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-Quiero seducirte.
Las simples palabras de Mitch lo habían dejado fuera de combate de inmediato. No podía seguir luchando con ese chico que se le había metido bajo la piel, desde la primera vez que sus ojos habían aterrizado sobre su tentador cuerpo, pero que además ahora sabía era un muchacho gentil, inteligente y sensible.
-No creo que te cueste mucho trabajo- Logró decir con dificultad.
-Eso espero, porque no tengo idea de cómo comenzar.
Mitch cerró el espacio entre sus cuerpo, se detuvo cuando estaban tan cerca que tenía que mirar hacia arriba, lentamente subió sus manos para posarlas suavemente sobre el torso fuerte de Scott, él que respiraba pesado y estaba seguro que su cerebro se había desconectado en algún punto.
-Ya está- murmuró -me has seducido.
Y con esas palabras, lo envolvió en sus brazos para besarlo profundamente. Habían razones para no hacerlo, acerca del futuro y el honor, pero en ese momento nada era argumento suficiente para no ceder. No podía tener a Mitch para siempre, pero podía tenerlo ahora. Tenía que devolverlo a su familia, pero no todavía. Ya lidiaría después con las consecuencias, ahora sólo podía concentrarse en los suaves labios de Mitch en los suyos y sus pequeñas manos acariciando su cabello. Sus propias manos se movían por la superficie de su espalda, intentando ir lento, sabiendo que nada ni nadie los interrumpiría esta vez.
Rompió el beso para memorizar cada rasgo de Mitch mientras lo desvestía. Controlando sus movimientos, le sacó el chaleco por la cabeza para luego llevar sus manos al primer botón de su blanca camisa. La desabrochó lentamente, adorando cómo el color subía a las mejillas de Mitch, cuando terminó de abrirla, no la bajó por sus hombros, en cambio llevó sus manos al pantalón del chico para bajarlo lentamente. Cuando terminó de quitar la prenda, se arrodilló frente a él, para sacar cada uno de sus zapatos y calcetas y ayudarlo a salir del charco de tela a sus pies.
Luego, miró hacia arriba y se volvió a quedar sin aliento. Mitch estaba solamente vestido con esa camisa ancha, abierta que le cubría solo un poco más abajo de sus caderas y su más hermoso sonrojo. Tenía los ojos vidriosos y las pupilas dilatadas. Scott se puso de pie y lo miró hacia abajo esta vez, la piel cremosa expuesta se veía tan pura, como una tierra nunca antes descubierta. Sólo lo miró, por un largo rato, nunca tendría suficiente de esa vista.
-Esto es muy injusto- el susurro de Mitch lo sacó de su sueño -¿Por qué solo yo estoy desnudo?
-No lo estás- Entonces, Scott tomó ambos lados de su camisa y la bajó por sus hombros ridículamente lento. La sutil fricción envió escalofríos por todo el cuerpo de Mitch -Ahora si estas desnudo...y no hay nada de injusto en eso.
-Excepto que tú aún tienes toda tu ropa.
-¿Te han dicho alguna vez que eres muy impaciente?
-¿Te han dicho alguna vez que eres exasperadamente lento?- Ciertamente jamás nadie se hubiera atrevido a decirle algo así al rudo detective, pero Mitch no era como cualquiera, eso estaba claro.
-Puedo desvestirme en menos de treinta segundos- Dijo Scott, con una sonrisa y llevó sus manos al botón de su chaleco, pero las manos de Mitch lo detuvieron inmediatamente..
-No. Tu me desvestiste a mi...ahora yo te quitaré la ropa.
-Soy todo tuyo- dijo riendo y estirando sus brazos a sus costados. La cara de Mitch se iluminó con esa frase y se sonrojó a más no poder.
Fue una tarea titánica para Scott permanecer quieto mientras Mitch desabrochaba su chaleco botón por botón. Se veía increíblemente adorable, sus dedos temblaban y tenía el entrecejo arrugado por la concentración. La ola de amor golpeó tan fuerte a Scott que no pudo evitar tocarlo, necesitaba saber que era real. Cuando deslizó el chaleco por sus hombros, fue por su camisa, entonces Scott puso su mano en la curvatura de su cuello, con sus largos dedos rozando su mandíbula.
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Prohibido
FanfictionMitch es el único hijo de los marqueses Grassi, condenado a un matrimonio arreglado y una vida sin amor. Pero una oleada de crímenes en las calles de Londres lleva al apuesto detective Hoying a proteger la mansión Grassi y al joven heredero, ponie...