Capítulo 4

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James se había ofrecido a traerme a casa y acepte su oferta. Ahora el conducía guiándose por mis indicaciones, pero solo respondía con asentimientos sin dirigirme la palabra.

¿Se había arrepentido de "comenzar de nuevo"?

No lo culpaba si era así. De seguro pensaba que estaba loca y mañana les contaría todo esto a sus estúpidos amigos populares.

Estaba sumamente apenada por mi ataque de pánico, por lo tanto no insistí en un tema de conversación para llenar el silencio. El cielo ya estaba completamente oscuro y la iluminación de la luna se introducía sin previo aviso por los vidrios dejándome ver un rostro indiferente a mi lado.

Por fin llegamos a mi casa, estaciono a mi bebé justo afuera y apago el motor pero no quito las llaves del contacto.

Quise decir algo pero no me creía capaz de hacerlo. Sentía que habíamos avanzado mucho cuando lloraba sobre su pecho pero ahora todo parecía distinto. Estábamos distantes, incómodos. Odiaba esa sensación.

Nos limitamos a quedarnos quietos mirando a la nada, sumiéndonos en un mar de pensamientos que no hacían más que crecer como una gigantesca ola a punto de romper.

Escuche que carraspeaba y mire en su dirección, me estaba mirando fijamente como si fuera de vidrio y pudiera ver a través de mí. Me asustó eso. ¿Qué le mostrarían mis ojos? ¿Qué veía en ellos?

-Será mejor que me vaya, tomaré un taxi.- Habló rompiendo el silencio al fin. Solo asentí con la cabeza para que supiera que a pesar de mi cara de tonta aún podría comprender sus palabras.

Aunque dijo que se iba, se quedó un rato más en el coche hasta que tome la iniciativa saliendo por la puerta y lo espere en el frente del auto para que me diera mis llaves.

Todavía estaba esperándolo cuando la puerta principal se abrió y se cerró fuertemente haciendo que diera un respingo.

Un escalofrió me recorrió entera alertándome de mi inminente muerte.

-¡Lucia!- Mi madre.

Me giré lentamente sabiendo que no podía huir de ella y puse mi mejor sonrisa de inocencia. Ella estaba con los brazos cruzados y su cabello se alborotaba por el viento nocturno. Se veía como un ángel vengador que estaba a punto de asesinarme.

-¿Tienes idea de qué hora es? ¡Se supone que saliste de la escuela hace cuatro horas!

¿Había estado tanto tiempo fuera? Parecieron minutos. Aunque pensándolo bien tenía razón, el cielo nocturno daba crédito de ello.

Di unos pequeños pasos hacia ella aunque sabía que estaba caminando a mi tumba, esperaba que al menos pusieran gardenias en ella.

-Lo sé, mamá. Lo siento, es que yo...

-Fue mi culpa señora Johnson, secuestre a su hija.- James salió en mi defensa con un estúpido argumento. ¿Esperaba que con eso mi madre se calmara? Estaba muy equivocado si pensaba eso. Mi madre de seguro lo mataría y vendería sus órganos en el mercado negro, ella nunca aceptaría que un chico con la pinta de estar en la mafia se llevara a su inocente hija. No es que James tuviera tatuajes o piercing por toda su cara como un alfiletero, pero los chicos guapos siempre son los malos.

Usual EnfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora