Escuchaba una dulce melodía a lo lejos, esta penetraba en mis oídos y me relajaba. Poco a poco fui despertando, me incorporé en la cama y divisé a Zephía en un diván tumbada, mientras con sus poderes, hacía que un violín sonase. El arco de este rasgaba las cuerdas con precisión y maestría. De repente el instrumento cesó en el fluir de notas y vi como la Diosa se erguía en el diván.
― ¿Cómo te encuentras?
Yo simplemente le gruñí en respuesta. Traté de levantarme de la cama, pero un muro invisible no me lo permitía. Zephía.
―Déjame largarme de aquí. ―Espeté con ira.―No. ―Contestó tranquila. ―Primero quiero que te recuperes completamente.
Vieja Diosa loca cabezota, todos ellos se creen con el poder de hacer que los demás hagamos sus voluntades, todos son iguales. Imbéciles arrogantes e hipócritas, por lo menos yo no finjo ser algo que no soy. Soy cruel y lo adoro.
―Vieja, para que me recuperase del todo necesitarías algo más de unas semanas en cama. Hay mucho que arreglar en mí, según vuestros pomposos culos de Dioses.
Me reí con ganas por lo que le acababa de soltar... ¿Qué se cree? No tiene derecho a hacer nada de nada conmigo, cuando fue una de las que me volvió la espalda cuando ocurrió lo de Eitxi. Como decía antes, hipócritas y manipuladores, todos.
―Se que odias a todos los Dioses, niña. En especial a tu madre, pero... ―La corté antes de que dijese alguna gilipollez más.
―No hay ningún pero que valga. No hay nada que hacer. El destino es una perra y ya dictaminó que yo sería una sádica y cruel. No hay más. Ahora, si ya te has dado por vencida... ¡Mueve tu viejo culo de ahí!
Por fin pude levantarme de la cama. Con movimientos bruscos, comencé a caminar hacia la puerta del templo, pero entonces me di cuenta de que me encontraba en la dimensión divina. ¡Jodidos Dioses tenían que crear una puta dimensión solo para ellos, malditos egocéntricos! Di media vuelta y encaré a la Diosa santurrona.
―Llévame a la dimensión mortal. ¡Ya! ―Exigí iracunda.
―Puedes hacerlo tú sola. ¿No recuerdas que tienes sangre divina en tus venas?
Lo dijo con tanta calma que me dieron ganas de asestarle un puñetazo en esa «cara divina». Traté de tranquilizarme, pero no se me daba demasiado bien, fueron muchos siglos de no contenerme con los ineptos que provocaban mi furia. Una pregunta asalto mi mente: ¿Qué demonios pensaba conseguir la Diosa con esto? Ella y madre, son casi hermanas y dicho eso, sabe perfectamente el motivo por el que me odia. Mate a su adorada Eitxi. Reí por dentro al recordar, pero era una risa amarga y llena de odio acumulada durante siglos de rencor.
―Se me vetó el poder transportarme a esta dichosa dimensión. ¿No lo recuerdas? Tú estuviste allí.
La muy condenada sonrió de medio lado. Tramaba algo, lo sabía. Conocía las conspiraciones de los dioses y sus tejemanejes constantes para conseguir lo que deseaban.
―Te propongo un trato. Si te quedas aquí durante un mes y me dejas ayudarte a que tu opinión respecto a los dioses y tu madre cambien, te llevaré a la dimensión mortal y allí no volveré a molestarte.
―No sé qué es lo que te propones, pero sé que nada hará que cambie de opinión. Ahora te muestras agradable, hablándome de segundas oportunidades, cuando los hechos son que ninguno de vosotros, los dioses, me disteis ninguna opción de redención, nunca. ¿Qué es lo que te ha hecho cambiar de opinión, vieja? ―Le espeté.
Zephía se acercó hasta estar a apenas a un palmo de distancia. Alzó su delicada mano a mi rostro e intentó acariciar mi mejilla, pero antes de que lo lograse, por acto reflejo aparté de una manotazo su mano y me eché unos pasos hacia atrás. Su mirada se volvió triste.
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La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)
FantasyDicen que el amor es un sentimiento poderoso... pero, ¿Qué ocurriría si este amor, se transformase en un odio intenso? Un odio que se lleva fraguando siglos. Un terrible suceso rompió en dos la confianza y el amor. Una épica traición que hizo que...