Capítulo 5

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Esa mañana al despertarme tenía la boca tan seca como un desierto y unas peligrosas lagañas cubrían mis ojos. Las sabanas estaban enredadas en mis piernas porque en la noche no deje de dar vueltas y mi mente seguía pensando en que metí la pata hasta el fondo con James. No podía deshacerme de la culpabilidad que me carcomía.

Arrastre los pies hasta dirigirme al baño para lavarme la cara y al mirarme en el espejo casi me da un paro cardíaco; tenía un aspecto horripilante.

De mis ojos colgaban bolsas inmensas y grandes ojeras las complementaban a pesar de haber dormido casi doce horas. Mi cabello no podía estar más enredado y en mis ojos se reflejaba un cansancio monumental.

-Te ves asquerosa.- le dije a mi reflejo. Ni siquiera intente sonreírme para intentar mejorar un poco mi apariencia.

No sentía que hoy fuese un buen día y sinceramente esperaba enfermarme en estos veinte minutos que me quedaban para así no tener que ir a la escuela.

Sonreí apenas recordando como de niña fingía tener fiebre para faltar a clases porque me molestaban constantemente. Los niños podían ser tan crueles y los profesores tan inútiles.

Gire las manijas de la regadera para que la lluvia artificial cayera templada y me desnudé dejando que el agua corriera por mi cuerpo.

Mi abuela siempre decía que las duchas se llevaban todo lo malo hacia el drenaje pero a pesar de que duré cinco minutos más duchándome no me sentí mejor. Me fallaste abuelita.

Se formó un nudo en el estómago dándome arcadas pero cuando me precipité hacia el retrete no salió nada de mi boca. Me quede unos segundos de rodillas con mi cabeza metida en el escusado sintiéndome fatal por dentro, así que no había ninguna enfermedad en mí, aparte de la que me estaba dando con nombre y apellido. James Scott.

Me vestí sin ganas agarrando lo primero que encontré. Deje que mi cabello se secara solo porque me daba pereza encender la secadora y me dolía la cabeza, no quería más ruido del necesario.

Jenn se unió a mí en la cocina tarareando una canción alegre luciendo muy feliz de la vida. Así eran las personas como ella, destilaban alegría y seguridad.

-Esa ropa no te favorece en nada.- murmuró tomando un yogurt sin grasa del refrigerador.

-Como te pregunte lo que pensabas, es razonable que respondas.- contesté tratando de sonar sarcástica pero me faltaba mucha práctica en eso.

-¿Cómo es que James se fijó en ti?- Arrugo la nariz como si hubiese olido algo putrefacto. Era muy irónico que estuviera preguntando eso cuando hace unos días ella afirmaba que él se fijaría en ella.

Me sentí un poquito mejor conmigo misma al saber que le había ganado a mi hermana en algo, pero el sentimiento de culpa volvió al instante. No le estaba ganando de verdad, James no se había fijado en mí, solo fingió que sí.

Suspiré revolviendo mis cereales. Ya no tenía hambre.

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