―Tengo que ausentarme por unas horas. ―Me comentó Zephía.
―Vale. ¡Diviértete! ―Reí sarcástica. ― ¡Pero ten cuidado que no te maten o me quedaré aquí encerrada!
Suspiró antes de desvanecerse en el aire. La verdad, echaba de menos ese maldito don, al igual que el resto de mis poderes... Aunque no lo parezca yo siempre cumplo mis tratos y por ello no podía usar mis poderes cuando Zephía estuviese presente, más que para mostrarle lo que quiera.
Me levanté de la cama; donde me encontraba tirada de cualquier manera, mientras me pintaba las uñas de las manos de color negro. Tenía el esmalte fresco así que soplé sobre él, al mismo tiempo me dirigí hacía el mueble bar escondido que había en el salón del templo. Con un movimiento de mano, abrí la puerta y examiné en interior. No había mucho donde elegir, así que agarré una botella del alcohol con más grados que había ahí dentro. La botella de ron estaba sin empezar, pero eso no duraría mucho tiempo.
Después de haber ido a la cocina a por un vaso con un par de hielos, me senté en el sofá. Vertí el líquido ambarino en el interior del vaso y con un suave meneo de muñeca lo agité para que se enfriase antes. De un solo trago ingerí el contenido, este me produjo una intensa quemazón en la garganta que recibí de buen grado.
Seguí así durante no sé exactamente cuánto rato, pero no el suficiente. La botella ya estaba vacía y quería, necesitaba, más.
Me levanté tambaleante y con un brusco movimiento de mano volví a abrir el armario. Esta vez saqué una botella de whisky. No me paré a echar en el vaso de nuevo, simplemente la abrí y comencé a beber del morro. De fondo oí la música que salía del equipo, que encendí hace ya... puf ni me acordaba... Me reía de forma tonta mientras bailaba con la botella agarrada a mi mano.
― ¿¡Se puede saber que estás haciendo!?
― ¡Acabar con tus pocas existencias de alcohol en este maldito lugar!
La música paró y visualicé a una Zephía muy agitada frente a mí. Me arrebató la botella de la mano y se fue hacía la cocina a paso rápido. No tardé en seguirla para que me la devolviese, pero para cuando llegué, ya no quedaba nada del contenido ambarino de la botella. La muy perra lo había echado todo por el desagüe.
― ¿¡Pero qué cojones haces!? ―Grité furiosa.
―Estás borracha, pero mírate si no te puedes ni aguantar en pie casi.
Furiosa, golpeé con fuerza la mano donde la diosa agarraba la botella y esta se estrelló contra el suelo haciéndose añicos. Acto seguido, acorralé a la diosa contra la pared, con cada una de mis manos a un lado de su cabeza.
―No querrás enfadarme. ―Susurré junto a su rostro.
― ¡Para!
―Me has hecho enfadar. Ya has sobrepasado el límite de alguien que en su tiempo ostentaba un cargo como el mío. ¿O no te acuerdas de cual era? ―Me burlé irónica.
―Claro que me acuerdo.
―Aunque no pueda salir de esta jodida dimensión... sigo siendo más fuerte que tú. Hasta ahora me he comportado, porque tenía algún buen recuerdo de ti en mi puto pasado e hicimos el maldito trato, del cual me estoy arrepintiendo... pero como me vuelvas a tocar las narices ejerceré mi poder sobre ti.
―Sé que no vas a lastimarme. Confía en mí, Dríane, sé que no eres de malvado corazón. ―Respondió la diosa, muy segura de sí misma.
Sus palabras hicieron que algunos malos momentos volviesen a mí... «Confía en mí, Dríane.» Ecos del pasado resurgían como una única voz burlona en mi cabeza. ¡Malditos seáis todos los putos dioses! Grité en mi mente. Pegué un puñetazo en las baldosa de la pared, a escasos centímetros de su rostro, y estas se hicieron polvo bajo mi puño. Zephía pegó un respingo.
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La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)
FantasyDicen que el amor es un sentimiento poderoso... pero, ¿Qué ocurriría si este amor, se transformase en un odio intenso? Un odio que se lleva fraguando siglos. Un terrible suceso rompió en dos la confianza y el amor. Una épica traición que hizo que...