25 - Perdón.

608 85 2
                                    

El otro lado era... extraño. Se parecía muchísimo al mundo real, pero sin embargo se notaba que no lo era. Más árboles como los de fuera componían el ambiente y estos con sus ramas hacían caballas para los habitantes del lugar. Se veían las aguas de un lago a lo lejos. Me giré para ver si la puerta por donde había entrado aun estaba ahí, pero había desaparecido.

Allí se encontraban muchos Dioses y Diosas de diferentes épocas en un mismo espacio. A saber desde hace cuanto hace que están aquí metidos todos. También vi algunos semidioses que había conocido cuando era joven, pero no tenía ganas de hablar con ninguno. Sin embargo, no iban a tener piedad de mí.

― ¿Dríane? ―Preguntó una voz a mis espaldas. Me giré con lentitud para contemplar al Dios de la Lógica, pero me quedé congelada al verlo cargar un bebé entre sus brazos. ―Es muy pequeño. Cuando llegué lo estaban cuidando unos semidioses, que al verme me llevaron hasta él.

Jadeé al contemplar como él llevaba a nuestra pequeña criatura protectoramente. Las lágrimas no tardaron en aparecer en mis ojos y no hice nada por tratar de esconderlas, me daba igual, yo solo quería abrazar a mi hijo como jamás pude hacerlo. Sin embargo, no podía moverme del sitio.

» ¿Quieres cogerlo? Él quiere conocer a mami. ―Dijo Drix para intentar que reaccionase, lo que él no entendía es que para mí era un shock enorme. Los sentimientos me estaban arrollando con la fuerza de un volcán en erupción.

Alargué los brazos cuando por fin pude obligar a mi cuerpo a reaccionar y con cuidado acaricié suavemente su mejilla regordeta y sonrosada. Tenía el pelo negro, como el de su padre. De repente soltó una musical risita y no pude contener un sollozo. Era tan precioso, pequeño y delicado que tenía miedo de cogerlo y hacerle daño.

Agarré su cuerpecito con cuidado y lo acuné contra mi pecho con un sumo cuidado y amor, sobre todo amor. Las lágrimas y los sollozos no paraban de salir de mi interior, eran incontrolables.

Te amo. ―Susurré mientras me agachaba a darle un beso en su frente.

Entonces sentí los fuertes brazos de Drix rodeándome, rodeándonos. Por primera vez en muchos siglos, sentí lo que verdaderamente era el amor. Mi corazón comenzaba a sanar las heridas tan antiguas y ya no me importaba la venganza, solo quería amar con todo mi corazón a mi bebé. No había espacio dentro de mí para otro sentimiento que no sea un amor incondicional para mi hijo. Reí de felicidad mientras más lágrimas caían sin poder contenerse.

―Lo siento. ―Oí que pronunciaba con lentitud pero gran sentimiento el hombre el cual una vez había amado. ―No puedo llegar a entender como no te creí, por mi culpa no pudimos disfrutar de nuestra criatura. Lo siento, Dríane.

Estrechó más sus brazos y cuando antes podía oír el latir de su corazón ahora ya no se escuchaba nada. Solo silencio y eso me recordó que estábamos muertos, los tres. ¡Qué ironías de la vida, cuando por fin comienzo a ser feliz, estoy muerta! Aspiré fuertemente aire para coger fuerzas y me aparté de los brazos del Dios.

―Drix, yo me sentí furiosa, dolida, traicionada... no me creíste y sí, ahora estamos muertos, pero quien dice que no lo hubiésemos estado igualmente... Tu lo siento no va a cambiar la situación, sin embargo, te perdono. ―Ni yo misma podía creerme que lo estaba diciendo. ―Te perdono, porque sé que fue Eitxi la que te confundió la mente con sus dones de Arpía. No obstante, me dolió que no lo supieses ver hasta llegar a estar muertos.

El soltó el aire que estaba conteniendo, se lo veía cansado, pálido y ojeroso. ¿También se me veía así?

― ¿Me llegarás a perdonar a mí, hija? ―Intervino en la conversación una tercera voz, Erixi.

Cuando me di la vuelta para enfrentarme a mi progenitora, ella se quedó como yo momentos antes, en shock. Miraba a mi bebé con una gran sorpresa, como si jamás hubiese visto a uno. Ella también lucía pálida y ojerosa, parece que es el look de por aquí.

― ¿Qué es lo que tengo que perdonarte, madre? ―Me burlé. ― ¿Haberme dado la espalda y no creerme o intentar matarme, varias veces?

―Todo. ―Dijo seria. Seguía mirando a mi hijo. ― ¿Ese bebé es tuyo? ―Preguntó con cuidado.

―Nuestro. ―Entró Drix a la conversación, posando su brazo sobre mis hombros. «Un poco tarde.». Pensé, pero ya daba igual.

―Me costará un poco perdonaros a ambos. ―comenté mientras me separaba del Dios. ―No obstante lo intentaré, pues no tengo ganas de llenar más mi alma con odio y rencor. Ahora solo tengo espacio para el amor que mi corazón alberga hacía mi precioso bebé.

Me sentí libre al pronunciar aquellas palabras, feliz incluso.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora