llevó su mano al cabello de Scott para hundirse más en su boca, cegado por esa sensación totalmente nueva.

Mitch bajó la vista por primera vez a la cabeza de Scott enterrada en su entrepierna. Justo entonces, Scott subió, pero dejó descansar su lengua en la punta. La sola imagen fue suficiente para que los espasmos se apoderaran de su cuerpo y se estaba liberando en la maravillosa boca de Scott, cerrando fuertemente los ojos y arqueando la espalda.

Ahora sabía lo que podían conseguir unos cuantos lametazos... Magia.

Scott volvió a subir por su cuerpo, dejando pequeños besos en su camino. Cuando llegó a su boca, lo besó lenta y profundamente hasta que los temblores que recorrían al chico se calmaron.

-¿Estás bien?- preguntó contra su boca.

-Si...no sé como describirlo, me siento... deliciosamente débil- susurró también Mitch.

El corazón de Scott dio un vuelco ante las palabras de Mitch, porque entonces comprendió que, a pesar de sus atrevidas insinuaciones antes, era la primera que el chico experimentaba algo así. Esa era la razón del porqué sus besos lograban ser tan inocentes y sus caricias tan tímidas.

-Estuviste...- Scott bajó la vista a las pequeñas marcas rojas de su cuello y fue consiente de que había marcado algo que no le pertenecía -perfecto, pero...- cerró los ojos y suspiró- esto no debería haber pasado...- Intentó ser fuerte ante la vulnerabilidad en la mirada de Mitch, por mucho que quisiera tumbar el muchacho en la alfombra y olvidarse del mundo, no podía. Estaba comprometiendo su honor y el de Mitch. Él se iba a casar y debía compartir este tipo de intimidades con su esposa. -yo..lo sien

-No digas que lo sientes, por que yo no lo haré.

-Eso no quita que fue un error- Su rostro se cubrió con una máscara de indiferencia, se alejó- debería arreglarse, sus padres llegarán pronto-

Su tono seco ponía las cosas en su lugar. Dichas esas palabras, salió de la biblioteca, dejando a un Mitch medio desnudo sobre el piano.

Ya en el pasillo, pasó una mano por su cara y soltó una maldición. Cómo carajos le había hecho eso al inocente muchacho que debía proteger!

Regañándose mentalmente, se encaminó a la puerta principal. Ya era hora de que apartara sus malditas manos de Mitch y se concentrara en la investigación.

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