12 - Lazos familiares.

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¡La odio, maldita sea que la odio! Jamás pensé que llegaría a sentir tanto rencor hacía otra persona, pero Eitxi lo ha logrado. Ha puesto a todas las personas importantes de mi vida contra mí. Deseaba gritar de la frustración que sentía rugiendo con fuerza en mi interior, pero no quería despertar a la pequeña.

¡Maldita Eitxi, maldito Drix, maldita Erixi y malditos todos los Dioses! Deseé gritar esa sarta de insultos contra todos ellos, pero me limité a hacerlo interiormente.

A la mañana siguiente me sentía falta de apetito y arrastraba los pies al andar, debido al cansancio por la mala noche que había pasado.

—Tienes mala cara... ¿Te encuentras bien? —Preguntó Lili al verme. —Necesitas comer algo.

—Tranquila mujer, no te preocupes. Estoy bien. —Sentencié.

—Bueno yo me sentiría mejor si te quedases en casa descansando mientras Dría y yo vamos al mercado.

—De verdad Lili, puedo ir.

La mujer me miró con malos ojos pero finalmente claudicó y permitió que las acompañase al mercado.

Una vez allí, llevaba a Dría cogida de mi mano e íbamos paseando y ojeando los puestos. Entonces la pequeña se paró en uno de ellos y vi que se había quedado mirando un precioso sonajero de plata.

— ¡Para mi hermanita nueva! —Dijo engatusada por el reflejo del metal. — ¡Brilla!

— ¿Cuánto cuesta? —Le pregunté al mercader.

Lo cogí en las manos, observándolo con atención. Dría intentaba quitármelo para cogerlo ella, pero no lo conseguía.

—Cuatro monedas de plata, no encontrará otro objeto de igual valor a este. —Intentaba convencerme el mercader. —Su futuro retoño lo disfrutará.

—Tres de plata y dos de cobre. —Regateé.

El mercader lo pensó durante unos instantes, sin embargo acabó por aceptar mi oferta que no dejaba de ser una generosa cantidad.

Metí la mano al bolsillo de mi capa e hice aparecer el dinero en la palma de la misma. Se lo tendí al feliz comerciante y yo me guardé el precioso objeto en mi bolsa.

Agaché mi cuerpo hasta estar a la altura de Dría para que me escuchase bien entre tanto alboroto.

—Este será nuestro regalo para tu hermanito, ¿Estás de acuerdo Dría?

— ¡Sí! —Gritó entusiasmada. —Pero será hermanita. —Refunfuñó.

—Será lo que los Dioses quieran, pequeña.

— ¿Dioses? —Cuestionó con carita de no entender que hablaba. —Solo hay uno dice mama.

—Solo es una forma de hablar que tiene, no hagas caso de la tía Dríane. —Dijo Jem a mis espaldas.

— ¡Papi! —Gritó la niña mientras saltaba a los brazos del aludido.

Jem me miró enfadado mientras abrazaba a Dría. Puse cara de inocente, pues sabía que su enfado venía a que le había nombrado el tema de los Dioses a la niña. Un tema controversial donde los hubiera en estos tiempos. Además en plena calle, si alguien me hubiese escuchado me estarían quemando ya mismo en la hoguera por hereje. Los humanos eran en verdad absurdos con este tema, ¿Qué importaba a que Dios siguieras con tal de ser buena persona?

— ¿Qué haces aquí, Jem? —Pregunté ignorando su enfado.

—Vine a por unos materiales y os vi, pero ya me tengo que marchar. —Depositó a la niña en el suelo y le revolvió el pelo con cariño. —En casa hablaremos tú y yo.

—Ajá. —Me hice la loca. —Como tú quieras, primito. —Reí.

Más tarde me fui a dar un paseo por los prados, ya que era bueno en mi estado salir a caminar un tanto al día. Además estas andadas me servían para pensar en mi pasado, presente y futuro.

Cuando volví a la casa, había una guerra montada en el interior. Me encontré a Lili persiguiendo a Dría por todo el salón, mientras la niña llevaba en sus manos un pedazo de tela que se asemejaba bastante a su vestido de los domingos.

— ¿Qué está ocurriendo aquí? —Pregunté casi gritando ya que no se me oía entre tanto alboroto.

—Esta hija mía es lo que ocurre. —Gritó Lili sin aliento. —Ha destrozado su vestido de arreglar.

Miré con mala cara a la niña, que se estaba encogiendo en un rincón de la sala. Me dirigí hasta donde se encontraba Lili e hice que se sentase en una silla. Luego fui con la pequeña, a hablar con ella razonadamente.

— ¿Por qué has roto tu vestido, pequeña? —Pregunté con voz dulce. Ella agachó su cabecita rubia, avergonzada, y se puso a murmurar entre sollozos. —No te entiendo, Dría.

—Solo quería que mi hermanita tenga un bonito vestido, como el mío. —Contestó ahora más fuerte.

—Niña tonta. —Gritó su madre desde la silla. — ¿Ahora qué te pondrás para ir al oficio de mañana? —Entonces ella también rompió a llorar

—Venga, Dría vete a tu habitación. Yo hablaré con tu madre.

La niña se fue escopeteada a su dormitorio, a refugiarse de las hormonas de su madre embarazada. Después de irse Dría, fui hasta Lili y simplemente la abracé todo lo que pude, como mi abultada tripa me permitió.

—Ya, tranquila, mujer. No es para tanto. —Intenté calmarla.

—Esa niña va a conseguir que me vuelva loca. —Dijo entre sollozos.

—Tenía una sorpresa para ella, era un vestido nuevo... —Me saqué de la manga. —Viendo lo ocurrido se lo daré mañana.

Lili me miró con seriedad mientras se limpiaba las lágrimas del rostro. Para ella el oficio a Dios era muy importante.

—Muchas gracias, no sé como agradecértelo, Dríane.

—No tienes porque hacerlo, tu familia me ha acogido como una más.

—Tú eres nuestra familia. —Dijo ella con sencillez.

Esas palabras pronunciadas de todo corazón hicieron que una pequeña onza de esperanza prosperase en mi interior, en mi corazón. Los Dioses desagradecidos podían irse a la mierda. Esta era ahora mi familia y se me rompería el corazón cuando me marchase...

La Diosa Maldita. (Dioses Y Guardianas 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora