23 - Adiós.

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Iba a morir, lo sabía. Me encontraba tirada en el suelo del templo de mi madre, Erixi, la Diosa de la Guerra y la Lucha; la cual estaba muerta a unos metros de mí. Mi melliza le había clavado aquel puñal que tanto dolor trajo a mi vida una vez... Pero esta vez, a verla a ella ahí tirada, no sentí nada, solo rabia por no haber sido yo la que acabase con la luz de sus ojos.

―Sabía que tu venganza era muy importante para ti, hermanita. ―Se burló Eitxi mientras se agachaba junto a mí. ―Aunque si hubieras querido matarlos, lo estarían hace mucho tiempo. Lo sabes tan bien como yo. ―Se carcajeó.

Eso no era verdad, yo siempre he tenido mi venganza presente... pero ahora que lo pensaba fríamente, en algunos momentos simplemente dejaba que la vida me arrastrase. Sin embargo, cuando le mostraba los recuerdos a Zephía, una parte cada vez más muerta en mí, se reavivó. Por irónico que sonase, la Diosa de la Vida, me ayudó a recordar mis deseos y añadió otros... Ahora sabía que mis sentimientos hacia ella, eran más grandes de lo que alguna vez había pensado... La amaba.

Amaba su forma de ver la vida; su espíritu luchador, más fiero que el de muchos guerreros; lo tierna que era cuando me consolaba sin yo pedírselo; amaba su gesto de desesperación cada vez que me veía saqueado su mueble bar o como cuando se ponía celosa. Amaba todo en ella.

―Púdrete en el infierno. ―Gruñí. ―No sabes absolutamente nada de mí.

―Sé como mirabas a esa Diosa rubia. Cuando acabe contigo, iré a por ella y la mataré; no antes de una buena tortura. ―Rió emocionada.

― ¡Jamás te acercarás a ella! ―Grité enfurecida.

Intenté levantarme del suelo, pero ella me volvió a clavar el puñal en el mismo lugar entre mis costillas. Luché con garras y dientes para tratar de sacármelo, pero era imposible, la muy zorra me tenía bien agarrada. Contuve un grito a duras penas, no quería darle esa satisfacción. No obstante, no pude evitar que las lágrimas se derramasen, me sentía impotente. Eitxi hurgaba con el cuchillo por mi caja torácica como si se tratase de un pastel. Poco a poco iba arañando mi corazón, haciendo que jadeos saliesen de mi boca sin poder contenerlos. La hora había llegado y lo último que vería sería la sonrisa cruel de mi hermana melliza, la cual me arrebató todo lo que amaba.

Notaba el sabor metálico en mi boca, me estaba comenzando a atragantar con mi propia sangre. Tal vez caeré inconsciente antes de morir. Pero entonces Eitxi salió volando por los aires y golpeó con su cuerpo una pared, tirando todo a su paso. La causa de aquello, había sido una Diosa muy enfadada, Zephía. Me sorprendí al verla ahí parada, delante de mí.

Ella se agachó y con cuidado, me sacó el cuchillo en un solo movimiento, para no causarme más dolor. Rasgó un cacho de su vestido y me lo colocó en la herida, para que parase de salir sangre. Entonces se levantó enfadada, se giró y fue directa a por la otra, la cual ya se estaba levantando.

Comencé a toser sangre, la herida en mi pecho se había abierto tanto que la tela no contenía nada del líquido carmesí. No podía ver más de lo que sucedía en aquella habitación, ya que mi vista se estaba comenzando a oscurecer más y más. Los parpados pesaban toneladas y los brazos se me cayeron a los lados inertes, no podía ni sostener el inútil trapo... En ese instante fue en el cual la muerte me recibió con los brazos abiertos, acogiéndome en su reino infernal.

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora