24 - Infierno.

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El agua oscura y fría me absorbía, tiraba de mí con fuerza, arrastrándome a otro lugar: la Dimensión Infernal. Aquella a la cual iban todos los seres cuando morían, sin distinción. Entrabas a ella emergiendo de las profundidades del lago Phex; era el medio de transporte al otro mundo (llamado así comúnmente). Se dividía en cuatro territorios: El primero, un paraíso para los buenos mortales; el segundo destinada a las Guardianas del Bosque y hechiceros; Los Malditos y malos mortales acudían al tercero y por último, el cuarto, la cual se reservaba a todos con sangre divina en sus venas.

Cuando salí de las frías aguas, estaba totalmente seca, ya que era incorpórea y el agua no mojaba mi piel. Miré a mi alrededor, todo era oscuro, parecía un bosque; sin embargo no se oía ningún susurro entre la maleza que indicase actividad.

Entre las ramas de varios árboles, se formaban las cuatro puertas del Infierno, cada una de ellas con destino a un territorio diferente, pero solo una brillaba con intensidad. Fui hacia ella, aceptando con gusto mi destino. Entonces al lado de esta me fijé que se encontraba, Hux, el Dios del Infierno y el Destino. Me acerqué hasta él, el cual me miró con cara de pocos amigos.

―Mi hija profetizó que un Nacido y un Elegido se unirían o destruirían el uno al otro. Pensé que se trataba de ti y Drix, pero me equivoqué. ―Dijo pensativo.

― ¿Cómo sabes lo mío con Drix? ―Pregunté anonadada. ―Pensaba que no lo sabíais ninguno de los Dioses...

―Me enteré al ayudar a vuestro hijo pasar al otro lado. ―Dijo sin importancia, pero para mí sí que la tenía.

―No contaste nada cuando te enteraste, podrías haber dado la cara por mí ante los demás. ―Espeté con rabia.

―No puedo divulgar lo que ocurre aquí; salvo alguna excepción; ya que soy el Dios del Destino y eso podría interferir en el futuro, para bien o para mal.

Eso lo podía llegar a entender, como Dios tenía una responsabilidad. Hux, era el único de los Siete que se tomaba su don divino con una absoluta responsabilidad; él siempre había sido serio y callado. Ya podía entender el por qué. Sus palabras eran más peligrosas que el veneno.

―Una cosa que no entiendo es que si tú siempre estás controlando esta Dimensión, ¿Cómo no viste que Eitxi se escapó? ―Cambié de tema.

― El día que ella se fue, tuve mucho trabajo aquí. Soy el único encargado de guiar a las almas a sus respectivos territorios.

―Comprendo... pero, ¿después de comprobar que no estaba en su sitio? ―Me miró serio antes de responder.

―No sabes mucho de mi trabajo, ¿Cierto? ―Negué con la cabeza. ―No puedo cruzar las puertas.

En ese momento me agarró de la mano y tiró de mí, como si no pesase, para acercarme hasta la puerta hecha de luz y ramas. Está se entre abrió y dentro observé que se parecía mucho a la Dimensión Divina, que extraño.

»Pasa ya, te están esperando. ―Hux habló mientras me dejaba frente a la puerta.

― ¿Quiénes? ―Cuestioné, ya que solo sabía de alguien a quien quería ver.

―Tu madre, Drix y... tu hijo.

No pude evitar echarme las manos al rostro, para evitar que Hux pudiese ver las lágrimas que estaban por caer tan solo de pensar en abrazar por primera vez a mi pequeño... Pero al no ser corpórea, ni podía llorar, ni taparme la cara con ellas. No podía sentir nada, ahora que lo pensaba tampoco había notado cuando Hux me agarró.

― ¿Ahí dentro seguiré siendo intangible y sin sentir el contacto?

―No. Allí podrás vivir como en cualquier otro lugar, pero sin poderes y sin salir jamás de la Dimensión. ―Asentí. Estaba preparada para seguir. ―Una última cosa. No he contado a nadie la profecía completa que me dio mi hija Satx. Esta decía: «Un Elegido y un Nacido se unirán o destruirán el uno al otro... Pero no será cualquier Nacido, este habrá de superar su pasado oscuro, tanto como su alma atormentada. Renacerá para salvarnos o acabar con todos nosotros. En su venganza encontrará el perdón hacía todos que la dañaron en algún momento, ya que ella no es como su otra mitad, ella es pura de corazón.»

Eso no tenía ningún sentido. Él mismo me había dicho que la profecía finalmente hablaba respecto Eitxi y ahora me hacía entender que se trataba de mí...

»Te vi aquel día en la reunión y supe que no podía difundirla más que parcialmente o tú no hubieras actuado como lo hiciste. Tu corazón no se habría abierto para Zephía y lo habrías destruido todo.

―Pero no entiendo, ¿A quién se refiere la profecía entonces?

―No es a nadie en particular, tiene diferentes variantes en las que pensar. Podríamos decir que se trataba de tu madre y Eitxi o de ti con Zephía... Ambas serían igual de acertadas... menos el final que estaba únicamente destinado a ti.

―Ya no me importa lo que digan las profecías. ―Solté cansada, solo quería cruzar.

―Adelante. ―Contestó apartándose por fin.

Miré al frente, entré por la intensa luz de la puerta, pude percibir la paz que me esperaba en el otro lado para acogerme. Por fin podré ser feliz, en la muerte.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora