19: No hay boda

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*Advertencia por lenguaje*

Miserable, angustiado, triste, solo....eran muchas las opciones, pero si Scott hubiera tenido que elegir una palabra para definir la oscura sensación en su pecho, esa palabra sería Cobarde.

Se sentía inútil y cobarde. Otra vez, Mitch lo había sorprendido como nunca lo había hecho otra persona. Ese ser pequeño e inocente tenía más valentía en su interior que muchos de los hombres que conocía, juntos. Se había plantado en sus pies, con todo el coraje que se necesita para ser honesto consigo mismo; le había explicado entre su dolor lo que significaba Scott para él, a pesar de tener claras sus responsabilidades, tuvo el valor para no arrepentirse y atesorar esos encuentros furtivos. Todo lo que Scott no no era capaz de hacer. Se sentía cobarde porque en el fondo deseaba nunca haberse involucrado con el chico, nunca haber aceptado el trabajo, nunca haberse permitido descubrir lo suave que era su piel y lo adictivo que eran sus besos. Porque ahora que lo sabía, no tenía idea de cómo iba a vivir sin tenerlo.


Cuando llegó la hora de partir al club, Scott estaba más nervioso que el mismo novio, Mitch solo se limitó a subir al carruaje con una expresión que ni siquiera reflejaba su tristeza, estaba mucho más cerca de la resignación. Scott evitó todo contacto visual, no confiaba en sus propios impulsos y la presión en su pecho crecía y crecía, pero no hizo nada al respecto. Solo se quedó callado mientras Mitch llegaba a ese lugar donde se separarían para siempre, sintiéndose inútil y avergonzado.

El lugar estaba abarrotado de gente desconocida, damas y caballeros de la aristocracia en sus mejores vestiduras. Si esta era una fiesta privada y pequeña, Scott no quería ni imaginarse cómo hubiera sido sido una boda a lo grande. No podía evitar ser consciente de su origen humilde rodeado de tanto imbécil estirado. Mitch encontró el camino hasta uno de los salones, donde se supone que debía esperar hasta el inicio de la ceremonia. Mientras tanto él se dedicó a buscar a Kevin entre la multitud, no había tenido tiempo de comentar la carta que le había enviado hace unos días y, aunque ahora no era el momento, necesitaban estar atentos ante cualquier comportamiento extraño.

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Mitch paseó por la estancia, solo. Sabía que tenía que dejar todos sus sueños de lado y hacer lo que se supone que tenía que hacer, pero una pequeña llama de esperanza aún estaba encendida en su interior, esperando, anhelando.

A estas alturas todo el importaba una mierda, sin pensarlo mucho, salió de la habitación y se dirigió dos puertas más allá, por el pasillo, donde sabía que estaba Kirstin. Su madre se escandalizaría si llegara a enterarse, pero Mitch estaba harto de todas las normas sociales y si quería hablar con la mujer con la que iba a pasar el resto de su vida, iba a hacerlo sin pedirle permiso a nadie.

Se acercó a la puerta y giró el pomo con cuidado, pero se quedó paralizado cuando escuchó las voces conocidas al otro lado. Era lo que le faltaba.

-shhhh tranquila.

-Lo siii.iento...lo siento- dijo la chica entre sollozos.

-No es tu culpa...a todos nos gustaría que las cosas fueran diferentes- Dijo esa voz tan familiar, entre dientes apretados, claramente con un nudo en la garganta.

-Te voy a extrañar...Avi- las últimas palabras solo fueron un susurro, pero pusieron al cerebro de Mitch correr en todas direcciones- Te amo...

Mitch alejó su mano de la puerta como si le hubiera quemado. Eso era. Muchas cosas tenían sentido ahora. Volvió a la estancia donde debía estar esperando y paseó por la habitación hasta desgastar la fina alfombra. Malditas normas sociales! cada vez le parecía más ridículo de que todo el mundo tuviera tanto miedo de no seguir al pie de la letra esas malditas normas sociales. ¿quiénes eran los demás para decir qué o no hacer, a quién amar, cómo comportarse....cuándo es correcto luchar por amor y cuándo no? Eran estupideces ...y Mitch ya tenía suficiente de ellas.

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