Capítulo 29

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Las horas se habían hecho eternas, los días dolorosos y las noches melancólicas. No estaba consciente de nada de lo que sucedía a mí alrededor, vivía sin vivir.

Habían pasado dos semanas desde aquella tarde lluviosa y desde ese día, no volvió a llover y no volví a hablar con James.

Era algo inusual como en los momentos de tristeza el tiempo pasaba tan lento y lo único que hacías era anhelar los efímeros segundos de felicidad que alguna vez habías tenido.

Cada día me preguntaba si había hecho lo correcto al echarlo no solo de mi habitación, si no de mi vida. ¿Realmente era necesario estar separados?

Me cuestionaba un sinfín de cosas a las cuales no podía darles respuesta. Lo hecho estaba hecho y no se podía revertir.

Mientras yo sufría por mi primer amor fallido, mi madre estaba en el éxtasis del suyo. Darrell y ella cada vez iban más en serio, pasaban más tiempo juntos y comenzamos a tener reuniones cada fin de semana con Darrell, Gael y Lex.

A pesar de que ahora había dejado en el pasado todas mis diferencias con Lex, Jenn era la que se llevaba mejor con la pelirroja.

Estaba demasiado sumida en la destrucción de mi pequeño mundo, que no pude alegrarme lo suficiente porque la familia se extendiera. Solo podía pedir con todas mis fuerzas que Darrell fuera merecedor de mi madre y que la tratara como una reina.

Mire el reloj agregando otra hora en mi mente al conteo del tiempo que había transcurrido desde que James dejo mi casa, me miro, me hablo o noto mi existencia.

Antes de irse me había dicho que no se iba a quedar así lo nuestro, pero él no había hecho nada para que cambiara.

Los papeles se habían invertido y ahora era él el que me ignoraba.

Ni siquiera volteaba a verme en las clases de biología. Hería a mi orgullo profundamente.

Lo único bueno que parecía estar obteniendo de todo aquello era mi tranquilidad en el instituto. Ya no estaba bajo el foco de atención de Carlee, aunque Vanne sí.

A pesar de todo el tiempo transcurrido, todavía dolía ver a la rubia esperando por James todos y cada uno de los días. Por más alejada que me estacionara del auto de James o por más que evitara topármelos en la salida, los veía juntos.

No sé qué dolía más, el hecho de que yo sola perdí a James para siempre o el hecho de que el pareció recuperarse con bastante rapidez solo para seguir hundido hasta la mierda con la rubia.

Pese a mi noción eterna del tiempo, el final de las clases llego de manera repentina.

Me encontraba en mi pupitre viendo fijamente el reloj, contando cada segundo transcurrido, esperando por el final del día para poder decirle adiós al instituto.

¿Cuándo había crecido tanto? Estaba a un paso de ir a la universidad.

Usual EnfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora