20: Resistiendo

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Scott no podía creer lo que había escuchado. El marqués Grassi estaba echando humos cuando lo vio y le contó sin mucho detalle que, al parecer Mitch había perdido la cabeza, y había decidido cancelar la boda. Scott apenas escuchó su ruda orden de encontrar a su hijo para que se hiciera cargo de sus acciones. El cuerpo de Scott se paralizó por un segundo para volver a la vida con toda su fuerza. Su corazón desbocado.

Mitch había cancelado la boda, pero...¿qué significaba eso? Mitch era inteligente y sabía que aún sin boda, su futuro no era mucho más brillante ¿por qué lo había hecho?

Necesitaba verlo, más que nada, necesitaba reflejarse en sus ojos y saber que estaba bien. Caminó por el salón, entre la gente, buscándolo rápidamente y lo encontró muy lejos, en la puerta, mirando hacia él. Sintió un alivio enorme cuando encontró sus ojos y le regaló una sonrisa casi imperceptible, señal de que estaba tranquilo. Scott no podía esperar para tenerlo cerca, para sentir su calor. Pero el alma se le cayó al piso cuando dos figuras negras aparecieron atrás de Mitch y en un abrir y cerrar de ojos, jalaron al muchacho y se perdieron entre las sombras de la noche.

NO.

NO.

¿Qué demonios estaba pasando? corrió por el salón, empujando a la gente en su camino, pero antes de llegar a la puerta una mano en su muñeca lo detuvo.

-¿Qué te pasa, Scott?- Dijo Kevin con las voz cargada de preocupación.

Maldición! No tenía tiempo para esto.

-Secuestraron a Mitch- Sabía que su preocupación y como llamaba a Mitch sin el título revelaba más de lo que le gustaría, pero en ese momento le importaba una mierda -Ocúpate del lugar, escríbele al Magistrado y que nadie abandone el salón.

No esperó la respuesta de su colega, solo siguió su carrera hasta la salida. Una vez en la calle se dió cuenta de que no tenía idea de adonde ir. Tenía que decidir, corrió hacia la derecha por puro instinto y, al parecer fue la decisión correcta, porque a unos metros estaba uno de los guantes de Mitch en el piso. Scott lo recogió rápidamente y se echó a correr por la calle. Al doblar la esquina, toda la adrenalina de su cuerpo llegó su corazón, a lo lejos vio como las dos figuras de negro estaban lanzando un bulto, que seguramente era Mitch, dentro de un carruaje.

Corrió aún más rápido, lo que no habría creído posible, pero antes de acercarse al maldito carruaje ya estaba en marcha. Estaba lejos, demonios! si algo le pasaba a Mitch no lo resistiría. Y sería por su culpa, debía protegerlo, debía haber estado con él. No se lo perdonaría nunca.

Seguir un carruaje, de noche, por las calles de Londres, es una tarea mucho más difícil de lo que cualquiera pensaría. Scott corrió y corrió hasta que el aire no llegaba a sus pulmones. El carruaje se alejaba cada vez más, llevándose con él las esperanzas. Afortunadamente, muy a lo lejos, vio como el carruaje se detuvo, ajustó la vista para descubrir que se trataban de las bodegas junto al muelle, notó movimiento pero estaba demasiado lejos para saber lo que estaba pasando.

'Por favor, que esté bien' era la frase que se repetía en su mente una y otra vez.

Cuando llegó a las precarias bodegas del muelle, se vio obligado a parar un segundo para tomar aire y normalizar un poco su respiración. Se agachó para sacar el cuchillo de su bota, esperando no tener que usarlo, pero dispuesto a todo para salvar a Mitch, si es que aún podía ser salvado.

.

.

.

En algún momento dentro del carruaje, Mitch recuperó la conciencia y gritó, pero lo único que consiguió fue un que un trapo asqueroso le llenara la boca y un nuevo golpe en las costillas. Las lágrimas le llenaron los ojos, pero no se permitió llorar, debía ser fuerte. Cerró los ojos con fuerza y respiró por la nariz.

De pronto, el carruaje se detuvo y antes de que pudiera pensar en un plan para escapar, vinieron las cuerdas. Le amarraron las muñecas por delante y los tobillos también, entonces uno de los hombres encapuchados lo tomó colgando de su hombro y caminó por unos estrechos callejones, de ese lugar que le era totalmente desconocido. Se detuvo en cierta puerta y una vez adentro, lo lanzó al piso sin cuidado, donde aterrizó sobre un montón de paja con un sonoro golpe. Mitch aprovechó para fingir que se había desmayado, permaneció con los ojos cerrados, intentando empujar el trapo sucio fuera de su boca.

-Maldición, Nate, el chico se desmayó- Dijo el tipo que lo había cargado.

-Tendremos que esperar a que despierte...Kirk quiere que esté consciente cuando empecemos, no sé le habrá hecho este chiquillo, pero lo quiere ver sufrir.

Un escalofrío recorrió a Mitch, ¿por qué estaba pasando todo ésto? permaneció en silencio, moviendo las cuerdas de sus muñecas en un intento por aflojarlas, mientras seguía expulsando el trapo de su boca, sin mucho éxito. Mitch estaba más que confundido ¿quién lo odiaba tanto para hacer esto? Pero no estaba dispuesto a rendirse, aunque desmayarse de verdad y dejar que lo mataran y ya, se veía tentador en esa circunstancia, estaba decidido a pelear.

-¿qué haremos si aparece ese detective del que habló Kirk?- Dijo luego de un rato el otro sujeto, que al parecer se llamaba Sam.

-Demonios Nate! ¿no estabas prestando atención? lo matamos y listo, no es tan difícil de recordar, estúpido.

No! Incluso en su situación, la sola idea de que lastimaran a Scott le revolvía el estómago. Nunca había sido valiente y jamás había peleado con nadie, pero estaba dispuesto a dejar la vida si esos malditos le hacían algo a Scott.


Tiró y tiró de sus amarras, de la forma más silenciosa posible, pero sin éxito alguno. Los segundo se transformaron en minutos, hasta que perdió la noción del tiempo. De pronto escuchó un ruido afuera de la sucia bodega y supo inmediatamente de quién se trataba, lo sentía en su corazón. Sus secuestradores lo oyeron también y se pusieron alertas. Mitch logró escupir el trapo justo a tiempo para gritar.

-Cuidado Scott!! Son dos y quieren matarte!

Una patada en su estómago le quitó todo el aire de los pulmones. Tenía los ojos vidriosos y la mirada desenfocada por el dolor, tanto que era muy difícil estar al tanto de la violenta pelea que estaba teniendo lugar a solo dos metros de su cuerpo atado. 

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